Clau-Clau-Claudio y yo
La obra de teatro ‘Yo, Claudio’, representada hace 44 años por una cuarentena de niños de 11 años, dejó poso en muchos de ellos


“Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, esto, lo otro y lo de más allá, porque no pienso molestaros con la enumeración de todos mis títulos, que otrora, no hace mucho, fui conocido por mis parientes, amigos y colaboradores como Claudio el idiota, o ese Claudio, o Claudio el tartamudo, o Clau-Clau-Claudio o, cuando mucho, como el pobre tío Claudio...” Así empieza la novela de Robert Graves Yo, Claudio, y así sigue almacenada en un rincón de mi cerebro (en un chip, o en una nube, diría hoy) desde que, en 1981, con 11 añitos, interpreté a Claudio. Podría seguir (por supuesto, sin mirar): “...voy a contar ahora esta extraña historia de mi vida. Comenzaré...” Pero no hace falta.
El guion asustaba. ¿Cómo me iba a aprender tantísimas páginas de memoria? Dos novelas (la citada, Yo, Claudio, y Claudio el dios y su esposa Mesalina) adaptadas por Josep Cervelló y reducidas (parece cachondeo... ¡reducidas!) a una obra de teatro de más de cuatro horas en dos partes. Fue en el colegio, pero una actividad extraescolar. Ensayábamos dos tardes por semana (en la escuela italiana solo teníamos clases por las mañanas —sábados incluidos, eso sí—). La presión era mucha. De hecho, nunca llegué a quitármela de encima. De ahí la obsesión.
“Tu madre me decía que estaba preocupada porque a ver si te iban a quedar tics”Josep Cervelló, director de 'Yo, Claudio' en 1981
Lo más asombroso es que un chaval ¡de 19 años! adaptase esos dos novelones al teatro, para unos 40 niños de 11 años, que siguen guardando en el recuerdo aquella intensísima experiencia. “Era otra época: los de mi generación solo teníamos una tele, y a ratos, imagínate. Así que teníamos más tiempo para distraernos con otras cosas”, dice ahora, con mucha humildad. Pero enseguida reconoce que lo suyo no era normal: “Mi hermana, cuando le preguntaban por mí, decía que era ‘raro”. Por algo sería. No creo que sea una cuestión de generaciones: aquel chaval de 19 años tenía que ser raro de cojones. Un genio.
“Tenía clarísimo que tú tenías que ser Claudio y que la cara de excéntrico de Sergio [Rossi, compañero y amigo eterno] era la de Calígula”, recuerda ahora el director de la obra. Pero el que imitaba a la perfección la tartamudez de Claudio era Sergio, a quien había flipado la serie de la BBC que se emitió en España en 1978 —y se había reemitido ese verano (el de 1980)—. Así que me dio unas claves (unos tutoriales) para cabecear de aquella manera y para arrastrar nerviosamente las palabras. Yo me apliqué con entusiasmo. Tal vez, con demasiado entusiasmo. Tanto que se me escapaba la cabeza, ¡zas!, a la izquierda, ¡zas! a la derecha. “Tu madre me decía que estaba preocupada porque a ver si te iban a quedar tics de Claudio”, me reconoce ahora el director. Y yo pienso, haciendo un imperceptible sonido gutural con algo que tenemos entre la garganta y la nariz: “Las mamás siempre tienen razón”.
Las horas de entrenamiento, de ensayos, de función hicieron mella en mí. Sí, a lo tonto a lo tonto, me daba por agitar la cabeza, o por hacer sonidos guturales extraños antes de empezar a hablar. Todo controlado, o eso creía. Jesusa Andany, actriz y acreditada profesora de dicción, que se tragó las dos partes de la obra enteritas en directo (no había otra manera de hacerlo...), sostiene que es posible que aquella interpretación me dejara secuelas: “Sin duda, cuando un actor se mete mucho en su personaje, adquiere dejes, gestos, detalles de este. Es normal”, comenta ahora. Pero... ¿durante tantos años? “Ah, ¿todavía los haces?” En realidad, no, aunque de vez en cuando sí. O sea, sí. Ya nadie se da cuenta (o eso quiero pensar), pero sí. La obsesión, de nuevo...
“Tú ni te lo imaginas, pero fuiste el tercer actor en la historia que interpretó a Claudio“, le solté a Héctor Alterio. Y se lo expliqué
Y más presión. Y más obsesión. Josep Cervelló dice ahora que no se acuerda, pero en aquella época me aseguró que Derek Jacobi, quien interpretó a Claudio en la fabulosa serie de la BBC, y yo éramos los únicos actores del mundo que habíamos interpretado a Claudio. Este dato, absolutamente incontrastable en cualquier hemeroteca, me entusiasmó. Y la obsesión fue en aumento cuando, entre tics y tocs, en 2004 fui al anfiteatro del Grec a ver a Héctor Alterio protagonizar... ¡Yo, Claudio! El actor argentino era el tercer hombre, el tercer Claudio. Y él nunca lo supo. Hasta que, en 2016, tuve el honor de entrevistarlo para este periódico por su obra El padre, en el Romea de Barcelona. Al acabar la entrevista se lo revelé: “Tú ni te lo imaginas, pero fuiste el tercer actor en la historia que interpretó a Claudio”, le solté. Sonrió, confundido y encantado al recordar a aquel personaje. “Qué bonita, aquella obra... Pero, no entiendo...”. Claro que no entendía. Y se lo expliqué. Rio, casi me abrazó y yo sentí que había hecho justicia poética.
Me he identificado con Claudio, republicano pero emperador (tremendo oxímoron, que se tuvo que tragar...); quiero pensar que, habiendo sido dios de los britanos, hoy sería ateo; historiador erudito; tartaja y cojo. Me representa. Y me sigue obsesionando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
