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Grafitis, protesta y declaraciones de amor: un muro en mitad de una plaza invita a la reflexión en Vitoria

Una pared de tres metros y medio de altura, obra del arquitecto Sebastián Bayo, ‘divide’ en dos la plaza de la Virgen Blanca de la capital vasca

Muro Vitoria Sebastián Bayo

En Vitoria hay unos cuantos muros invisibles. Está el muro que separa al barrio más pudiente, Mendizorroza, del más humilde, Zaramaga (55.581 euros frente a 18.138 de renta media por persona). Está el muro, uno de los más altos de España, que separa a los colegios que evitan a los migrantes de los colegios que los acogen. Como en el resto del mundo, está también el muro digital que blinda cámaras de eco de odio y prejuicios. Y desde el pasado 17 de octubre, en Vitoria hay un nuevo muro: uno físico, de tres metros y medio de altura y 70 metros de largo, de madera serpenteante pintada en rojo, una mole que no se puede evitar con la mirada, plantada en medio de la principal plaza de la ciudad, la plaza de la Virgen Blanca, que ha quedado dividida en dos.

Se trata de la instalación Utopía: prohibido el paso, del arquitecto y escultor Sebastián Bayo, que la Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi ―impulsada por el departamento de Vivienda y Agenda Urbana del Gobierno vasco― ha elegido en su última edición para reflexionar sobre el significado de las fronteras. Una obra ―un pabellón de arquitectura al aire libre― que se ha ofrecido “como un lienzo para que la ciudadanía pueda participar y expresarse en el espacio urbano”, explica el autor. Y no ha hecho falta insistir. A las pocas horas de montar las 35 piezas que conforman el muro, las paredes ya se habían llenado de grafitis, poemas, reivindicaciones políticas, frases sin sentido, otras con mucho sentido, vitalismo, chistes, declaraciones de amor, dibujos, ilustraciones y todo lo que desde un rotulador a un espray de pintura y cierto propósito e imaginación son capaces de plasmar. “Estoy sorprendido y encantado de cómo la ciudadanía se ha apropiado del pabellón antes incluso de inaugurarlo. Desde el mismo momento en que terminamos el montaje, la capacidad de convocatoria ha sido tremenda”, señala el arquitecto.

Algunos ejemplos de lo que ha aparecido en las paredes: “Ojalá los muros fueran solo arte”; “como si algo de esta vida fuera eterno”; “piensa en general, no en particular”; “mamá, te quiero, 21-03-2025”; “Cris te casas conmigo?“; “Palestina libre, stop genocidio”; “estamos rompiendo la Virgen Blanca”; “Lamine Yamal + Nicky Nicole = 87% amor”; “un mundo donde no solo se tienda ropa, sino también manos”; “stop bullying”; “emosido engañado”; “que la empatía no dependa de los medios de comunicación”; “¿alguien piensa en el que está al otro lado del muro?”; “sexo náutico”; “Starbucks boicot, no seas como un guiri”; “gora Murtzia askatuta”; “Mónica, te quiero”; “no a la violencia”; “menos deberes y más diversión”; “mi droga más linda eres tú”; “Nevenka, eskerrik asko (Nevenka, gracias)”.

El muro ―que arrancó con polémica por la aparición de unas pintadas a favor de ETA que investiga el Ayuntamiento― es efímero (estará en pie hasta el 13 de noviembre) y lo que se expresa en él también. Unas expresiones se superponen a otras. Unos murales nuevos pueden amanecer cada día. Lo que ayer era el muro, hoy ya no lo es. A él se acercan adolescentes a escribir quién les gusta, artistas que dejan su cuenta de instagram o colectivos más organizados que subrayan sus proclamas políticas. Un hombre saca un boli de una mochila y garabatea unas figuras geométricas a media mañana. Unos chavales tienen una escalera con la que alcanzar los puntos más altos. Un padre ha llevado a su hijo y le ha dejado un spray; no le convence demasiado lo que está haciendo, pero no le corrige.

Un jubilado pasa todos los días a echar un vistazo: “Me encanta cómo se explaya la gente”. Unos jóvenes han pintado una firma grafitera (“es arte urbano”, corrigen): “Que vean que no somos criminales”. Son estampas que uno se encuentra si pasea por la plaza de la Virgen Blanca estos días. “Es muy interesante, como concepto ya de entrada, que la ciudadanía se haya volcado con tanta energía en intervenir en el muro”, cuenta Sebastián Bayo, “especialmente la gente más joven, porque yo creo que hay que hablar bien de los jóvenes, que han sido los que han roto el hielo y los que se han lanzado a intervenir en el muro y se han apropiado de él”.

Más ejemplos: “Ante los muros, puentes”; “he aprobado mates”; “por favor, no pintar”; “no se vende la tierra quemada, ni el llanto que aún huele a metralla ni el muro que aún mira sin ojos”; “Lucía, mi color favorito es rosa, tengo 9 años y por último voy a hacer mi firma”; “vive y deja vivir”; “campamento Bernedo, nunca más”; “los animales sí importan”; “La jente es tonta (sí asta yo)”; “hoy quiero pecar”; “inor ez da ilegala (nadie es ilegal)”; “Jesús te ama”; “Viva Vigo”; “Netanyahu, asesino”; “hagamos una Revolución!”; “no olvides ser agradecido”; “la vita è come un ponte attraversalo ma non construire mai una casa sopra (la vida es como un puente: crúzalo pero nunca construyas una casa sobre él)”; “Viva Pokemon Go!”; “Ucrania libre”; “EH jamoi bat dirudi (Euskal Herria parece un jamón)”.

El muro ha enamorado a unos pero también ha soliviantado a otros. “No me parece bonito, estéticamente no me gusta, creo que se pueden hacer otras cosas” o “es una catástrofe”, son dos de los testimonios que ofrecen unos paseantes que miran con estupor el muro. El autor de la instalación cree que “quedarse solo en el aspecto, en la estética, es rascar la superficie de lo que implica”. “Se ha mencionado mucho que es un muro para grafitis o un mural artístico, y yo creo que no lo es; es un espacio abierto a la ciudadanía, un proceso de negociación, un registro casi diario de cómo va interviniendo la ciudad, más allá del aspecto que tenga”.

Y es mucho más. El propio título de la obra, ‘Utopía: prohibido el paso’, muestra su propósito de poner en cuestión los muros que hay repartidos por el mundo y reflexionar sobre las fronteras. “Parte de una idea muy sencilla: la utopía siempre queda detrás de un muro para quien no puede pasar al otro lado”, explica Bayo. “36 años después de la caída del muro de Berlín, la arquitectura, los muros, continúan utilizándose como instrumento de segregación. Estados Unidos o Israel, pero también nuestro propio país, siguen levantando muros que dividen el mundo. Fronteras infranqueables que construyen y al mismo tiempo niegan la utopía a quienes no pueden cruzarlas”.

Más citas en el muro: “Delante de un muro ninguna persona ‘cabal’ puede sentirse feliz (independientemente del lado que esté)”; “permisos para todos… libertad de expresión sólo si ellos quieren”; “Vive la Republique”; “tengo coche!!!”; “no llores, veo luz en tus males”; “menos burocracia y más resolución”; “Dylan, jefe”; “que los niñ@s vuelvan a ser niñ@s y nos olvidemos de las pantallas”; “te quiero con el alma porque el alma nunca muere”; “fuera Trump”; “no llores, escucha metrika”; “la vida es bella!”; “el migrante echa raíces donde el nativo solo tierra árida ve”; “la única religión, el amor propio”; “he meado aquí, ¿y qué?”, “los bebés no se compran”; “putero=violador”; “Everybody dies so fuck what they think (todos morimos, que le den a lo que piensen)”; “No estás sola, Palestina”; “algunos con la lluvia simplemente se mojan, otros disfrutan”; “la realidad es otra”...

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