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Los camareros, ante un nuevo verano sin convenio de hostelería en Cataluña: “Es insostenible”

El sindicato UGT protesta en Barcelona contra el “bloqueo” de la patronal y denuncia que no redistribuyan las ganancias de un sector turístico en auge

Manifestantes en la protesta de UGT para reclamar la renovación del convenio de hostelería, este jueves.

Pronto se acabará el verano, y lo más probable es que los camareros, cocineros y demás personal que trabaja en hostelería y restauración en Cataluña lo terminen sin la cobertura de un convenio colectivo renovado. No es la primera vez que el sector de la hostelería catalán desempeña su trabajo en verano —la temporada más exigente y en la que más contrataciones hay— con un convenio colectivo caducado. Ocurrió en 2012, 2014, 2017, 2019, 2020 y 2022. El registro histórico muestra con insistencia las dificultades de negociar con celeridad una renovación del convenio cuando la vigencia del anterior ha caducado, para que los trabajadores del verano estén cubiertos con condiciones laborales actualizadas. El último convenio (2022-2024, firmado en enero de 2023) lleva ocho meses caducado, y las negociaciones están encalladas, en un contexto en el que el turismo sigue creciendo —con 5,5 millones de pasajeros en el aeropuerto de El Prat en julio, un récord histórico mensual—. Este jueves el sindicato UGT ha organizado una protesta para reclamar a la patronal que desbloquee el acuerdo. Los trabajadores, sin embargo, están instalados en el pesimismo: lamentan que, aunque se firmase un convenio, lo habitual en el sector es que no se cumpla.

El turismo representa en Cataluña más del 14% del PIB, y está a la cabeza de España en destinación (el 21,3% de las llegadas) y en el gasto de los turistas (el 19,5%). El negocio ya hace un tiempo que se ha recuperado del bache de la pandemia, y continúa creciendo, pero los sindicatos lamentan que ello no repercute en mejoras laborales. Ni sobre el papel, con los acuerdos colectivos, ni en la realidad, donde la falta de inspectores de trabajo hace que los convenios no se respeten.

Eulàlia tiene 59 años, vive y trabaja en un bonito y caro pueblo de la Costa Brava y está agotada. Empieza su turno a las ocho de la mañana y acaba a las siete y media de la tarde, casi doce horas que pueden llegar a ser trece si se la necesita. El empresario para el que trabaja tiene restaurantes, hoteles y apartamentos turísticos, y la hace ir de un negocio al otro según le convenga. “Hay veces que no puedo parar ni a hacer pis, otros cuando puedo comer son las cuatro y media y ya no me dan comida en ningún sitio. Pues otro día sin comer”, lamenta. Además, deja claro que no se lo valoran: “Todo son malas caras y gritos”, asegura. Todo esto agravado por las tres olas calor que ha habido este verano, en la que no han podido parar. “En uno de los restaurantes pasan más de 300 personas al día, y es un no parar”, asegura. Tiene un día de fiesta a la semana y a final del mes cobra unos 1.700 euros. Cree que la situación “es insostenible”. “Se quejan que no encuentran personal, ni camareros, ni cocineros, ¿y les extraña? Quien va querer trabajar todo el día con los salarios que pagan pudiendo hacer otra cosa y tener vida”, pregunta. Sin embargo asegura que se puede estar peor todavía. En su anterior empleo la hacían trabajar sin descanso de junio a noviembre. “Eso no tiene nombre”, apostilla.

Los principales escollos para la renovación del acuerdo tienen que ver con los síntomas más evidentes de la precariedad en este sector: los salarios y los horarios. Los primeros, por bajos, y los segundos, por largos, partidos y profusos en horas extraordinarias que ni se pagan ni se compensan. En la última reunión, del 22 de julio, la patronal fue con una propuesta que los sindicatos vieron insuficiente, tanto por los incrementos salariales (3,75% este año, 2,75% el año que viene, y 2,75% en 2027) como por lo que consideran “recortes” en materia de descansos, jornadas y bajas. “Son propuestas muy alejadas de la capacidad que tienen las empresas, dados sus márgenes empresariales. Necesitamos además mejoras en temas como la reducción de jornada, la salud laboral, los riesgos psicosociales...”, señala Natàlia Castro, secretaria general de Servicios de CC OO Cataluña. Castro considera inaudito que las empresas “no cuiden a su activo principal, que son los trabajadores”. La próxima reunión está prevista para el 17 de septiembre, y si no hay avances el sindicato planteará movilizaciones, pero también ve el tema en una óptica más general, y reclama medidas legislativas para ir hacia un modelo sostenible de turismo.

En cuanto a las retribuciones, las tablas salariales del último convenio marcaban unas retribuciones que iban desde los 1.084 euros brutos mensuales en las categorías más bajas hasta los 1.600 o 1.800 euros brutos para los jefes de sala, de cocina y otros responsables, y se acordaron subidas salariales para los años de vigencia del acuerdo. Con todo, el salario más habitual, indican fuentes sindicales, está en los 1.500 brutos mensuales para una jornada completa, pero en el sector hay muchos contratos parciales, con lo que el salario real de muchos trabajadores es menor.

En la protesta, UGT ha reclamado una subida salarial de al menos el 13,5%, que es la que se ha pactado recientemente para la renovación del convenio colectivo en las Islas Baleares. “La patronal está teniendo una actitud irresponsable, solo mira la cuenta de resultados: en este verano hay más turistas que el año pasado, no hay ningún elemento que justifique el bloqueo del convenio”, ha dicho el secretario general de UGT, Camil Ros. Pepe Álvarez, responsable del sindicato en el conjunto del Estado, ha añadido: “La gente que está trabajando cada día para que el sector funcione lo hacen en condiciones inaceptables. En Cataluña la patronal no es capaz de avanzar en el convenio colectivo, cuando en Baleares sí se ha logrado”. “No vamos a firmar un convenio colectivo a la baja en la hostelería en Cataluña”, ha avisado Álvarez, abriendo la puerta a una huelga en el sector. El último convenio salió adelante con el voto de UGT y el rechazo de CC OO, que entendió que la subida entonces acordada fue, precisamente, aceptada a la baja.

La patronal, la Confederación Empresarial de Hostelería y Restauración de Cataluña, ha declinado a este periódico dar su visión sobre el desarrollo de las negociaciones.

En la concentración, frente a un hotel de la plaza de Cataluña, han participado unas 150 personas, muchas de ellas de las comarcas de Girona, y de empresas grandes —como la hostelería de hospitales o centros de geriatría, o grandes hoteles— donde se suele aplicar más el convenio. Mercè y Toñi son camareras de piso en un geriátrico de Palafrugell: “Servimos las comidas, hacemos las camas, limpiamos... La mayoría cobramos entre 900 y 1.100 euros por los contratos parciales, estamos dentro del convenio pero esto no son salarios dignos”. María José Grau, que trabaja en la limpieza, servicio de cafetería y cocina en el Hospital de Palamós, lamenta que en el sector lo habitual es ser “mileurista”, y recuerda que aunque haya sitios donde más o menos se cumpla el convenio y no se hagan horas extra, en la mayoría de empresas del sector, como bares o restaurantes pequeños en la costa, no se cumple.

Es el caso de Elena, que trabaja en otro pueblo del litoral de Girona. A sus veinte y pocos años aprovecha el verano para ganar un poco de dinero. Está de camarera en un restaurante que ha cogido fama por la calidad de la carne que preparan a la leña. A ella le gusta el trabajo, y el negocio, pero su horario empieza a las once de la mañana hasta medianoche –con un rato de descanso por la tarde- y tiene fiesta medio día a la semana. Cuando llega a casa sólo tiene fuerzas para dormir. Los convenios, opina, “ni los horarios ni en salarios se puede decir que sean dignos”.

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