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Felipe Hernández, la historia mortal de un hombre maltratado por sus hijos en Murcia: “Le veían por la calle y le deseaban la muerte”

Murió el pasado 19 de julio tras una paliza de uno de sus cuatro hijos, en presencia de su hija. Había puesto diez denuncias contra ellos, tras 12 años de acoso, desde que su exmujer le echó de casa

Patricia Ortega Dolz
Felipe Hernández, en una imagen reciente cedida por su familia.

Hay venenos indetectables, que se inoculan poco a poco, con muestras de desprecio, con desdén, con insultos, rencores y expresiones de odio… Hay venenos que se envenenan con la felicidad de los otros y, entonces, se vuelven letales. Felipe Hernández, a punto de cumplir los 65 años, parecía un hombre feliz. Había encontrado una segunda mujer, Toñi, de la que estaba enamorado. Después de un tiempo juntos, se había ido a vivir con ella a su casa. Tenía pensado jubilarse, y cobrar la pensión máxima, después de toda una vida trabajando en la tienda de su padre, Tejidos Hernández, en el 61 de la Calle Mayor de Molina de Segura (77.500 habitantes, Murcia). Había heredado el negocio familiar, donde se vendieron siempre primeras marcas de moda. Aunque, con los años y el auge de los centros comerciales, la tienda había caído en esa decadencia que habita los buenos comercios de los pueblos. Allí estaba la mañana del pasado sábado 19 de julio, en sus quehaceres cotidianos, sin sospechar que le aguardaba la muerte.

En las imágenes grabadas por la cámara de seguridad se ve como los agresores entran en la tienda. El primero es el mayor de sus cuatro hijos, que empuja la puerta de cristal de la entrada. Le sigue su hija. Él, de 35 años, Felipe, como el padre, licenciado en Derecho y ADE, premio extraordinario de ambas titulaciones y premio nacional también, y ahora opositando al cuerpo superior de inspectores de Hacienda, para seguir los pasos de su madre. Ella, de 31 años, Rosario como la madre, la pequeña de los cuatro hermanos, graduada en Enfermería y Medicina, con el MIR ya hecho y realizando la residencia en Orihuela.

Entran casi corriendo, directos a buscarle. Y encuentra a Felipe en su despacho, en un recodo del local. No se percibe en la grabación si cruzan alguna palabra con él porque, inmediatamente, su hijo comienza a darle puñetazos, lo lanza contra la pared, después contra el suelo, lo patea, se va, vuelve, y le pega otra tunda de puñetazos boca arriba, en el suelo. Mientras, su hermana observa la paliza y realiza aspavientos con los brazos y las manos, no se sabe si alentando al hermano o qué. En apenas un minuto, dejan los dos a su padre destrozado allí tirado y se van a paso ligero por donde han venido: delante Rosario y detrás Felipe.

Según recuerda José Hernández, el hermano pequeño del malogrado Felipe, los hijos llevaban años “viendo como su madre ridiculizaba a su padre en público, lo ninguneaba, se mofaba de él, lo dominaba, le trataba muy mal y después también los hijos, que no han salido aún del nido materno, en la casa familiar de Archena”,

Sorprendentemente, Felipe logró levantarse después de la somanta de golpes. Salió tambaleándose a la calle. Se puso la mano en la cara. Estaba llena de sangre. Cruzó el umbral de la puerta de la tienda, incluso tuvo la precaución de cerrarla. Pidió ayuda: “Me han pegado mis hijos”. Cruzó al otro lado de la calle, como desorientado. Y se desplomó. Así lo muestran las imágenes y lo recoge el atestado policial al que ha tenido acceso EL PAÍS.

Ni sus vecinos médicos, que corrieron a socorrerle realizándole técnicas de reanimación, lograron salvarle la vida. El forense certificó su muerte poco después. La causa concreta del fallecimiento la determinará la autopsia.

En el procedimiento judicial abierto ahora por su muerte, en el juzgado número 1 de Molina de Segura, hay otra decena de atestados. Corresponden a las denuncias previas de Felipe contra sus hijos: por robarle las llaves de casa y el dinero de su cartera, por acosarle en la tienda hasta provocarle un ataque de ansiedad —“no vamos a parar hasta que te pase algo”, le decían—, por llevarse su el ordenador de la tienda —después de eso tuvieron que ponerle un marcapasos—, por sustraerle el teléfono móvil por la calle —dos semanas antes de la paliza—, por escupirle, por toda clase de maltratos

En la mayoría de esas denuncias ante agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad, Felipe solicitó una orden de alejamiento de sus propios hijos, que le acusaban de haber causado la ruina familiar, de no pasarles una pensión, de no hacerles partícipes de los beneficios de su herencia. Sin embargo, Felipe, antes de la separación, les había dejado casi todo cuanto poseía y ellos mismos y su mujer gestionaban sus bienes. “Había conservado solo dos plazas de garaje, que alquilaba de vez en cuando por 50 euros, eso era todo lo que poseía”, señala su abogado, Eduardo Simó, de Simó Abogados. José Hernández lo atestigua: “Mi hermano les dio todo cuanto tenía a ella y a ellos, solo quería que le dejaran en paz”.

Hace 12 años que Felipe se separó de su familia. Su exmujer “le echó de casa después de años de convivencia infernal”, relata su hermano. Pero, más allá de las interpretaciones familiares, lo que está acreditado es que, antes de abandonar el domicilio familiar Felipe formó —aconsejado por su esposa— una sociedad llamada Jopichusa con sus 12 inmuebles, y la puso a nombre de ella y de sus hijos, al 50%.

Salió de aquella casa de Archena con una mano delante y otra detrás y volvió a vivir con su madre en Molina. En el acuerdo, promovido por su mujer —que fue quien interpuso la demanda de separación y después la retiró—, él solo reservó la posibilidad de seguir trabajando arrendado en la tienda. Felipe se había convertido en un inquilino de su propia vida.

“Imagínate cómo estaría mi hermano en esa casa, para aceptar quedarse sin nada con tal de irse de allí”, señala José. “Pero lo peor para él y para todos comenzó cuando, a los cuatro años de la separación, cuando empezó a salir con Toñi, y a exhibir su felicidad en las redes sociales… Sus hijos le veían por la calle y le deseaban la muerte”, recuerda el hermano.

Felipe Hernández, en una imagen reciente cedida por su familia.

Cosas de familia

Todas las denuncias, los miedos y las solicitudes de protección de Felipe nunca fueron respondidas. “El sistema le ha fallado a mi hermano, le decían que eran cosas de familia, por eso ahora tiene que saberse toda la verdad y tiene que hacerse justicia”, dice José, determinado a llevar este asunto hasta sus últimas consecuencias.

Felipe (hijo) fue detenido en la casa de su madre en Archena, donde vive junto a ella y sus hermanos. Rosario se entregó en comisaría porque, tras los hechos, se fue a ver a una amiga y no estaba cuando los agentes se presentaron en la vivienda familiar. Los dos hermanos están investigados por homicidio y se encuentran en prisión preventiva. Felipe, en una primera declaración ante la policía, reconoció que le había pegado a su padre “dos o tres puñetazos” pero que no pretendía matarle. Su hermana se negó a declarar con los agentes. Ante el juez, ambos solo quisieron responder a las preguntas de su abogado.

“Entramos porque vimos la puerta de la tienda abierta”, contó la hija, “para pedirle que nos dejara libres las plazas de garaje y poder aparcar”, dijo en su declaración a la que ha tenido acceso este periódico. Y aseguró que su padre le pegaba en las piernas con el cinturón cuando era pequeña y que una vez le denunció y después retiro la denuncia. Ninguna de esas denuncias consta en el procedimiento, según el abogado Simó.

En la declaración de su hermano Felipe, autor de la paliza, éste asegura que su madre tenía tanto miedo de su padre que no fue capaz de pedirle una pensión de alimentos para ellos. Pero al mismo tiempo reconoce que, antes de separarse, su padre les hizo propietarios de todos sus bienes: “13 o 14 inmuebles”, concreta. Además, declara que su madre “sufría mucho” por el “ahogamiento financiero”. No obstante, reconoce que al principio de la separación el trato con su padre “era bueno”, pero que “luego” se fueron distanciando. Luego… cuando su padre comenzó a ser un hombre feliz, según parecía.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".
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