Vox intenta arrastrar al PP a una cruzada contra la religión musulmana
El partido ultra lleva al Congreso y los parlamentos autonómicos una propuesta para prohibir el velo islámico


A través de las redes sociales, Javi Martínez Onsalo, dirigente de las juventudes de Vox, calificaba este miércoles de “hazaña” lo conseguido por su partido en la localidad murciana de Jumilla y exhibía una noticia de La Gaceta de la Iberosfera. “Una moción de Vox logra prohibir celebraciones islámicas en dependencias municipales y en la vía pública”, titulaba el periódico de la fundación Disenso, que preside el propio Santiago Abascal. Pese a la euforia del joven, la noticia ha desaparecido de la web ultra, quizá porque era exagerada —la moción, enmendada por el PP, no prohíbe celebraciones religiosas musulmanas en la vía pública, sino solo en instalaciones deportivas municipales— o por temor a provocar reacciones adversas, como la de la Conferencia Episcopal, que la ha reprobado por atentar contra los derechos fundamentales de todo ser humano.
Se trata, en todo caso, de un salto cualitativo ya que, por vez primera, Vox consigue sacar adelante en una institución pública, aunque sea parcialmente y con el apoyo del PP, una moción que no señala a los inmigrantes por ser presuntamente culpables de cometer delitos o de colapsar los servicios públicos, sino solo por tener unas creencias religiosas que, a su juicio, resultan “incompatibles con la identidad, usos y costumbres de la nación española”, como rezaba la propuesta inicial de Vox.
La iniciativa de Jumilla no es, sin embargo, un caso aislado. El partido ultra ha lanzado una ofensiva política contra la confesión musulmana en todas las asambleas legislativas en las que está presente con el objetivo de arrastrar al PP en su deriva o ponerlo contra la pared. El pasado 25 de junio presentó en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley en la que pide expresamente “promover la prohibición del velo islámico, así como cualquier otro atuendo o vestimenta islámica, en todos los edificios o espacios públicos, abiertos y cerrados, incluyendo escuelas, universidades, hospitales, instalaciones deportivas y parques infantiles”.
Por ignorancia o deliberadamente, la propuesta de Vox mezcla el hiyab o velo islámico, un pañuelo que solo cubre el cabello y el cuello y se asemeja al que usan muchas mujeres mayores en zonas rurales de España; con el niqab, una tela que solo deja al descubierto los ojos de quien la lleva; o el burka, una túnica que cubre todo el cuerpo femenino y obliga a la portadora a mirar al exterior a través de una mirilla. Mientras el primero es común en todos los países musulmanes; el segundo es propio de los Estados del golfo Pérsico y el tercero originario de los pastunes de Afganistán. El hiyab deja el rostro de la mujer al descubierto y se considera un signo de identidad religiosa; mientras que los otros dos remiten a sus respectivos entornos culturales e impiden identificar a quien la lleva. Son estos dos últimos, denominados velos integrales, los que han sido prohibidos en países como Francia, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca por razones de seguridad.
Sin embargo, la propuesta de Vox no apela a supuestos problemas de seguridad —pues no tendría sentido vetar un pañuelo similar al tradicional en muchos pueblos de España— ni al propósito de garantizar la neutralidad religiosa de una escuela laica, como sucede en Francia –lo que llevaría a vetar también la toca de las monjas o la kipá de los judíos—, sino que responde al convencimiento de que la religión musulmana es incompatible con su concepción de la identidad nacional.
“Que yo me declare católico no significa que Vox sea un partido confesional. Pero la religión [católica] vertebra a España. El Islam también define a España, pero en sentido contrario. España se ha hecho frente al Islam”, proclama Santiago Abascal.
Vox ha llevado su ofensiva contra el velo islámico, convertido en símbolo de la religión musulmana, a todos los parlamentos en los que tiene asiento. Además del Congreso, donde su propuesta se debatirá tras el verano, ha presentado iniciativas similares en las cámaras de Andalucía, Aragón, Extremadura, Baleares o Cataluña. El Parlamento catalán es el único que ya la ha debatido y el PP se ha puesto de perfil.
La Cámara catalana rechazó a finales de julio la iniciativa de Vox para prohibir el pañuelo con la abstención de Aliança Catalana, el partido xenófobo independentista, y del PP. El portavoz popular, Alberto Fernández, se defendió de las críticas de la formación ultra alegando que la hubiera apoyado “sin dudarlo”, si esta se hubiera limitado a “prohibir el burka o el velo islámico”, sin reclamar además la prohibición de “cualquier vestimenta islámica”. En tono irónico, añadía: “¿Y eso qué significa? ¿Que las babuchas, las túnicas y las chilabas se prohíben también?”. Falta saber si, cuando se debata en el Congreso, Feijóo apoyará la prohibición del pañuelo, como Fernández asegura que él estaba dispuesto a hacer.
El pasado 7 de julio, la diputada de Vox Rocío de Meer provocó un gran revuelo al hablar de la expulsión de España de ocho millones de inmigrantes y sus descendientes. Abascal aseguró que sus palabras habían sido manipuladas y que su partido no sabe en realidad a cuántos inmigrantes quiere expulsar. La proposición no de ley presentada por Vox en junio matiza que serán deportados “los que lleguen ilegalmente a España, los legales que comentan delitos graves o hagan del delito leve su forma de vida, así como todo inmigrante legal o ilegal que decida no integrarse en nuestra cultura y costumbres”; sin precisar cuáles son estas. Abascal añadió que también expulsará a quienes “vengan a imponer religiones extrañas”; exonerando implícitamente a quienes tratan de imponer religiones conocidas, como hizo la dictadura franquista con el catolicismo.
Sin embargo, al contrario de lo que sugiere Vox, el Islam no es, desde el punto de vista legal, una religión “extraña” en España. En absoluto. Está reconocida desde 1989 como religión de “notorio arraigo” y la legislación no solo no la considera incompatible con la identidad nacional sino que reconoce expresamente su “relevante importancia en la formación de la identidad española”, según el acuerdo de cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España, de 1992. Se calcula que en España hay 2,4 millones de musulmanes, de los que alrededor de la mitad son españoles.
Vox trata sistemáticamente a los musulmanes como inmigrantes, aunque hayan nacido en España. El secretario general del partido, Ignacio Garriga, aseguraba este miércoles que Mohamed fue “el nombre más puesto a los niños que nacieron en Cataluña en 2024” y que eso es “un signo más del avance de la islamización de Cataluña, que trae inseguridad para nuestros barrios, violencia para las mujeres y pérdida de cultura y costumbres para los catalanes”. Según el Instituto de Estadística de Catalunya, el nombre más común entre los varones nacidos el año pasado en la comunidad autónoma fue Martí. Mohamed no figura entre los 25 primeros. En cambio, sí aparece Enzo, de origen italiano.
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