Cosecha negra
El nacionalismo catalán está sufriendo una transformación histórica con el crecimiento de Aliança Catalana


No debiera dar pie a las sorpresas. Se veía venir. La última oleada del CEO (Centre d’Estudis d’Opinió) de junio ya captó la tendencia, reforzada ahora por las encuestas posteriores. El nacionalismo catalán está sufriendo una transformación histórica, que afecta a la propia tradición progresista, hegemónica desde hace un siglo, y se desplaza hacia la extrema derecha nacionalpopulista predominante en Europa y en Estados Unidos.
Como si hubieran caído las caretas, Aliança Catalana (AC) le pisa los talones a Junts después de haberle sustraído más de un tercio del electorado y de multiplicar por tres sus expectativas de voto, según la más reciente de las encuestas, publicada ayer por La Vanguardia. La formación pospujolista cede a AC su liderazgo en Girona y Lleida, sus feudos electorales de medio siglo. Crece el conjunto de la extrema derecha, a la que quiere votar uno de cada cuatro catalanes, pero crece más AC que Vox, y ambas lo hacen ante todo a costa de las formaciones conservadoras moderadas vecinas.
A excepción de estos dos partidos, nadie más puede darse por satisfecho. El espacio independentista queda repartido entre tres fuerzas muy igualadas: Esquerra en cabeza con el 14’7% de votos, Junts 13’3, AC 11’9; y lejos la CUP con el 4’2. La adición de todos sus votos, sin posibilidad alguna de traducción a mayorías o ni siquiera acuerdos, da poco más del 44% y 65 escaños. Apenas unas décimas más arrojan las pobres previsiones, insuficientes para seguir gobernando, para la actual mayoría formada por PSC, Esquerra y Comuns, que dio la investidura a Illa en Barcelona y apoya a Sánchez en Madrid. En cambio, el conjunto de la derecha, suma de Junts, PP, Vox y AC, supera en más de dos puntos tanto al independentismo como a la izquierda y acumula hasta 69 diputados de una mayoría absoluta igualmente inviable. Estas combinaciones dan la exacta medida de la fragmentación y la ingobernabilidad, a menos que surjan coaliciones multipartido o mayorías de investidura ahora inimaginables, y contrastan con las abundantes combinaciones de bloqueo parlamentario que ofrecen.
AC y Vox están creciendo en paralelo pero de forma autónoma, sin competir entre sí y erosionando directamente a Junts y PP respectivamente. Los inmigrantes perjudican a Cataluña, según Silvia Orriols, su lideresa, porque ponen en peligro la lengua, introducen una religión ajena, incrementan la inseguridad y compiten en el uso de servicios y en la devaluación de los salarios con los catalanes, los mismos argumentos que Vox utiliza para España. El miedo al extranjero o incluso a la extinción de la propia identidad, en Cataluña centrada sobre todo en la lengua, ha sustituido a la ilusión soberanista declinada en clave española por Vox y catalana por AC. Ambas formaciones comparten la idea de la preferencia nacional y el programa de remigración, y son los mayores defensores de la guerra de Netanyahu, imaginada como parte de un combate contra la invasión de árabes y de musulmanes. Tras la alegre siembra, la negra cosecha.
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