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La librería Sant Jordi de Barcelona reabre con un pequeño restaurante y una agenda cultural

La propiedad ha ajustado el alquiler para que el nuevo proyecto pueda ser viable en la calle Ferran

Librería Sant Jordi de Barcelona
Mar Rocabert Maltas

La librería Sant Jordi de Barcelona, uno de los últimos locales con arraigo de la calle Ferran, vuelve a abrir este miércoles con los libros de siempre, de segunda mano, más las principales novedades en catalán; un pequeño restaurante en la trastienda, gestionado por los responsables de Bodega La Palma; y una agenda cultural que pretende convertir este antiguo comercio en un espacio cultural, donde mantener vivo el espíritu del barrio y que sea punto de encuentro de sus vecinos. Gestionada por Temps d’Oci después de la muerte del antiguo propietario, Josep Morales, la librería se ha convertido en una brizna de esperanza en un distrito sitiado por negocios para turistas que se replican sin ton ni son.

La solidaridad se apoderó de muchos hace casi un año cuando corrió la voz que esta librería del barrio Gótico estaba en apuros. Su dueño acababa de fallecer de cáncer a los 58 años, justo el 9 de diciembre de 2024, y su viuda, Cristina Riera, no podía asumir la continuidad del negocio, menos aún con vistas a la finalización del contrato de alquiler, que tenía una renta muy por debajo del precio de mercado actual. Ante la incerteza, pidió que la gente fuera a comprar libros, puesto que era una de estas librerías de ocasión donde se acumulaban los tomos por todas partes. La respuesta fueron colas de gente que quería llevarse un pedacito de la Sant Jordi, especializada desde 1981 en volúmenes de arte, fotografía, ilustración y diseño, además de filosofía y literatura.

Después de esta emotiva respuesta, hubo quien también se convenció de que una librería así, que conserva un bonito mobiliario de madera de finales del siglo XIX, no podía irse al traste. Fue Rafa Serra, propietario de la agencia de viajes Temps d’Oci, quién ya llevó a cabo un proceso muy parecido para evitar el cierre de la librería Quera, especializada en montañismo y considerada la más antigua de la ciudad que nunca se ha movido de sitio, estando en el número 2 de la calle Petritxol desde 1900. Era 2019, justo antes de la pandemia, cuando Serra se la quedó e hizo posible su viabilidad convirtiéndola en un pequeño restaurante donde también poder comprar libros de excursionismo. Aunque esté en una calle muy turística, cuenta que la mitad del público es local y valora el buen producto. Tienen una carta corta y con poco fuego, pero todo muy bien seleccionado, con un tique medio de 24 euros.

“Mi voluntad no era ganar dinero, sino que fuera sostenible y mantener un local histórico de la ciudad”, recuerda ahora sentado en una mesa de mármol, mientras se dan los últimos retoques a la librería Sant Jordi, que abrirá puertas el miércoles por la tarde. Precisamente por su experiencia anterior, el Gremio de Libreros picó a su puerta ante el triste sino que le esperaba a otra librería del barrio. En esta ocasión y teniendo en cuenta las características del local y la calle, ha apostado por un proyecto más completo: que siga siendo una tienda de libros antiguos, pero que también cuente con un catálogo de las novedades en catalán; que se pueda comer y cenar en un pequeño gastrobar en la parte trasera, a un razonable precio de unos 25 euros de media; y que además tenga una agenda cultural con coloquios, presentaciones y cenas literarias. La reapertura es posible por el buen entendimiento entre Serra y la propiedad del local, una família que tiene todo el edificio y también ha ajustado el alquiler a la viabilidad del proyecto.

A primera vista, parece que el local esté practicamente igual porque se ha conservado la tienda de libros como estaba. No solo porque es preciosa, sino porque tiene cuatro tipo de protecciones oficiales por su valor patrimonial. Sí que se ha eliminado un mueble para ganar espacio, pero el gran cambio está en la trastienda, donde se ha construido una cocina y el antiguo almacén se ha convertido en el pequeño restaurante con capacidad para una decena de personas. En este rincón, se podrá comer cocina catalana sencilla, con algún plato cocinado como unos canelones o un muslo de pollo, pero sobre todo picar a base de gildas, tabla de quesos, ensaladilla rusa, alcachofa con romesco, o una tostadita de foie, por mencionar alguns de los primeros esbozos de la carta.

Para todos aquellos interesados, la librería reabrirá este miércoles a partir de las cinco de la tarde y hasta las nueve de la noche, con una jornada apadrianada por los escritores Carlota Gurt y Jaume Clotet. La intención es dar la bienvenida a vecinos, lectores y cualquier curioso, pero sobre todo a futuros barceloneses de quién también depende la continuidad de un comercio con solera, que da identidad al difuso centro de esta ciudad. Con la pandemia y la desaparición transitoria del turismo, la calle Ferran fue una de las más malparadas. Cuando los comercios volvieron a abrir, la cosa fue a pero, en el sentido de que se convirtió en una vía de locales de comida rápida, tiendas de souvenirs y de carcasas de móviles, sin rastro de comercios necesarios para los vecinos. Solo hay que mirar a ambos lados del antiguo aparador de la librería Sant Jordi para darse cuenta del desarraigo de esta calle que en su día fue un eje principal que unía la Rambla con la plaza Sant Jaume.

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Sobre la firma

Mar Rocabert Maltas
Es periodista de tendencias y cultura en la redacción de Cataluña y se encarga de la edición digital del Quadern. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la Agència Catalana de Notícies. Vive en Barcelona y es licenciada en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra.
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