Perder o dar la cara
Es imposible asumir la responsabilidad de representar a una comunidad heterogénea y el hecho de que se dé por supuesto muestra la poca visibilidad que seguimos teniendo


En casa, al igual que en las casas de muchas otras familias racializadas, hacíamos malabarismos culturales que dieron como resultado un popurrí de tradiciones, valores, idiomas o conceptos. Uno de ellos es el concepto de miànzi o cara. Tu miànzi representa la comprensión cultural del respeto, la posición social y el honor individual, y el de tu familia y otras relaciones afectivas. Cuando hacías algo irrespetuoso, “perdías la cara” (diū liǎn), mientras que las acciones de respeto te podían “dar cara”.
Mi padre siempre decía que nuestro miànzi era aún más importante, en nuestro caso, por ser una familia migrante, ya que sentíamos la necesidad adicional de soportar el peso de representar nuestras raíces y nuestro país de origen. No llevabas este miànzi solamente por ti, tu familia y tus redes afectivas, sino que considerabas que lo llevabas por toda tu comunidad porque te sentías responsable de cómo nos percibía Occidente como tal comunidad, como si el racismo, la sinofobia o la xenofobia fueran culpa tuya.
La visibilidad y la representación de personas no hegemónicas en los medios funciona de forma parecida: es imposible (por no decir ridículo) asumir la responsabilidad de representar a una comunidad heterogénea y el hecho de que se dé por supuesto muestra la poca visibilidad que seguimos teniendo hoy en día, y más aún cuando la gran mayoría de las representaciones que hay son demonizadas, instrumentalizadas o tokenizadas por personas hegemónicas. Bla Radi explica en un artículo en Revista Anfibia (¿Qué es el tokenismo cisexista?), que tokenismo viene de token (símbolo), que a veces se traduce como “florerismo”. El término se usa “para referirse a esa inclusión simbólica que consiste en hacer pequeñas —y superficiales— concesiones a grupos minoritarios para evitar acusaciones de prejuicio y discriminación. Esta práctica es generalmente ejecutada por personas que incorporan un número mínimo de miembros de grupos minoritarios para generar una ficción de igualdad o diversidad y dar una imagen progresista”.
Tampoco tenemos la obligación de representar a nadie ni de ser un icono por el mero hecho de ser personas no hegemónicas
Hace poco, una mujer racializada trans fue criticada por su actitud en un programa de televisión por no querer dejarse instrumentalizar, por no querer ser tokenizada. Por mostrar ira como mujer racializada trans. Y tenemos todo el derecho de estar enfadadas. Por el racismo estructural y social, por la transfobia que sufrimos día tras día, como el reciente caso del asesinato de un hombre racializado en Rociana del Condado (Huelva). Además, tampoco tenemos la obligación de representar a nadie ni de ser un icono por el mero hecho de ser personas no hegemónicas.
Quizás mostrándonos con ira o mostrando irreverencia, “repartiendo los golpes” que hemos recibido (sin hacer apología de la violencia, sino admitiendo que el espacio en el que estamos está empapado de violencia), como dice la artista y performer Jota Mombaça. Si pensamos que la única representación que puede haber de personas no hegemónicas en los medios es la de personas forzadamente normativizadas y tokenizadas desde una mirada hegemónica, creo que tenemos que replantearnos lo que entendemos por representación y visibilidad.
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