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Villamalea, el pueblo de Albacete que se enorgullece de todos sus credos: “Hay una integración natural”

La localidad, con un 25% de población migrante, es ejemplo de convivencia gracias a los encuentros interreligiosos y las actividades culturales que involucran a fieles de todas las creencias.

Encuentro intercultural celebrado en Villamalea (Albacete), en una imagen cedida por el Ayuntamiento.

Lejos del ruido mediático, en Villamalea (Albacete) la migración es para sus vecinos una bendición. El 5 de agosto, los tres grupos políticos con representación municipal —PP, PSOE e IU— aprobaron una moción impulsada por varios colectivos para apoyar la Iniciativa Legislativa Popular que busca regularizar a medio millón de migrantes en España y que permanece atascada en el Congreso. En esta localidad de la Manchuela albaceteña, de unos 4.300 habitantes, el 25% de su población es de origen extranjero. En su censo se cuentan hasta 32 nacionalidades. Rumanos y marroquíes constituyen las comunidades de migrantes más numerosas, con 439 y 215 vecinos empadronados. Un crisol de credos y culturas que el pueblo luce con orgullo. “Aquí lo tenemos todo muy naturalizado, no sé si somos ejemplo, pero es lo que debería de ser”, defiende su alcalde, el popular José Núñez, que, por encima de las siglas, aclara que a él le paga “el pueblo”.

“Villamalea sabe de maletas y adioses. Durante buena parte del siglo XX centenares de vecinos y vecinas pusieron rumbo a Países Bajos, Francia o Suiza buscando la oportunidad que aquí escaseaba. Aquella historia de esfuerzo forjó nuestra identidad solidaria y nos recuerda, cada vendimia, que nadie emigra por capricho”, señala, en su exposición de motivos, la moción. Y añade: “Hoy somos tierra de llegada: 32 nacionalidades, una de cada cuatro personas empadronadas, comparten mesa camilla y calle Mayor. Sin su trabajo no habría champiñón laminado, ni viña podada, ni rebaño cuidado, ni mayores atendidos las 24 horas. Las cooperativas champiñoneras, los almendros y pistachos, nuestras granjas… todo late al ritmo de esas manos”. “Somos un pueblo agrícola. Tenemos un sector, el champiñón, muy potente, y si no fuera por estas personas no se encontraría mano de obra. Y aún nos falta. Muchos empresarios no encuentran a todas las personas que necesitan para trabajar. Si no fuera por ellos, no seríamos el pueblo que somos”, remarca su alcalde.

Como muchos otros municipios de La Manchuela, Villamalea necesita a la población migrante y hace todo lo posible para favorecer la convivencia en sus calles. El año pasado, católicos y musulmanes organizaron aquí dos visitas a la parroquia y a la mezquita del pueblo para que ambas comunidades pudieran conocer sus espacios de rezo. La experiencia, que nació de la curiosidad de una joven musulmana por entrar a una iglesia católica, fue tan positiva que, pocos meses después, la parroquia celebró una “oración por la paz” abierta a todos los cultos. “Fue un momento gozoso”, explica Javier Cano, párroco de Villamalea, Fuentealbilla y Golosalvo. Los Servicios Sociales del Ayuntamiento —pieza fundamental en esta integración, según Cano—, organizaron después una jornada intercultural en el que la gastronomía, la música tradicional y los bailes típicos ayudaron a reforzar aún más esa argamasa entre oriundos y foráneos.

Cano apunta también a algo impreso en el ADN de sus vecinos. “Siempre ha sido un pueblo con una mentalidad muy abierta, con mucho cooperativismo... y ese estilillo se traslada al final a todo. Hay una integración natural”, comenta. “No es una cuestión solamente laboral, sino también de convivencia”, subraya. Pero la experiencia migratoria de muchos de sus vecinos pesa. “Me ilusionó mucho que la moción para la regularización de migrantes la firmaran también los jubilados. Ellos saben perfectamente lo que significa tener papeles y cotizar. Los políticos entendieron el mensaje enseguida y todos aprobaron la moción”, cuenta. “Aquí, gracias a Dios, no hemos tenido nunca ningún problema. Somos un pueblo de buena gente”, asegura Núñez. “Da igual que seas de una nacionalidad o de otra. Gente buena y gente mala hay en todos los sitios”, puntualiza el alcalde.

“Abrimos la mezquita hace 14 años. Nunca ha pasado nada y antes de abrirla disponíamos de un local municipal para poder rezar”, explica por teléfono Abderramán Louizi, imán de Villamalea, que condena los episodios islamófobos de Torre Pacheco y Jumilla: “Todos los extranjeros que venimos a España lo hacemos para ganar un trozo de pan para nuestras familias. No me gusta que se culpabilice siempre a los migrantes. Los españoles también han trabajado fuera”. A su lado, su hija Hajar, estudiante de Enfermería en Albacete, valora las redes de amistad y buena vecindad que, por encima de los credos, se han tejido en el pueblo. “Nunca ha habido problemas, llevamos muchísimos años aquí. Cada vez hay más inmigrantes que vienen a trabajar y aportan muchísimo a la economía del pueblo. Se tiende a generalizar mucho. Si alguien hace algo mal en la otra punta del país, al final nos meten a todos en el mismo saco”, lamenta. “No nos representa en absoluto”, insiste.

Semia Flores, que llegó a Villamalea desde Ecuador hace 26 años, relata su periplo laboral en España antes de formarse y trabajar como asistente de personas mayores: “Llegué sin papeles a cuidar a una persona mayor y cuando tuve papeles me fui a una fábrica textil y después al champiñón, donde he trabajado 22 años”. “Es mi tierra. Aquí he vivido los mejores años de mi vida y de aquí no me va a sacar nadie. He encontrado el cariño que un migrante quiere recibir”, cuenta. Y califica de “indignante” lo ocurrido en Jumilla: “Los migrantes somos personas. Lo único que queremos es tener documentación, trabajar y cotizar”. Semia recuerda los trabajos que los migrantes se ven obligados a aceptar, en muchas ocasiones, por muy duros que sean: “Tenemos una familia que sacar adelante y no nos cuesta nada hacer nuestro trabajo, lo que haya que hacer”. También opina sobre la convivencia con la población musulmana: “No los vemos diferentes, son personas como nosotros, que vienen a España a ganarse la vida”.

En Villamalea, el apoyo a la ultraderecha fue prácticamente testimonial en las elecciones municipales de 2023, cuando Vox apenas cosechó una treintena de votos. Pero su párroco avisa: “Hay que seguir trabajando la integración. No se puede bajar la guardia porque todavía hay mucho que hacer, por ejemplo, para ayudar a las mujeres marroquíes a superar la barrera del idioma, y mejorar la participación de las personas migrantes en las asociaciones del pueblo”. Cano lamenta el “excesivo” eco que se da en los medios a los discursos de odio y rechazo al migrante y pide más espacio para los ejemplos positivos de integración, en el que Villamalea, asegura, no es una excepción. “Es horrible ver la televisión o escuchar la radio. Se repiten tanto los discursos negativos —que al final no son tantos— y se les da tanta voz que parece más de lo que es. Hay que tener cuidado en lo que se dice y cómo se dice y no hacer tanto caso a las barbaridades que se dicen. Creo que eso es un error”, zanja.

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