El CIS se pregunta si el amor nos hace más demócratas
El sociólogo Juan Antonio Roche se encarga de la primera encuesta sobre la incidencia de este sentimiento en una sociedad marcada por la tecnología y la pluralidad


El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) quiere saber si el amor afianza la democracia entre las parejas o no. Si convierte a los amantes en más consumistas o si el capitalismo entorpece las relaciones. Si aporta la plenitud y felicidad necesarias para alejarnos de la trascendencia o la religión. Y para ello, ha encargado a un equipo liderado por el catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante (UA) Juan Antonio Roche la primera encuesta seria que dedica a este sentimiento universal, transversal, “una emoción propia distinta de otras, porque presupone una vida en común de base afectiva”, explica Roche. “Otra cosa es que se mantenga en el tiempo”, añade. Las respuestas de 4.000 participantes de diferentes edades, sexos, clases sociales, niveles de estudios, ideologías y grados de religiosidad trazará este mapa de los afectos.
El amor, probablemente, no ha cambiado demasiado desde los tiempos de Ovidio o del Arcipreste de Hita. La sociedad actual, en cambio, parece estar dando un salto evolutivo marcado por la tecnología y la pluralidad. “Vivimos un momento de tránsito”, concede el sociólogo alicantino. Es el momento de comprobar si las nuevas aplicaciones de contactos o las nuevas fórmulas de pareja, como las relaciones poliamorosas o las que se desarrollan a distancia, interrumpen o allanan el camino de las flechas de Cupido. Pero también se mantiene aún en magnífica forma el amor de toda la vida, el de la media naranja, que sigue siendo el predominante. Y la encuesta del CIS también quiere indagar si esta adaptándose a los nuevos tiempos.
“Los sociólogos categorizan dos formas de amor”, explica Roche. Uno es “el romántico, el de toda la vida”. A primera vista, “es más autoritario y patriarcal, pone el acento en la unidad que crean dos individualidades que se juntan”. En este tipo de relcaiones, prosigue el especialista, “la sexualidad tiene menos peso y se suele centrar en las parejas entre un hombre, habitualmente dominante, y una mujer”. Los medios de comunicación, las películas, las canciones y las novelas lo mantienen vigente. “Es el predominante, incluso entre los jóvenes”, afirma. El otro es el “confluente”, llamado así por Anthony Giddens, sociólogo y miembro de la cámara de los lores británica. “Suele ser más efímero y respeta más la autonomía individual, tanto la de la pareja como la de los hijos, si los hay, a quienes se ayuda a crear su propia vida, es más negociador”, aclara Roche. “La sexualidad es más importante y también está más abierto a nuevas formas de amar”. El problema es que, en términos generales, “suele ser más corto”.

A partir de estos dos modelos, Roche le propuso a José Félix Tezanos, director del CIS, buscar la huella del amor en todos los órdenes sociales, algo que todavía no se había hecho. “Aceptó enseguida”, desvela. Puso a Roche al frente de un equipo en el que también han participado Manuel López Funes, investigador de la Universidad de Granada, y María Sánchez Domínguez, profesora de la Complutense de Madrid, al que se añadió la técnica del CIS Lisboa Osanz. Ciñeron las relaciones afectivas a las que se generan “entre dos personas que están enamoradas” y dejaron fuera al amor entre padres e hijos, entre amigos o a Dios. “El amor es una emoción de amplio carácter social, es muy transversal”, asegura el catedrático. “Comprobar si pensamos en él, si es importante en nuestra vida, puede reflejar su incidencia en todos los órdenes de la sociedad actual”. De esta manera, el estudio quiere ratificar si el amor, tanto el de las primerizas mariposas del estómago como el que se mantiene en el tiempo después de una larga relación, “nos convierte en más o menos consumistas, más o menos demócratas, más o menos seculares o trascendentes”.
Como ejemplo, Roche plantea las preguntas dirigidas a “calibrar la democracia de la sociedad”. ¿Quién toma las decisiones en la pareja?, se cuestiona, “¿el hombre, la mujer, los dos, se implica a los hijos en ellas?”. ¿Hay, como parece, un sector preocupante de la población joven que involuciona hacia el machismo y, por tanto, más tendente a imponer reglas de dominación? ¿Gana peso la tolerancia, con el amor? Con el consumismo, los investigadores también confían en que las respuestas de los encuestados aclaren sus dudas. “En el amor romántico, tienen importancia las cenas de pareja en restaurante, los viajes de novios, los regalos de San Valentín, que reflejan una sociedad de consumo”, razona Roche. “En el confluente, el hecho de cambiar con más frecuencia de pareja puede indicar que vemos a la otra persona como una mercancía de usar y tirar”.
La influencia del capitalismo se puede percibir especialmente entre la población de menor edad. “Cada vez es más difícil acceder a una vivienda y a un salario suficiente que permitan afrontar un proyecto en común”, manifiesta el sociólogo. “Esta falta de futuro condiciona a los jóvenes, que, por otra parte, es lógico que el concepto de proyecto a largo plazo no lo tengan aún maduro”. De hecho, en sus clases universitarias, Roche desvela que cada vez se encuentra con más chicos y chicas que no creen en el amor. “Les apunto que la esperanza de vida en España es cada vez mayor”, por encima de los 80 años en ambos sexos, “y les pregunto si van a ser capaces de aguantar tanto tiempo sin querer a otra persona”. “El amor necesita compartir los buenos momentos y afrontar juntos los malos”, continúa, “y vamos a preguntar si en esta sociedad cada vez más individualista sigue siendo posible y necesario”. Y, por último, si nos da la felicidad necesaria para alcanzar “la plenitud, un concepto casi sagrado, para averiguar si somos más religiosos o más seculares por efecto del amor”.
A todo ello, se añade la marca propia del siglo XXI, con las nuevas tecnologías, las relaciones por internet, las prácticas tóxicas como el ghosting, en la que un miembro de la pareja desaparece de repente, sin dejar rastro, o el pocketing, en la que un miembro oculta al otro de su círculo más cercano. “O las relaciones poliamorosas, las parejas que solo conviven en fin de semana, la pluralidad de géneros” de los miembros de una relación, que no siempre son dos. “El amor se replica a partir de canciones o películas, en las que aparecen o bien la parte dramática de la relación, como los celos, el dogmatismo de quien cree que el otro es de su propiedad o las rupturas”, sentencia Roche, “o bien un ideal difícil de llevar a cabo, porque el amor requiere trabajo y esfuerzo para consolidarlo”. “Es una gran construcción, pero presenta conflictos y las rupturas producen dolor y traumas. No hay recursos fáciles que solucionen la vida, en general”, asevera.
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