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política
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ánimos populares para la ‘depre indepe’

Desorientado y partido por cuatro, es una quimera la recuperación de la fuerza unitaria de antaño

Lluís Bassets
Celebración, en 2023, del sexto aniversario del referéndum del 1-O en la plaza Urquinaona de Barcelona.

El independentismo ha salido exhausto de la aventura en la que ha ocupado todas sus energías durante tres lustros. Atascado en el carril ideológico que llevó al octubre de 2017, no ha conseguido culminar siquiera la parte más sustancial de sus pactos con el socialismo español. Para colmo, a la eterna pugna entre Esquerra y Junts, se ha añadido ahora Aliança Catalana, que atrae a los juntaires al lugar donde habitan los peores instintos supremacistas e islamófobos.

Desorientado y partido por cuatro, dos de los trozos en los extremos, es una quimera la recuperación de la fuerza unitaria de antaño. Lejos queda la centralidad pujolista que recogía y amalgamaba la pluralidad social y política. Pierde tracción el eje nacional, de tan buenos rendimientos en la pasada década, en favor de la clásica división entre derecha e izquierda, adaptada ahora a la realidad trumpista, que en Europa enfrenta a la extrema derecha etnonacionalista, populista e iliberal con el europeísmo centrista, cosmopolita y liberal. Las encuestas les son adversas y también la evolución ideológica de las generaciones más jóvenes. En nada ayuda la balsa de aceite en que se ha convertido Cataluña con Salvador Illa al mando.

Si algo han conseguido las dos fuerzas principales es un paulatino regreso al tedio autonómico, desde los municipios hasta la Generalitat, y naturalmente las instituciones e incluso empresas del Estado. El objetivo anhelado yace en el almario donde duermen sentimientos y utopías. Hay que tener mucha fe para atisbar algún horizonte útil a la vista. No la tienen ni sus protagonistas, aunque de vez en cuanto sigan con sus vociferantes premoniciones e incluso amenazas, que suelen servir para ocultar la depre indepe y apuntarse tantos propagandísticos.

Saben que la ventana se ha cerrado y que solo podría abrirse de nuevo en un cataclismo europeo en el que los populismos nacionalistas tuvieran un protagonismo similar al del trumpismo en Estados Unidos. No parece saberlo, en cambio, la opinión española más encrespada contra Pedro Sánchez, convencida de que el procés sigue imparable, dirigido ahora desde Moncloa bajo tutela de Carles Puigdemont, directo a la confederación, la autodeterminación y la república.

Por estos fantasiosos caminos argumentales circula Alejandro Fernández en su reciente libro A calzón quitado, más interesante por las cuentas que tiene pendientes con su partido que por sus propuestas políticas. Pocos dirigentes de un partido han embestido contra los suyos con tanta gracia y contundencia como el presidente del PP catalán, especialmente por las críticas a Génova por sus “tutelas y bandazos” respecto a la organización catalana.

Sus críticas se entienden muy bien desde la persistente vocación catalana, y catalanista, de obtener siempre las máximas cotas de autogobierno, en su caso, para el PP catalán y a mayor gloria de España, naturalmente. Pero tanto el análisis como la retórica dan más ánimos a la deprimida fe secesionista que argumentos a los dirigentes de su partido. Fernández será un gran españolazo, pero es también un catalán enorme, hasta la médula.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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