La organización comunista GKS se impone a las juventudes de Sortu en la batalla por los estudiantes
La entidad aumenta su influencia en los movimientos feministas, antifascistas y por la vivienda


El domingo 30 de noviembre, cuando la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, aseguraba ante sus seguidores concentrados en el templo de Debod que “ETA está preparando su asalto al País Vasco y Navarra”, en una burda identificación de ETA con una EH-Bildu en previsible auge, acababa de celebrarse en Berriozar (Navarra) el octavo congreso de la organización estudiantil abertzale, Ikasle Abertzaleak, cuyo resultado ridiculizó aún más la arenga de la lideresa derechista. “El congreso de Ikasle Abertzaleak rompió con las juventudes de Sortu, sucesora de Batasuna y núcleo duro de EH-Bildu. Lo ganó el grupo disidente, de orientación comunista, GKS (Gazte Koordinadora Socialista) que se ha impuesto sobre Sortu en el ámbito estudiantil y juvenil. Critica su aburguesamiento y el de EH-Bildu considerado partido socialdemócrata”, señala José Antonio Pérez, historiador y profesor de la Universidad del País Vasco.
En esa jornada, 500 delegados de Ikasle Abertzaleak y otros 200 procedentes de la organización estudiantil de Sortu, Ernai, se unificaron y asumieron la orientación comunista de GKS, desapareciendo la denominación abertzale de la organización estudiantil. Ha pasado a denominarse Euskal Herriko Ikasle Antolakunde Sozialista (IAS), como símbolo de una nueva etapa en la que subraya su carácter socialista revolucionario. “Una consecuencia de la rivalidad entre ambas organizaciones juveniles, GKS y Ernai, explica la proliferación de pintadas en las sedes del PSE y PP en las últimas semanas que, por su frecuencia, han alarmado a los partidos vascos y al lehendakari Pradales”, precisa Pérez.
Las juventudes de GKS, integradas en el Movimiento Socialista, declaradamente comunista, inciden en los movimientos estudiantil, feminista, vivienda y antifascista y rivalizan con Sortu que mantiene su fuerte presencia en el movimiento sindical. “GKS inició su actividad en 2018, tras disolverse ETA. Está ocupando, con la movilización social, los espacios que abandonan EH-Bildu y Sortu en su proceso de institucionalización. Les acusan de “aburguesarse” y traicionar al “pueblo trabajador vasco”, señala José Antonio Pérez.
“Los miembros de GKS son hijos de clases medias, entre veinte y treinta años, algunos de ellos estudiantes brillantes, de ideología ortodoxa marxista-leninista, con peso creciente en la educación. Cuentan con fuerte presencia en el campus de Vitoria, en las facultades más politizadas de Leioa y en las zonas rurales de Bizkaia y Gipuzkoa. Rechazan el terrorismo y no reivindican a ETA ni a sus presos. Tampoco se plantean competir con EH-Bildu en las elecciones. Su papel político se centra en la agitación y propaganda. Tienen mucha presencia en las redes sociales y disponen de las publicaciones Gedar y Diario Socialista”, añade Pérez.
Su ausencia en las elecciones frena el debate sobre la competición por el espacio político que ocupa EH-Bildu. En EH-Bildu admiten que el auge de GKS preocupa en Sortu. “Lo ven como una escisión, que les ha arrebatado parte de su semillero. Algunos son hijos de abertzales históricos”. Pero las mismas fuentes creen que “GKS tiene y tendrá muchas dificultades para sintonizar con la sociedad vasca porque sus miembros están muy ideologizados”.
Su especialidad es la movilización socio-política. Su movilización contra la manifestación falangista en Vitoria del pasado 12 de octubre les visibilizó y reabrió en Euskadi el debate sobre la violencia política, reavivado recientemente por la proliferación de pintadas contra las sedes del PSE y PP. En Vitoria, unos 200 militantes de GKS se enfrentaron uniformados, con las caras cubiertas, contra los falangistas y con la Ertzaintza. Dos semanas antes se presentaron de modo similar en el campus de la Universidad de Navarra ante el anuncio de que el provocador ultraderechista Vito Quiles iba a pronunciar un mitin, finalmente suspendido. Pero hubo enfrentamientos entre los uniformados de GKS y la policía.
En Vitoria, mientras GKS apareció con atuendo militarista, las juventudes de Sortu, Ernai, visibilizaron sus diferencias manifestándose pacíficamente contra los falangistas. En el debate político posterior, el consejero de Interior del Gobierno Vasco, el peneuvista Bingen Zupiria, calificó de “fascistas” tanto a los falangistas como a GKS. Pero EH-Bildu, aunque marcó una posición pacífica en la manifestación, criticó a Zupiria por equiparar a GKS y los falangistas.
Sortu y GKS, en verano, se enfrentaron por su distinta actitud ante las policías. Ertzainas y policías municipales fuera de servicio fueron vetados en txoznas de algunas localidades por GKS. En Ondarroa (Bizkaia), Urtza Alkorta, alcaldesa de EH-Bildu, que en el pasado fue condenada por colaborar con ETA, denunció la expulsión de un policía municipal de las txoznas y se comprometió a proteger a todos. En Hernani hizo lo mismo el alcalde de EH-Bildu.
Antonio Ribera, catedrático de historia de la UPV, juzga estas actuaciones de GKS como el “poso de una cultura de la violencia que existió durante años, de la que algunos no se resignan a abandonar del todo”. Asegura Ribera que “no hay que confundirlo con el terrorismo de ETA que vivimos ni hay expectativas de regreso”, pero “estos hechos recuerdan que hay un debate pendiente en la sociedad vasca sobre la violencia política”. “No hay masa crítica para un regreso del terrorismo. Es historia pasada”, corrobora José Antonio Pérez. Pero insiste en exigir a EH-Bildu un planteamiento contundente contra el pasado terrorismo etarra.
“Me preocupa una relectura de la memoria, que más de un 20% de jóvenes justifiquen la dictadura franquista en un determinado contexto y que en Euskadi una proporción similar opine lo mismo sobre la violencia terrorista, también en un determinado contexto. Y que EH-Bildu sea ambigua y justifique la violencia de GKS cuando se enfrenta a la ultraderecha”, señala Antonio Alonso, director del Instituto Vasco de la Memoria, Gogora.
Junto con el frente antifascista y el estudiantil, la movilización por una vivienda pública y la denuncia de la “tibieza” de las propuestas más posibilistas de EH-Bildu es otro campo de batalla preferente de GKS, unido a la reivindicación de un feminismo centrado en la denuncia de la desigualdad social y no en el debate feminista identitario, resume José Antonio Pérez.
Las movilizaciones solidarias con Palestina, que en Euskadi han sido masivas, especialmente en San Sebastián, en septiembre con el Festival de Cine, y recientemente en Bilbao, con motivo del partido entre la selección palestina y la vasca, organizadas por la izquierda vasca y los sindicatos han contado con la activa participación de GKS. Su vocación internacionalista es otra de sus claves. Están estrechando vínculos con la izquierda radical fuera de Euskadi. En primavera organizaron un encuentro en Guadalajara contra el auge del fascismo y del racismo.
GKS, nacida tras finalizar el terrorismo, es un fenómeno nuevo cuya evolución es difícil de prever. Hoy recoge por la vía de la movilización social el malestar juvenil que en una mayoría de autonomías españolas capta Vox y en Euskadi —donde la ultraderecha es casi inexistente— compite socialmente con EH-Bildu, pero no políticamente al no concurrir a las elecciones, señala Alonso.
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