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La Casa Ducal de Medinaceli declara la guerra biológica al hongo que ataca sus 10 kilómetros de boj

El arbusto, que muere en todo el mundo, recobra el verdor en el Pazo de Oca y la Casa de Pilatos gracias a la fumigación con un rival natural, el ‘trichoderma’, que protege las plantas

El jardinero Ignacio Valladares aplica el tratamiento fitosanitario en un pasadizo de boj en los jardines del Pazo de Oca, con la nueva máquina ideada para trabajar en este espacio singular.

En el Pazo de Oca, la joya barroca de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli en A Estrada (Pontevedra), hay un Peter Pan echándose a volar desde la ventana, una Alicia entrando en el espejo, una tortuga enorme, el cocodrilo del Capitán Garfio, soldados de la Guardia Turca, figuras de ajedrez, un monstruo del lago Ness que se zambulle y emerge de la tierra, un cerdito, un Humpty Dumpty sentado en un pretil, un antiguo héroe del palacio luchando contra una serpiente descomunal, y el propio duque de Segorbe, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, presidente de la fundación que gestiona el pazo, dando instrucciones, bastón en ristre, para construir un laberinto de boj.

Todo esto, incluido el duque, forma parte de un paisaje topiario tallado para solaz del visitante en el mismo arbusto, la especie vegetal que domina uno de los jardines más grandes y suntuosos de Galicia.

El Pazo de Oca extiende sus dominios a lo largo y ancho de seis hectáreas intramuros y más de 12 más allá de sus murallas almenadas. Y el Buxus sempervirens manda, en túneles, laberintos, pasillos o fuentes, hasta ocupar más de 10 kilómetros de setos.

Sobreviven, en el famoso estanque principal donde nadan los cisnes y flota una barca de piedra, hileras de bojes que cumplen ahora 300 años, porque fueron plantados entre 1720 y 1730. Son tan importantes para la historia de la botánica que forman parte del BIC (Bien de Interés Cultural) del pazo y están protegidos como Formación Senlleira (singular) por la Xunta de Galicia.

Pero hace unos 15 años esta especie vegetal empezó a dar las primeras señales de alarma, y su salud no hizo más que agravarse hasta que en 2023 pareció, verdaderamente, agonizar.

Boj de Oca, atacado por las plagas que lo devoran a nivel planetario.

El mal no es local, sino global. El boj está desapareciendo de los jardines ingleses, franceses y estadounidenses. Fueron, precisamente, turistas extranjeros con conocimientos de botánica los primeros en avisar, hace muchos años, a los jardineros del pazo de la amenaza que aquí aún no había llegado.

Hasta que el boj sempervirens, es decir, siempre verde, empezó a mostrar manchitas amarillentas y calvas cada vez más grandes. Juan Manuel Albendea, director general de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, e Ignacio Valladares, jardinero jefe de este deslumbrante lugar de trabajo, explican en un paseo por el jardín que el peor enemigo del boj es el hongo Cylindrocladium buxicola.

Esta peste, supuestamente llegada del norte, prospera, sobre todo, con el tiempo húmedo (80% de humedad) y templado (20º-25º) del otoño y la primavera, coloniza el arbusto y acaba causando necrosis y muerte. Es tan resistente que perdura infestando las hojas secas, caídas en el suelo, “hasta tres años”, asegura Valladares. Por eso hay que aspirarlas y la fundación ha encargado ahora una máquina especial para realizar esta tarea en un jardín inabarcable como este.

Pero la estrategia, ideada desde diciembre y en pleno despliegue desde hace tres meses gracias a un convenio con la Estación Fitopatolóxica Areeiro (Pontevedra), fio la suerte del kilométrico boj a otra máquina más sofisticada. Una fumigadora fabricada en Almería, transformada a partir de las que se utilizan en los invernaderos de El Ejido. Fue “tuneada” ex profeso, cuenta Albendea, para las características de Oca, con caminos irregulares y estrechos y altas barreras y obstáculos propios de un jardín botánico con un millar de especies diferentes, setos, parterres y árboles centenarios y protegidos por la ley.

Aquí no entraría un tractor. El vehículo, que ha costado 44.000 euros, se mueve casi por todas partes y sirve para rociar por completo el tratamiento fungicida en el que el ingrediente básico es otro hongo, este beneficioso para el boj, conocido como trichoderma.

Pazo de Oca, en A Estrada (Pontevedra).

Es una auténtica guerra biológica, que se libra en dos jornadas sucesivas cada 10 días, de siete a diez de la mañana, la hora en la que el BIC se abre al público para las visitas. En abril, los Reyes de Bélgica, que habían completado el Camino de Santiago con algunos de sus hijos, se presentaron en Oca con un viejo jardinero palaciego: dijeron que querían “coger ideas”.

Al año, por estos jardines, pueden llegar a pasar unas 25.000 personas, entre amantes de la jardinería, turistas con destino en Santiago (a solo 25 kilómetros) e incluso cruceristas que hacen escala en las Rías Baixas. De estos visitantes y de eventos como bodas se financia la economía del pazo, asegura Albendea, aunque su caja es “común” con otros monumentos más visitados de la Casa Ducal de Medinaceli. Una ventaja cuando hay gastos “extraordinarios”, como ocurre ahora con la guerra para salvar el boj.

El jardinero Ignacio Valladares, en el topiario con figuras fantásticas de boj del Pazo de Oca.

El objetivo final es que el hongo bueno “colonice las raíces”, dice Albendea. Será “la salvación”, la señal de que la guerra se ha ganado. Y de momento la respuesta es buena. Los bojes pelados han echado abundantes y lozanas hojas verdes esta primavera, como primero lo hicieron en la sevillana Casa de Pilatos, otro de los tesoros del patrimonio ducal.

En los dos casos, la Estación Fitopatolóxica Areeiro guio a los jardineros en la terapia. Pero en Oca, por su volumen, el boj precisa una intervención de dimensiones hospitalarias. “No es lo mismo tomar un antibiótico en casa que te lo pongan en vena en la UCI”, compara el director de la fundación, “pero si logramos vencer al hongo, creemos que luego bastará con darle al boj un tratamiento de ozono”.

Juan Manuel Albendea, director general de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli.

Mientras tanto, en países de arraigada cultura botánica, como Reino Unido o Italia, los jardines están arrancando bojes muertos, buscando alternativas ornamentales en otras especies o en híbridos. Pero aquí, el cóctel, en el que se incluyen, de momento, algunos fungicidas que se reducirán a medida que la planta mejore, da esperanzas.

Aunque esta no es la única amenaza del arbusto, porque hay más insectos y hongos acechando; esperando su debilitación para sumarse al banquete. Sobre todo, la Cydalima perspectalis, una polilla que en estado larvario devora el boj.

Valladares explica que se cree que la plaga entró en Europa a través de Rusia, después de que este país importase desde China bojes infectados para montar de urgencia un jardín para un evento deportivo.

De marzo a octubre, la cydalima tiene varias puestas, “pero si se logra dominar la primera y no dejar que se reproduzca es mucho más fácil controlar” la oruga hambrienta, ilustra el jardinero, que lleva 16 años en el pazo. Antes que él, el enorme espacio verde, su célebre jardín cortesano barroco o el Bosquecillo romántico diseñado en el XIX por François Viet, los cuidaba el guardés Manuel Conde, ya jubilado.

Hoy el trabajo, para tres profesionales (y quizá pronto cuatro) es continuo. No solo por las plagas del boj, sino porque se están recuperando poco a poco, siguiendo los dos planos que se conservan del siglo XIX, formaciones vegetales, frutales autóctonos, y estructuras y caminos que desaparecieron en los años cinecuenta.

En la dictadura, el administrador de la casa creyó que no era momento para tanta belleza. Entonces, el primer invernadero que hubo en Galicia, el de Oca, se convirtió en establo para las vacas; buena parte de los jardines, en pastos; y el bosque caducifolio, en eucaliptal.

La tierra, entendía aquel hombre con la perspectiva de su época, estaba para “producir dinero”, comenta Albendea. Ahora, en Oca importa rescatar lo antiguo. Salvar el boj. O clonar, como se ha hecho, los restos de poda de los rosales que, hace medio siglo, regaló la reina Fabiola. Estaban viejos y enfermos, no les quedaba mucho, pero sus hijos acaban de florecer por primera vez.

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