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Ignasi Aballí ocupa la Casa de Cervantes

El artista inaugura un ciclo de exposiciones en el museo del escritor en Valladolid con una muestra que convierte el espacio en un recorrido conceptual sobre lenguaje y memoria

Igual que la lectura, la exposición de Ignasi Aballí en el Museo Casa de Cervantes en Valladolid se manifiesta como una experiencia silenciosa. Un paseo acompañado de un murmullo interior, como un pensamiento recogido y perfectamente integrado en el espacio y entre sus contenidos; tanto que, quizá, no nos extrañaría que hubiera algún visitante despistado al que la propuesta le pasara inadvertida. Titulada Ver para leer y comisariada por Bea Espejo, se trata de la primera muestra temporal del recién inaugurado ciclo Casa Ocupada, que anualmente programará proyectos de artistas contemporáneos cuyo trabajo tienda puentes con la literatura que rezuma el edificio, donde Miguel de Cervantes vivió entre 1604 y 1606. Instalado allí por el traslado de la Corte a la ciudad castellana, el escritor recibió entre esas cuatro paredes el privilegio real para imprimir el Quijote, y también redactó alguna de sus Novelas ejemplares.

Aballí, representante español en la Bienal de Venecia de 2022 y artista cercano a la práctica conceptual, ha pensado y producido varias obras expresamente para este espacio valiéndose de la materia prima habitual de muchas de sus creaciones: textos, palabras, documentos, archivos… Esto es, lenguaje y memoria; objetos e ideas: eso que encarnan los libros. A la entrada de cada una de las estancias, Aballí ha recortado páginas que anuncian los capítulos sucesivos de una historia que comienza en la planta baja de la casa, donde se conserva una biblioteca fundada en 1916 con 4.000 volúmenes de la colección del marqués de la Vega-Inclán. Uno a uno, el artista ha girado todos los ejemplares para exhibirlos de canto en vez de por el lomo, a excepción de aquellos de autoría cervantina, que siguen exhibiendo el nombre. El polvo acumulado, que el artista manejó con unos guantes que también cuelgan en la sala, así como los amarillos y ocres que tiñen las páginas ahora visibles de los libros, se nos presentan como testimonios del paso del tiempo, parte integrante de la obra.

En la muestra, todo es juego y evocación: letras de imprenta que componen palabras y textos que bloquean la posibilidad de lectura

En la planta superior, las estancias que en su día habitó Cervantes se encuentran hoy decoradas con muebles no originales que recrean la vida a comienzos del siglo XVII. En una sala dedicada a las labores de costura realizadas por las mujeres, Aballí ha llenado las paredes de mensajes que vuelven a revelar a través de la palabra escrita aquello que existe, pero no se ve: humedad en el aire, monóxido de carbono, partículas diésel… La noción del significante se va entrelazando con las particularidades del idioma: si aquí los carteles están escritos tanto en español, la lengua de Cervantes, como en inglés, francés y alemán, las más comunes entre los turistas de este monumento, en el zaguán se nos muestran extractos del Quijote traducidos al euskera o el catalán, pero cortados longitudinalmente de tal modo que lo que se lee no es el texto, sino el espacio entre líneas.

Todo es juego y evocación en este recorrido: bloques de letras de imprenta que componen palabras invertidas, textos contrapuestos que bloquean la posibilidad de lectura… Una muestra pequeña, y por ello abarcable, que encaja tanto en el sentido de la trayectoria de Aballí como dentro del contexto para el que se ha concebido. La próxima entrega, Dora García.

Ver para leer. Ignasi Aballí. Museo Casa de Cervantes. Valladolid. Hasta el 18 de enero de 2026.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).
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