El Aquàrium de Barcelona se pone al día en su 30º aniversario con un gran chapuzón inmersivo
Un espacio envolvente que recrea un viaje a la fosa de las Marianas y un área sobre los manglares, entre las novedades que han supuesto una inversión de 15 millones de euros


Los peces están de fiesta: el Aquàrium de Barcelona, un centro que ha sabido hacerse un lugar en el corazón de los catalanes y también en el de los turistas, cumple 30 años de existencia y lo celebra con una puesta al día de sus instalaciones que refuerza el atractivo de la visita. La introducción de la tecnología inmersiva es lo más vistoso de la renovación, que incluye un inmenso suelo de pantalla digital que hace que literalmente camines sobre el mar y una instalación envolvente que recrea un azaroso viaje (“¡necesidad de ascenso inmediato!”) al punto más profundo del planeta, la fosa de las Marianas, a 11.000 metros bajo el océano Pacífico. El centro marino, que inaugura además un nuevo espacio consagrado a los manglares y juegos interactivos, entre otras novedades (como la renovación de la pingüinera o el acuario de los dragones marinos), acentúa su discurso de concienciación medioambiental y subraya la urgencia de proteger los océanos. Visitado desde su inauguración en 1995 por 40 millones de personas, el Aquàrium se ha hecho más sostenible (hasta hay mobiliario hecho con redes de pesca recicladas), y ha renovado también la cafetería. La nueva etapa, que refuerza la idea de que hay que hacer “que la gente se enamore del mar”, ha requerido una inversión de 15 millones de euros.
El Aquàrium, un equipamiento privado que pertenece al grupo Aspro Ocio, forma parte medular de la ciudad y cada una de sus novedades y vicisitudes ha sido seguida con asombro y cariño por la sociedad barcelonesa: desde la propia inauguración y la llegada de los sus primeros tiburones a la introducción de las medusas y otras delicadas especies, pasando por la insólita historia de amor de los pingüinos Marcusa y Mustafá o el ardoroso sexo de las sepias, sin olvidar las zambullidas de personajes populares —como Judith Mascó o Messi— entre los escualos del gran tanque para felicitar las Navidades.

Este mediodía se han presentado las novedades del 30º aniversario en el curso de una visita conducida por el director técnico del centro, el veterano biólogo y buceador Patrici Bultó, ligado desde el principio al Aquàrium. Bultó ha ofrecido todo su conocimiento de las instalaciones, que acogen a 11.000 organismos de 600 especies diferentes, y ha brindado algunos buenos consejos como que si ves algo muy bonito en el agua mejor que no lo toques. Ha recordado que el Aquàrium está consagrado a resaltar la belleza y la fragilidad del mar y a hacer que la gente lo aprecie y valore desde niños. El nuevo recorrido arranca como una aventura en unas escaleras que literalmente se adentran en el agua, en forma de una gran pantalla con imágenes marinas -incluso un cachalote nadando- en las que te vas sumergiendo. Se pasa ante unas grandes mandíbulas del tiburón extinto Megalodon (Meg está de moda). La sala inmersiva, con imágenes envolventes, invita a sentirse como un audaz investigador marino y descender en el batiscafo Subaqua Explorer a la máxima profundidad para ver criaturas abisales y chimeneas naturales de azufre (oasis hidrotermales) pero también a descubrir que hasta allí llega nuestra basura en forma de un neumático de coche. Nos encontramos un kraken, un calamar gigante de 17 metros, un ser alucinante que volverá a aparecer durante la visita.
El recorrido continúa entre los habituales acuarios temáticos con atención especial al Mediterráneo y representación de diferentes ecosistemas como el Delta del Ebro, las islas Medas o una pradera de posidonia balear. En un acuario pueden verse los ejemplares de esturión europeo, en peligro crítico de extinción, y en cuya recuperación colabora el centro. La guardería de tiburones despierta sensación así como un primer tanque con escualos de varias especies tropicales (puntas negras y tiburón cebra o leopardo). El saludo ineludible al pez payaso (“Nemo está muy bien documentado”) y la consideración de que la corvina “es el pez más sabroso, según Pla”, lleva a acuarios con peces venenosos y otros que reproducen (en pequeño) la gran barrera de coral australiana o el Mar Rojo (el paso de especies invasoras por el canal de Suez, “lesepsianas”, es un problema para el Mediterráneo, aprovecha para decir Bultó). Todo el recorrido ha sido reforzado con modernas pantallas que arrojan información sobre los peces y la conservación de los mares. Ante el pulpo, Bultó recuerda que solo viven un año, en dramático contraste con el tiburón boreal, el vertebrado más longevo, que puede llegar a los 400 años, aunque, eso sí, no alcanza la madurez sexual hasta los cien, lo que ha de ser un fastidio.
El gran tanque de 4,5 millones de litros de agua del Oceanario, bajo el que discurre la visita y punto neurálgico del Aquàrium, continúa siendo un momento espectacular de la misma. Bultó señala los tiburones grises y toro y los dos penes (pterigopodios) de estos, además de mencionar el canibalismo intrauterino de algunas especies (desde luego el biólogo sabe cómo hacer una visita interesante). Señala con cariño una pastinaca preñada.
En la zona de juegos interactivos, un niño está sacando plásticos del mar y una niña colorea y envía su propio pez (“Ernie”) a un acuario virtual. “Uno de nuestros objetivos prioritarios es que los niños se enamoren del mar”, anota Bultó, “y luego ayuden a salvarlos”. En el gran vestíbulo del Planeta Aqua, se puede ver la renovada pingüinera, con 18 pingüinos de Humboldt dedicados a sus cosas de pingüinos; el gran modelo de cachalote en cuyo interior te puedes meter por las fauces abiertas como si fueras Jonás, Ahab o Pinocho (dentro hay una mágica exposición de medusas y te reencuentras con el kraken), y en una piscina puedes dar de comer a las carpas (un biberón con pienso de peces que cuesta 4 euros). Hay maravillas por todas partes: ajolotes, ranas dardo, caballitos de mar, “los horrores del mar” (una sección sobre la basura que lanzamos), submarinos (uno visitable) y ¡pirañas! -”¿se te comen?”, se le ha preguntado a Bultó; “depende”, ha contestado; en temporada baja sí: en la estación seca, cuando quedan recluidas en pozas y sin comida, pobres.
A la salida, se pasa bajo un gran tiburón blanco que también está de aniversario (50 años de Tiburón) y se accede a la tienda de recuerdos, único sitio del Aquàrium en el que hay sirenas.
Y a todas estas, ¿qué ha sido de los pingüinos enamorados de 2011? “Por ahí deben andar”, señalan los responsables del Aquârium, son muy longevos y muy fieles, recuerdan, aunque a veces ves salir alguno —“golfete”— de la vivienda que no le toca. La noticia sin embargo es que un viejo pingüino de 27 años sigue en la brecha con su pareja y se reproducen (aunque los huevos no son viables). Se llama Papuchi. La vida continúa. ¡Y que viva el Aquàrium!
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