Ir al contenido
_
_
_
_

El asesino pelirrojo de Elisa Abruñedo: “Lo siento. No puedo justificar lo que hice. No lo entiendo”

Roger Rodríguez aprovecha su última palabra en el juicio para lamentarse ante el jurado por violar y acuchillar en 2013 a una víctima que desconocía. Ahora se enfrenta a más de 30 años de prisión

El acusado de asesinar y violar a Elisa Abruñedo, Roger Serafín Rodríguez en la Audiencia de A Coruña

“No hay forma de justificar esto. Ni yo mismo puedo. No lo entiendo. [Lo que hice] no es mi vida, no tiene nada que ver. Ni en los 39 años anteriores [hasta el momento del crimen, en septiembre de 2013] ni después. No sé por qué ocurrió”, ha dicho, con tono compungido, esta mañana Roger Serafín Rodríguez.

El acusado de violar y matar a la gerocultora, esposa y madre de 46 años Elisa Abruñedo hace 12 años, cuando ella volvía a casa de dar un paseo por su aldea de Lavandeira (Cabanas, A Coruña), ha roto este viernes al mediodía el silencio que mantuvo durante el juicio en la Audiencia Provincial de A Coruña. Cuando el juez le ha ofrecido la oportunidad de la última palabra, el acusado, que se enfrenta a peticiones de pena de 32 (Fiscalía) y 37 años (acusación particular), ha asegurado que aquel crimen que calló durante 10 años, hasta que la Guardia Civil lo identificó genéticamente, fue un hecho “puntual”.

Ese “no soy yo. No tengo forma de resarcir ese daño. Lo siento... lo que pueda decir ya no sirve de nada”, ha expresado mientras en la sala, a sus espaldas, la familia de Elisa Abruñedo le exigía pedir perdón. “No soy capaz de entender ese comportamiento de un momento puntual”, ha concluido Roger Rodríguez, el mecánico naval, cazador, discreto y pelirrojo, que aquel caluroso primero de septiembre de 2013, a eso de las 20.40 horas, iba conduciendo por la misma carretera por la que su víctima circunstancial regresaba a casa. No se conocían. La vio, arrumbó apresuradamente su ZX gris oscuro, la esperó y la atacó por la espalda. La golpeó en la mandíbula, la arrastró 17 metros hasta una zona con zarzas tan altas como una persona, la desnudó, la violó y la acuchilló en el cuello, el pulmón y el corazón con su cuchillo de caza. La agonía de Elisa duró unos minutos, según el forense. Ella murió apretando unas ramas de la maleza con su mano izquierda y así fue hallada por dos vecinos al día siguiente. Pero Roger Rodríguez no se quedó a ver cómo expiraba ni a vestir, tapar o colocar su cuerpo.

El agresor dejó su ADN en forma de esperma y saliva y huyó del lugar de forma certera, en perfecta línea recta, por las marcas impresas en la hierba. Conocía bien el terreno por sus batidas de caza. Su error fue creer que nunca lo descubrirían porque no estaba registrado en ninguna base de datos policial. Pero su color de pelo no es demasiado común. A los investigadores les llevó una década localizar a un pelirrojo de ojos oscuros, residente en la cercana localidad de Narón, que aunque había cambiado de coche era titular de un ZX en el momento de los hechos; el coche que sí había llegado a ver, mal aparcado, un vecino.

El abogado de oficio del acusado ha calificado los hechos de “completamente atroces y reprobables” y ha explicado que “al día siguiente estaba como si los hubiera olvidado”. No obstante, el letrado ha defendido que su cliente “reconoce la agresión sexual y el homicidio” y que su deber es velar para que se beneficie de la ley más favorable. Para él no hubo premeditación; ni ensañamiento, ya que todas las cuchilladas fueron para matar; ni abuso de superioridad; ni agravante de género, regulada en 2015, dos años después del crimen, cuando tampoco había prisión permanente revisable.

Elisa Abruñedo y su esposo, Manuel Fernández, en el año 2013.

La víctima, sostiene la defensa, “tuvo opción de defenderse”, ”se resistió“ y “pidió socorro”, tal y como declaró una vecina, que oyó aquel atardecer una voz femenina diciendo “déjame en paz, déjame vivir”, en lo que supuso que era una discusión de pareja. El abogado, por tanto, cree que en el juicio no ha quedado acreditada la alevosía y pide que la condena sea por homicidio, en lugar de asesinato.

A Elisa le dio “peor tratamiento del que cualquier cazador le da a un animal”, ha reprochado, por su parte uno de los abogados de la acusación particular. “Ella el único delito que cometió fue salir a dar un paseo”, ha recalcado en sus conclusiones el representante de Adrián Fernández, el hijo mayor de la víctima, que junto a la abogada del otro hijo, Álvaro, han añadido en esta última sesión la agravante de abuso de superioridad, además de las que ya contemplaban, de género y de aprovechamiento de las circunstancias de lugar y tiempo. La acusación particular sí ve alevosía y ensañamiento y pide que Roger Serafín Rodríguez sea condenado por asesinato, además de agresión sexual. “Hubo una agonía completamente innecesaria”, ha defendido, él “no tenía por qué darle ese cúmulo de golpes y si quería matarla de la primera cuchillada [en el cuello], lo habría hecho” cortándole la yugular. Elisa “no pudo pedir ayuda” y la actitud de su verdugo fue “totalmente inhumana, reprochable, despreciable”, ha zanjado, “desde el punto jurídico y moral y desde el punto de vista de un cazador, que tiende a rematar a su presa para que no sufra”.

“Elisa fue cosificada: para él era una presa más”, ha abundado en la metáfora cazadora la otra abogada de la acusación, que representa a Álvaro Fernández Abruñedo, el hijo menor, que no quiere salir de casa ni relacionarse con la gente desde la tragedia. “Elisa tuvo la desgracia de cruzarse con el mal en estado puro”, ha dicho, “y él actuó con una crueldad extrema, movido por el aquí mando yo y porque yo quiero, para consumar el dominio absoluto”.

La gerocultora de Cabanas, cuya “única afición” era “salir a pasear” por los caminos entre aldeas cercanas “antes o después de sus turnos en el geriátrico”, padeció “innecesariamente” porque su atacante “quiso que sufriera”, ha insistido la abogada. El acusado no tiene, según el psiquiatra forense encargado de elaborar el informe de imputabilidad, ninguna patología mental. “Simplemente”, ha recordado la letrada la declaración de este médico, “hay personas que hacen el mal porque quieren, porque se sienten poderosas haciéndolo... No sienten empatía, ni culpa. No les importa el sufrimiento de los demás”.

Roger Rodríguez “arruinó la vida de Adrián y de Álvaro”, que además perdieron a su padre en 2015 en un accidente laboral, ha recordado la abogada del hijo menor. “Estamos ante los dos actos más graves que se pueden cometer sobre una persona”, ha subrayado: la agresión sexual y un asesinato perpetrado con completa conciencia, planificación y voluntad de causar sufrimiento".

“La maldad existe”

“Simplemente, la maldad existe”, ha zanjado la fiscala del caso. Roger Serafín Rodríguez “no disoció la realidad” como dijo su abogado en la primera sesión: “Él cometió el crimen sabiendo lo que hacía y queriendo hacerlo”. La Fiscalía, sin embargo, discrepa en algunos puntos con la acusación particular y no pide que se le apliquen, en la sentencia, las agravantes de género y abuso de superioridad o un posible ensañamiento. “La violencia fue instrumental”, la necesaria para conseguir su objetivo, ha argumentado la portavoz del ministerio fiscal. “Elisa sufrió lo indecible, como consecuencia de un ataque brutal” pero “necesario”, ha defendido.

“Elisa no se pudo defender”, ha seguido explicando su visión de los hechos al jurado popular —que deliberará sobre la causa a partir del miércoles que viene— la representante del ministerio público. El acusado “se cuidó de que nadie lo viera y ejecutó a la única testigo”. Y si no fuera porque la Guardia Civil de A Coruña nunca abandonó el caso, el cazador pelirrojo de Cabanas “casi se sale con la suya”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_