Richard Gere: “Nuestra realidad no es tan diferente a la de las personas sin hogar. Todos podemos acabar así”
El actor presenta el documental ‘Lo que nadie quiere ver’, rodado en España con personas sin techo, y lamenta que cada vez sea más peligroso pronunciarse en EE UU


“Yo no existo en este mundo. A lo mejor, muerto estoy más tranquilo”, explica Javier al recordar lo que sentía durante el tiempo -más de dos años- que vivió en la calle. Lo hace en el documental Lo que nadie quiere ver, realizado por el actor Richard Gere y su esposa, Alejandra, junto a la entidad sin ánimo de lucro Hogar Sí, con la que colaboran desde hace diez años. En el estreno la noche de este lunes en Madrid, Javier explica que cuando le propusieron participar en el proyecto (financiado por el Ministerio de Derechos Sociales), vio “una oportunidad para ser escuchado”. Pepe, otro de los protagonistas, cuenta que la película le ha devuelto simbólica y literalmente la voz porque de tantos días que pasó en la calle sin hablar con nadie, se le apagó, no le salía. En su caso, perdió el trabajo después de la pandemia y pasó seis meses durmiendo al raso.
No es que seáis invisibles, es que la gente decide mirar hacia otro lado, les dice Gere. Preguntado por qué para una estrella de Hollywood incapaz de poner un pie en cualquier calle del mundo sin que alguien repare en su presencia y le pida una foto es importante estar cerca de realidades tan diferentes a la suya, el actor niega la mayor. “No es completamente diferente. Cuando investigaba para hacer la película [Invisibles, de 2014, donde interpreta a un hombre que termina durmiendo en la calle], estuve en un refugio para gente sin hogar en Nueva York. Intenté pasar desapercibido. Tenían que llegar (las personas sin hogar) a las siete porque si lo hacían más tarde, no les permitían quedarse a dormir. Empezó a llegar gente y se me acercó un hombre. Me miró y me dijo: ‘¡Richard!’ Yo pensé: ‘Oh, he sido descubierto’. Entonces me preguntó: ‘¿No te acuerdas de mí, verdad?’. Le dije que lo sentía, pero no. ‘Soy John. ¡Hicimos una película juntos!’ Dios mío, era un actor. Le pregunté qué le había pasado y me contestó: ‘Me quedé sin dinero y ahora estoy en un refugio’. Todos podemos acabar así. Todos. Por un problema de salud, mental, financiero o de trabajo. No veo esas diferencias. Todos somos hermanos y hermanas aquí“. Alejandra Gere añade que durante el rodaje de la película en la que su marido interpretaba a un mendigo nadie lo paró por la calle.

Mamen cuenta en el estreno del documental, sobre el escenario de los cines Callao de la capital, que “desde los 12 años” su madre la echó “a la calle”, donde ha dormido más de dos décadas. “He visto cómo le prendían fuego a un chico que dormía en la estación de autobuses. A mí me han echado lejía, cristales, me han tratado como si fuera una basura ... Pensaba que cualquier día iba a amanecer muerta en cualquier sitio”. Ahora se pellizca cada vez que nota en el bolsillo la llave de la casa en la que vive gracias a Hogar sí, que desde 1998 ha atendido a más de 10.000 personas como ella y que recuerda que actualmente hay más de 37.000 sin hogar en España.
Gere concede seis minutos a EL PAÍS en una ronda de entrevistas para promocionar Lo que nadie quiere ver y hoy no quiere hablar de muchos de los temas que le preocupan. Preguntado por si cree que el mandato de Donald Trump -que llegó a estar en las quinielas del Nobel de la Paz- supondrá una nueva “caza de brujas” en EEUU después de que la actriz Susan Sarandon, con un perfil comprometido como el suyo, haya denunciado que está en una lista negra desde que criticó la masacre de Benjamin Netanyahu sobre Gaza, replica que prefiere hablar del documental. Pero a continuación, añade: “Todo está relacionado: Gaza, Sudán, Ucrania… O nos vemos unos a otros como hermanos, o no. O pensamos que los demás no son importantes, que son peligrosos y deben ser eliminados o bien adoptamos un punto de vista inclusivo y vemos que somos seres sociales con historias que interactúan entre sí. Yo soy de esos, pienso que estamos todos juntos en esto. Y cuando ves las cosas desde ese punto de vista, claro que tienes que pronunciarte contantemente y con consistencia".
- ¿Y es más peligroso pronunciarse ahora que antes?
- En algunos países sí. En EEUU la gente está siendo arrastrada fuera de las calles.
Tampoco quiere Gere valorar hoy la reciente decisión de Tesla de pagar un billón de dólares -la mitad de la riqueza generada por España (PIB) durante un año- a solo un hombre, Elon Musk, pero cuando se le insiste sobre el ejemplo de desigualdad que supone, añade: “No se trata de desigualdad. Es compromiso y capacidad para mirar más allá de nosotros mismos. Aunque seamos incapaces, porque somos egoístas, de ver los problemas de los demás, en realidad estamos empeorando las cosas para nosotros mismos, creando problemas en cada rincón del mundo. Hay suficiente comida para todos; suficientes techos y suficientes servicios sanitarios... esto puede lograrse. Y por supuesto, si todo el mundo tuviera esas necesidades satisfechas, todos estaríamos más seguros y seríamos más felices”.
Mamen explica desde el escenario de un cine, delante de la pantalla gigante en la que acaba de contar su historia, que es feliz. No hace falta que lo diga porque es evidente, sonríe todo el rato e incluso hace bromas a su ángel de la guarda: “Mucha salud, Richard Gere, que ya tienes unos años, guapo”. A su lado, Latyr, que pasó más de 24 meses en la calle después de perderlo todo en una estafa, cuenta que el proyecto de Hogar sí le salvó la vida. Le diagnosticaron cáncer de pulmón, pero los médicos le dijeron que no sobreviviría al tratamiento que necesitaba si seguía durmiendo en las aceras. Ahora tiene casa, salud y una novia a la que saluda orgulloso bajo los focos antes de recibir un emocionante aplauso. Pepe explica que, además de facilitarle una vivienda, la entidad sin ánimo de lucro le ha ayudado a arreglar los papeles de su jubilación y que, como ahora no tiene “nada que hacer”, pasea. La mayoría de las veces termina delante de personas sin hogar que viven cerca de su casa. “Ahora ayudo yo”. Les lleva café, les regala un cigarro y habla con ellos para que no se les vaya la voz.

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