De Alcaraz a Viva Suecia y las peñas huertanas: Murcia celebra sus 1.200 años con el arte colectivo de Lidó Rico
El escultor crea un mural monumental con la participación de 150 personas conocidas y anónimas para interpretar el pasado hablando desde el presente


Las manos del tenista Carlos Alcaraz sostienen dos pelotas de tenis y un limón. Las del cantante Rafa Val, del grupo Viva Suecia, una bandera de ese país, y las de la cineasta Eva Libertad, directora de Sorda, una oreja. Las del cantante Xuso Jones cogen una bota de cowboy; las de Miss Universo España 2023, Athenea Pérez, una escultura; las de la cantante Ruth Lorenzo, una caracola; las de la actriz Pepa Aniorte, una raspa de sardina, y las del pintor Pedro Cano, un pincel. Todas esas personas tienen dos cosas en común: son murcianos y son protagonistas de una obra de arte colectiva, el mural Piel y memoria, que el escultor Lidó Rico expone hasta el próximo 25 de enero en el Palacio Almudí de Murcia para rendir homenaje a los 1.200 años de historia de la ciudad a través de una “foto fija” del presente y con la mirada puesta en el futuro.
La exposición comenzó a fraguarse a principios de 2025, con motivo del aniversario de la fundación de la ciudad de Murcia en el año 825. Lo que iba a ser una pieza de unos nueve metros cuadros con una veintena de elementos de bronce que representaban los iconos del municipio fue creciendo “de manera orgánica, natural”, por la necesidad de ofrecer “una visión en 360 grados de Murcia y su sociedad”, de “huir de una panorámica estática y hablar del presente, del presente de verdad”. El resultado final es un lienzo monumental de 22 metros cuadrados (7 metros de largo por 2,5 de alto y más de cinco toneladas de peso) en el que han participado más de 150 personas. Sus manos, elaboradas en resina de poliéster, y los objetos de bronce que sujetan, se mezclan con decenas de rostros velados que gritan, hablan, susurran, se miran. No hay lugar para el vacío, ni para el silencio: el mural es abigarrado, barroco, una suerte de “horror vacui”, un “cataclismo” lleno de capas en el que “el milagro está en que lo más importante no es lo que ves, sino lo que hay detrás”, explica el artista en una entrevista con EL PAÍS.
Si por algo se caracteriza la obra de Lidó Rico (Yecla, 57 años), es porque está “hecha a peso, con el propio cuerpo”, subraya. La descripción es literal: para hacer los rostros de esta escultura monumental, el artista ha usado la técnica que ideó hace casi cuatro décadas y que consiste en introducir su propia cabeza en bañeras de escayola para generar un molde con el que se configura cada una de las piezas. “No hay nada esculpido. Los escorzos, los gestos, las expresiones, están hechos desde las propias emociones. A veces son duros de hacer, por eso mi implicación tiene que ser total y absoluta, porque yo trabajo en el presente, quiero hablar del presente, de las inquietudes del hombre, de sus indefensiones, sin maquillaje”, destaca.
Hasta ahora, Lidó Rico siempre había usado esa técnica con su propio cuerpo, bajo la premisa de que “una persona es todas las personas”. Al tratarse de una pieza conmemorativa para la ciudad de Murcia, se planteó en esta ocasión incluir una mano ajena, la del alcalde, José Ballesta (PP), sujetando un corazón de bronce que simboliza el del rey Alfonso X, fundador de la ciudad y que se conserva enterrado en la Catedral de Murcia. “Esa era una forma de conectar el pasado y el presente”, explica a EL PAÍS el concejal de Cultura e Identidad de la ciudad, Diego Avilés. “Pero para que ese presente no quedara en algo efímero, Lidó Rico empezó a pensar en darle una vertiente más social, en incluir a otras personas que forman parte de nuestra realidad. La pieza se sobredimensionó ”porque era lo que pedía, hasta convertirse en una obra en la que cada centímetro cuadrado encierra una metáfora, cuenta una historia de nuestras raíces y de nuestro hoy”, señala.

Así, de una manera casi improvisada, durante este año han pasado por el estudio del artista nombres muy conocidos a nivel nacional, como los mencionados, pero también a nivel local: presidentes de peñas huertanas, de cofradías de Semana Santa, de grupos sardineros, de agrupaciones de moros y cristianos. Políticos regionales, empresarios, representantes de las universidades, de la Iglesia, directores de museos o periodistas.
Pero el grueso de los participantes son personas desconocidas. Maestros, catedráticos, amas de casa, médicos, investigadores, estudiantes (desde niños de cinco años hasta universitarios), profesores, biólogos, químicos, y usuarios de las ONG Afacmur (de familiares de niños con cáncer), Assido (de personas con síndrome de Down) y Aladina (de ayuda a niños con cáncer), entre otros.
“Ha sido la primera vez que he trabajado con tanta gente, soy muy receloso con el estudio y he tenido que romper todas mis pautas de comportamiento para hacerlo. Abrir el estudio es como desnudarte: se ven todos tus órganos. Ha sido una experiencia muy intensa en la que todos los que han pasado por aquí han tenido que implicarse, meterse en el proyecto y dejar al cuerpo hablar”, expone el artista, que lleva años trabajando en la idea de abrir el arte contemporáneo al gran público, más allá de las voces expertas. “A un 90% o 95% de las personas les cuesta mucho acercarse al arte contemporáneo, es un mundo muy endogámico. Pero yo tengo la máxima de que el arte está hecho por personas y para personas. Nadie es dueño del arte, cualquiera puede participar. El arte tiene una capacidad extraordinaria para restituir, para sanar. Por eso defiendo un concepto de arte social, de universalizar el arte”, reflexiona.

Con esa idea, Lidó Rico puso en marcha hace tres años su Fundación para la Dinamización del Arte y la Cultura, que presta apoyo a artistas emergentes y colabora activamente con entidades sociales para acercar estas disciplinas a todo tipo de colectivos, explica su director, Juan Manuel Huéscar. “Esta no es una fundación para mostrar la obra de un artista en un espacio estático, su objetivo es menear, apoyar a la gente joven, apoyar a asociaciones, para que el arte no solo sea algo contemplativo, algo que el artista crea y el espectador imagina, sino algo en lo que todos se implican”, señala.
Para ello, tras su paso por el Palacio Almudí de Murcia, el mural Piel y memoria se podrá ver la próxima primavera en la sala Alcalá 31 de Madrid, con una novedad: contará con un área destinada a que personas con problemas de visión puedan tocar la obra y acercarse a ella con otros sentidos. También está previsto que la pieza se exponga en Bruselas, pero la intención es que vuelva a Murcia, donde se instalará de manera permanente en la Cárcel Vieja, antigua prisión franquista rehabilitada como centro de arte contemporáneo. Allí, señala el concejal, se espera que se convierta en un “lugar de peregrinaje” para los visitantes, que podrán usarla como una especie de “mapa turístico” de la ciudad, porque en ella está reflejado su patrimonio artístico, cultural, gastronómico o social.
Para que esa instalación permanente pueda seguir “hablando del presente” y ser una pieza “viva”, el lugar central del mural lo ocupa una cápsula del tiempo con un mensaje manuscrito, cerrado ante notario, con el objetivo de que sea abierto dentro de cien años, en 2125. “No hay nada más horrendo que lo predecible, nada más lastimoso que las cosas dejen de sorprenderte. En esto, el arte contemporáneo tiene muchísimo que dar. ¿De qué manera el arte contemporáneo puede interpretar el pasado? Yo lo he interpretado a través del presente. Y de un presente que mira al futuro”, concluye el artista.
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