Maribel Vilaplana, la periodista que comió con Mazón durante la dana, cambia su versión sobre su salida de El Ventorro
La informadora, que lamenta haber sufrido “ataques”, dice ahora que se fue del restaurante una hora después


Tras once meses de silencio, Maribel Vilaplana, la periodista que almorzó el día de la dana en el restaurante El Ventorro con el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, mientras se inundaba la provincia de Valencia, cambia su versión. En una carta abierta, la informadora ha indicado este viernes que el pasado 29 de octubre abandonó la casa de comidas entre las 18.30 y las 18.45 horas. Una hora más tarde de lo que había reconocido hace diez meses.
Y es que, a través de una fuente autorizada por la informadora, la periodista indicó a EL PAÍS el pasado noviembre que el encuentro con el president, que se celebró en un reservado del restaurante, se desarrolló entre las 15.00 y las 17.45 horas. Y que, durante este periodo, Mazón habló “varias veces” por teléfono con interlocutores que Vilaplana no identificó.
Cuando Vilaplana salió de comer con Mazón, a las 18.45 horas, según su última versión, la catástrofe arreciaba sus peores coletazos. Desde las 16.40 horas, decenas de llamadas alertaron al 112 –el servicio telefónico de atención de emergencias de la Generalitat- del desbordamiento del barranco del Poyo, detonante de la riada, a la altura de los municipios valencianos de Cheste (9.022 habitantes) y Chiva (17.245). Y a partir de las 18.00 rebosaba la rambla a su paso por el epicentro de la gota fría, Catarroja (30.142 habitantes), donde la dana se llevó 25 vidas.
Ahora, la periodista ofrece otro relato sobre unos mismos hechos: la comida de la discordia duró casi cuatro horas. Justifica que se marchó de El Ventorro después de que Mazón mantuviera varias conversaciones por teléfono sin mostrar “ninguna inquietud al respecto”. “Esas interrupciones [las del barón popular], sumadas a la espera y a la despedida, demoraron también mi salida del restaurante, que se produjo finalmente entre las 18.30 y las 18.45 horas. En su momento, en medio de la vorágine con que se desencadenaron los hechos, el desconcierto y la presión vivida, sinceramente no dimensioné [sic] la importancia de ese desfase horario que se hizo público. Sin embargo, con la distancia del tiempo y tras hablarlo con las personas más cercanas, he considerado aclarar también ese punto”, explica.
Sesión de consultoría en el almuerzo
Afirma también que el almuerzo se convirtió en “una sesión de consultoría” donde se abordaron “temas propios de su especialidad”. Y recuerda que el jefe del Consell le ofreció durante el encuentro un cargo en la televisión pública valenciana À Punt. “Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional”, sostiene.
Tras salir de El Ventorro, Vilaplana “no era consciente” de la magnitud de la tragedia. “En la ciudad no llovía y eso me hizo sentir ajena a la situación”, apunta. Después, se fue a su casa y, tras advertir de la gravedad de la tromba, llamó a Mazón. “En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que, por favor, mi nombre no saliera. Le expliqué que me parecía profundamente injusto quedar vinculada a un capítulo tan doloroso cuando no había tenido absolutamente nada que ver. Ese fue mi error, porque ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal”.
Ingreso en el hospital y ‘shock’
Los dos días posteriores al almuerzo se convirtieron en “una pesadilla”. “Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario”, añade Vilaplana para describir después su situación como “extremadamente grave”.



La periodista atribuye su dolor a una campaña de “ataques, falsedades y mentiras”. Y pide permanecer fuera del foco. Anima también a los representantes políticos a dar explicaciones de la jornada que segó 229 vidas. “Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso, el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión”, clama en su misiva.
Denuncia además haberse convertido en una “diana” de reproches. Y que las críticas de sus adversarios rezuman machismo. “¿Realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente?”, se pregunta.
En su reflexión, de tres páginas, prosigue: “Soy la primera interesada en que se clarifiquen absolutamente los hechos que acontecieron aquel día porque es imprescindible que no se desvíe el foco hacia historias paralelas, que lo único que han hecho es generar más dolor a los afectados”.
La carta de la discordia llega al final de una semana donde el nombre de la informadora ha vuelto a cobrar protagonismo. El fiscal de la dana se opuso el jueves a citar como testigo a Vilaplana. Y la jueza de Catarroja (Valencia) que investiga penalmente la tragedia, Nuria Ruiz Tobarra, se sumó meses antes a esta tesis al estimar que si se llamara a la periodista, el foco de las pesquisas se desplazaría a Mazón. El president es aforado y solo puede ser investigado por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) tras la exposición razonada de la instructora.
El cambio de versión dispara las dudas sobre los movimientos de Mazón durante la tarde de la gota fría. El president desembarcó en el Cecopi –el centro de emergencias que coordinó la catástrofe - a las 20.28, después del envío de la alerta masiva a móviles. Una notificación que llegó a las 20.11 horas, cuando se acumulaban muertos, fallecidos y personas atrapadas en plantas bajas y garajes. Y que se ha convertido en la piedra angular de las pesquisas. La jueza considera que, de haberse enviado antes, se hubieran salvado vidas.
Tras conocer la carta, el portavoz de Compromís en la comisión de la dana del Congreso, Alberto Ibáñez, pidió la comparecencia de Mazón en la investigación parlamentaria.
Este es el contenido íntegro de la carta:
“Antes de nada, quiero expresar mi respeto y mi solidaridad más profunda hacia todas las víctimas de la DANA y hacia sus familias. Soy plenamente consciente del sufrimiento que provocó aquella tragedia. Lamento de corazón si en algún momento mi decisión de mantenerme en un segundo plano pudo haber generado dolor. Esa decisión la tomé para no avivar el circo mediático y para evitar que mi nombre pudiera ser utilizado como un instrumento político, como lamentablemente ha sucedido.
Dicho esto, me he decidido a escribir estas líneas después de la continua oleada de ataques, falsedades y mensajes de odio que he recibido en redes sociales, amplificados además por otros canales, tras mi reciente intervención como consejera portavoz del Levante Unión Deportiva, una responsabilidad que asumo desde 2023.
Soy la primera interesada en que se clarifiquen absolutamente los hechos que acontecieron aquel día, porque es imprescindible que no se desvíe el foco hacia historias paralelas que lo único que han hecho es generar más dolor a los afectados. Pero también porque las consecuencias que esta situación está teniendo sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi vida laboral y sobre mi estado psicológico están siendo brutales.
Ese día mantuve mi agenda laboral tal y como estaba prevista, como cualquier otro día,porque no era consciente de la magnitud de la tragedia que se avecinaba.
Mi jornada comenzó a las 9:30h en Ford Almussafes, donde impartí un curso de formación para sus profesionales que finalizó sobre las 14:00h. Cuando los asistentes se marcharon, me quedé unos 30 minutos más en el aula, como hago habitualmente, para elaborar el informe de la sesión y dejar todo documentado.
Después recogí mis cosas, fui a por mi vehículo y me trasladé desde Almussafes al centro de Valencia, donde había sido citada por el presidente de la Generalitat para una comida de carácter profesional. Estacioné el coche en un aparcamiento cercano y llegué al restaurante pasadas las 15:00h.
Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional. Durante la conversación se me plantearon varias opciones, entre ellas presentar una candidatura a un cargo en la televisión autonómica, que rechacé de forma clara por convicción personal y profesional. A partir de ahí, me pidió mi opinión sobre la situación de la televisión: qué aspectos consideraba que funcionaban bien o mal y qué cambios podrían aplicarse. Desde mi experiencia, expuse mi punto de vista, lo que derivó en un intercambio de pareceres y acabó en una sesión de consultoría de comunicación en la que se abordaron cuestiones propias de mi especialidad.
En un momento determinado de la comida, el presidente empezó a recibir llamadas que interrumpieron nuestra conversación de manera continuada. Yo seguí en el restaurante, completamente ajena a esas comunicaciones: no pregunté, no participé, ni conocí en ningún momento su contenido, y el presidente tampoco me trasladó ninguna inquietud al respecto. Actué, como siempre he hecho, desde la discreción y el respeto que me caracterizan.
Esas interrupciones, sumadas a la espera y a la despedida, demoraron también mi salida del restaurante, que se produjo finalmente entre las 18:30 y las 18:45. En su momento, en medio de la vorágine con que se desencadenaron los hechos, el desconcierto y la presión vivida, sinceramente no dimensioné la importancia de ese desfase horario inicial que se hizo público. Sin embargo, con la distancia del tiempo y tras hablarlo con las personas más cercanas, he considerado necesario aclarar también ese punto.
Quiero dejar claro que en el momento en que me marché de la reunión no era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo en otras localidades valencianas, porque en la ciudad no llovía y eso me hizo sentir todavía más ajena a la situación. Al regresar a casa, empecé a tomar verdadera dimensión de lo ocurrido. Nada más entender la magnitud de lo que había pasado, me puse en contacto con el presidente cuando le fue posible. En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que por favor mi nombre no saliera. Le expliqué que me parecía profundamente injusto quedar vinculada a un capítulo tan doloroso cuando no había tenido absolutamente
nada que ver. Ese fue mi error, porque ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal.
Los días posteriores fueron una auténtica pesadilla. Me sentí absolutamente perdida. Y cuando finalmente se dio a conocer públicamente que yo era la persona que había estado con el presidente durante aquella comida, mi cabeza estalló. Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario.
Cuando salí del hospital, mi situación seguía siendo extremadamente delicada. No me sentí con fuerzas para tomar yo las riendas y exponerme directamente. Por eso pedí a una persona de mi total confianza que explicara de mi parte lo sucedido. Así se hizo público entonces el relato de los hechos.
Pero con el paso del tiempo he comprobado que no fue suficiente. Hoy entiendo que es necesario hablar en primera persona. Hasta ahora no lo había hecho porque confiaba en que el tiempo y el sentido común bastarían para que se entendiera lo evidente: que yo no tengo nada que ver en esta historia. Pensé que quedaría claro por sí solo, pero no ha sido así.
La realidad es que me he convertido en una diana. Una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas que han condicionado esta historia desde el principio. Y por eso hoy hablo: porque ya no puedo seguir soportando que este relato eclipse lo verdaderamente importante, que es esclarecer qué pasó aquel día y asumir las responsabilidades que correspondan.
Durante estos diez meses he vivido sometida a una presión insoportable. He sido objeto de un acoso constante, de insultos, de burlas y de un escrutinio injusto. Estoy en tratamiento psicológico con un diagnóstico de estrés postraumático. Es una terapia dura y compleja, que afronto con esperanza, pero la realidad es que mi salud mental se ha visto gravemente dañada. Cada nuevo golpe reabre heridas que aún no han cicatrizado. Este proceso no solo me ha afectado a mí. Ha golpeado también a mi familia, que sufre al verme sufrir. Ellos han tenido que soportar conmigo este acoso, y ese es, sin duda, el dolor más grande de todos.
Dicho esto, no puedo obviar una triste realidad que me ha roto desde el principio y quisiera que estas líneas sirvieran de reflexión: ¿realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente? ¿Se habrían dicho las mismas cosas, con el mismo tono y el mismo juicio? ¿Habría despertado tanto morbo, tanto machismo rancio y tanto prejuicio? Ese enfoque profundamente sexista ha servido como cortina de humo para desviar la atención de lo verdaderamente importante: esclarecer las responsabilidades que se derivaron de aquella jornada. No se puede construir un relato cargado de insinuaciones y morbo para distraer el foco de lo que realmente importa. Es realmente triste y decepcionante, porque no solo me ha hecho daño a mí, sino que ha distorsionado una historia que merece ser abordada con rigor y respeto.
Estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte. Pudo haber sido cualquier otro, pero fue ese día. El día más difícil y duro para miles y miles de valencianos. Ese es y será siempre mi tormento, y tendré que aprender a sobrellevar esa carga durante toda mi vida.
Lo único que pido ahora es respeto. Respeto hacia mi persona, hacia mi familia y hacia mi vida privada. Respeto para poder seguir adelante sin que mi nombre se siga utilizando como arma política ni como entretenimiento morboso.
Pero, sobre todo, pido respeto para las víctimas. Porque a ellas es a quienes les debemos sensatez. Les debemos que su dolor no se utilice ni se banalice.
Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión. Son ellas las que deben dar explicaciones.
Y para concluir, me gustaría agradecer a todas aquellas personas que me han acompañado en este proceso. Han sido muchas: desde mi círculo más cercano hasta mi entorno profesional, compañeros de medios de comunicación y ciudadanos completamente anónimos que han querido hacerme llegar su solidaridad y su apoyo.
Gracias de corazón, porque es lo que me ha sostenido en pie.
Maribel Vilaplana
5 de septiembre de 2025″
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