La mascarilla se queda fuera de la playa en Barcelona
Los ciudadanos cumplen mayoritariamente con la obligación de protegerse la boca y la nariz pero no utilizan protección junto al mar


El premio al civismo se lo llevan esta mañana de jueves los monitores de un casal de fútbol que se han tomado al pie de la letra la obligación de llevar mascarilla dictada por la Generalitat para evitar contagios de la covid-19 y no se la han quitado ni en la playa: los niños la han llevado incluso en la arena, sobre sus toallas. “Solo se la han quitado para bañarse o jugar a futbol”, presumía, responsable, Laura García, una de las monitoras, cuando el grupo se marchaba, con los niños duchados: “Hay que decir que hemos sido los únicos”.
El grupo es la excepción que confirma la regla: nadie lleva puesta la mascarilla en las playas de Barcelona. Nadie en el casi kilómetro de longitud que suman las playas de la Mar Bella, Bogatell y Nova Icària. La gente llega caminando con la mascarilla puesta y al entrar en la playa o al plantar la toalla se la quita. Como norma general, cumplen las distancias.
La consejera de Salud, Alba Vergés, afirmaba este jueves al hacer pública la obligatoriedad que “la norma general es que todo el mundo salga de casa con la mascarilla, se vaya a la playa o trabajar. Cuando la actividad sea incompatible con llevar mascarilla, es cuando te la puedes sacar, pero con seguridad”.
Es lo que hacían sobre las 11 de la mañana Cristina Horta, que llegaba a la playa con su marido y su nieta: “La verdad es que la norma es ambigua, pero se entiende no tiene ningún sentido llevar mascarilla para bañarse o tomar el sol”, decía mientras al tiempo que se quitaba la ropa guardaba el artilugio. A su lado se instalaba Rut Cortina, con una amiga y tres niñas de cuatro y tres años. Y también guardaban las mascarillas en las bolsas del kit playero. Cristina contaba que su familia baja todos los domingos y vaticinaba que la gente tampoco llevará mascarilla aunque las playas se llenen.
“¿Puedo dar mi opinión? Esto de la mascarilla está muy bien, pero hay cosas que podrían hacer [las autoridades] y no hacen. Como vigilar esas escaleras del espigón, que por la tarde se ponen hasta arriba de chavales tomando algo y ni respetan las distancias ni se protegen”, señalaba Adeladia Ventura desde las duchas, ya con la mascarilla puesta, después de dar un pasillo por la orilla. “Para caminar me la quito, te ahogas”, se disculpaba. Alejandro Hidalgo también se ponía la mascarilla al disponerse a montar en su bici para volver a casa. Concienciado, ha pasado el coronavirus. “Prefiero la mascarilla a que nos vuelvan a confinar”, argumentaba.
Los que sí tienen que llevar mascarilla en la playa son los colectivos profesionales: Guardia Urbana, informadores, personal de parques y jardines o los socorristas. Sí, aunque estén en lo alto de las sillas vigilando, los socorristas la llevan puesta. Como los camareros de los chiringuitos. Álex, empleado del Morai, contaba que este jueves ve más mascarillas en la terraza del local: “Para entrar se la ponen, para consumir, no”.
La obligatoriedad en algunos casos supone una molestia más para vecinos de la ciudad que de fuera. Tamara Ballesta salía de la arena con su madre, Soledad, que es de Valladolid. La madre contaba que en su ciudad “todo el mundo lleva mascarilla, incluso en las terrazas cuando están sentados”. En cambio, la hija reconocía que hasta que la Generalitat ha impuesto la obligatoriedad, se había relajado “bastante”. “Es agobiante”, manifestaba.
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