Misión salvar a los tunos: Castilla y León los protege como Bien de Interés Cultural
El BOE recoge la medida para preservar estas agrupaciones musicales que han llegado a implantarse en Iberoamérica y Asia. El Ministerio de Cultura advierte de la “amenaza” del envejecimiento de sus miembros

En junio, el Ministerio de Cultura publica una resolución en la que oculta la advertencia de un peligro: “La tuna universitaria se enfrenta a riesgos y amenazas derivados sobre todo del envejecimiento de sus miembros por la falta de incorporación de nuevos integrantes”, se lee. El Estado quiere que los tunos y sus melodías, como ese “Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corazón”, sean protegidos como manifestación representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. Este jueves, el Boletín Oficial del Estado lo hace oficial en el caso de Castilla y León: allí, donde se defiende a Salamanca como cuna ancestral de estas agrupaciones nacidas alrededor del siglo XIII, la tuna universitaria es ya oficialmente Bien de Interés Cultural (BIC) inmaterial.
Ocurre que la tradición ha cambiado. Ya no son solo universitarios los que la sostienen, aunque algunos de los actuales tunos tal vez lo fueron. Así lo asegura Matías Cique, de 24 años, que pertenece a la tuna de Derecho de la Universidad Complutense desde 2016. “Al final es una tradición que abandera gente que no es universitaria, pero quien se atreve a probarla se enamora de ella”, asegura este integrante de un grupo que reúne a unos 150 tunos, aunque solo 15 de ellos tienen menos de 30 años.
Pese a ello, este estudiante del Máster de Acceso a la Abogacía es optimista sobre el futuro de esta tradición originada en las primeras universidades españolas en el siglo XIII, y que tiene una fuerte implantación en Portugal y gran parte de los países Iberoamericanos, así como en países europeos como Bélgica, Francia, Países Bajos y Alemania, según el Ministerio de Cultura. La presencia de tunas es constatable incluso en Japón, China y Canadá, afirman en el departamento que dirige el ministro Ernest Urtasun.
“Nosotros trabajamos mucho para mantener la tradición”, sostiene Cique. “A los de primero les enseñamos a tocar los instrumentos: bandurria y laúd, que llevan la melodía; guitarra, que marca ritmo y armonía; y pandereta, que añade el toque festivo y percusivo“, sigue. ”Les enseñamos lo que es la tradición y la gran mayoría de ellos se enamoran de ella”, añade este joven que agradece pertenecer a la tuna en donde también estuvieron sus hermanos. “La tuna forma parte de la tradición universitaria española; no podríamos concebir la universidad sin esto”.
La protección de la tuna universitaria llega en un momento de impasse. Aunque aún es posible ver ciudades invadidas por las reuniones internacionales de los tunos, como ocurrió en León en 2024, su momento álgido parece haber pasado. En el Ministerio de Cultura aseguran que uno de los principales riesgos para su supervivencia es el descenso del número de estudiantes que se incorporan a las agrupaciones. En paralelo, hay mujeres que se han sumado, bien en tunas femeninas, bien en mixtas. Y los egresados que quedaron prendados de laúd, y no lo quieren soltar, siguen su camino a través de las cuarentunas o tunas de veteranos.
“Hoy en día se realizan muchas menos actuaciones que antes”, explica Óscar González, que a sus 30 años forma parte de la Rondalla Las Mañanitas de Pedrajas de San Esteban, en Valladolid. “Hay alguna ronda de boda de algún conocido o familiar, algún evento cercano de un tuno del grupo, concentraciones con otras tunas o encuentros similares”, describe. “Ya no hay tanta afluencia de personas que quieran unirse a estos grupos, ya sea por gustos musicales, por la pérdida de apoyo económico, por las modas o por la aparición de otras agrupaciones como las charangas”, argumenta. “Lo que sí tengo claro es que la tuna sigue siendo una forma de reunirse con amistades que comparten el gusto por la música, creando lazos que pueden durar toda la vida”.
Esa es la misma tesis que defiende la Junta, presidida por Alfonso Fernández Mañueco (PP). “En Castilla y León, el arraigo de la tuna universitaria es particularmente significativo por tratarse de una región donde nacieron y prosperaron algunas de las universidades más antiguas de España”, defiende el gobierno autonómico en el documento de la declaración de protección. “De hecho, Salamanca es citada a menudo como cuna de la tuna”, recalca. “La tuna en Castilla y León es una tradición viva, integrada en el pulso cotidiano de las ciudades universitarias y a la vez portadora de la memoria histórica de las mismas, promoviendo el compañerismo, la amistad y la inclusión entre sus miembros, fomentando la colaboración entre estudiantes de distintos orígenes y reforzando la cohesión de la comunidad universitaria”.

Cique no concibe la universidad sin el traje de tuno —capa negra con cintas de colores, calzas, jubón y la beca que identifica a cada estudiante con su facultad, universidad o agrupación—, que recrea la estética del Siglo de Oro español.
Sentado a la hora de la comida junto a algunos exmiembros de la tuna que superan los 90 años, este joven celebra “que se haga un reconocimiento público e institucional de esta tradición”: “Nos parece algo muy acertado”. Y defiende: “La forma más recurrente de que un universitario conozca esta tradición es que haya tunas en sus propias universidades. Nosotros tenemos la suerte de que este año tenemos a ocho integrantes nuevos de primero”.
Las raíces de esta práctica cultural llegan hasta el siglo XIII, cuando los estudiantes pobres cantaban a cambio de comida o limosna. Hoy, al ritmo de habaneras, zarzuelas, chotis, jotas, coplas o serenatas, las tunas universitarias siguen dando voz a las piezas más populares: Clavelitos, Fonseca, Cielito lindo... Y para que no dejen de sonar, Castilla y León y el Estado están listas para protegerlas.
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