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El sueño europeo de un migrante que acabó en muerte en un calabozo de Barcelona

El médico que atendió al colombiano Brian Ríos en la noche del 20 de agosto de 2022 cuando lo llevaron los policías locales va a juicio por homicidio imprudente

Juliana Tapiero, fotografiada frente al mural en homenaje a su esposo, Brian Ríos, fallecido el 21 de agosto de 2022, en Rubí.Foto: Gianluca Battista | Vídeo: EPV
Sebastián Forero

A la 1.02 de la madrugada de ese domingo, Brian Steven Ríos sale del centro de atención primaria de Rubí (Barcelona) desmadejado sobre una silla de ruedas, inconsciente, custodiado por cinco policías. Dentro le han aplicado 0,10 mg de midazolam y 0,25 mg de sinogán, dos tranquilizantes. Lo llevan rumbo al calabozo de una comisaría. Le quedan pocas horas de vida y antes de que amanezca ya habrá dejado de respirar.

El día de antes, el sábado 20 de agosto de 2022, había sido un día de celebración en la casa de Ríos. Hacía poco menos de dos meses, Brian Steven y su pareja, Juliana Tapiero, junto a sus dos hijos Daniel y Ángel, habían aterrizado en Barcelona desde Colombia jugándoselo todo. Dejaban atrás una pequeña ciudad en el suroccidente de su país cercada por los grupos armados. Después de pasar varias semanas hacinados en pleno verano en la habitación a la que habían llegado, en la que vivía la madre de Brian y su pareja en Rubí, por fin los seis conseguían mudarse a una casa nueva, espaciosa, a la que debían hacerle algunas reformas. La madre de Brian, además, estaba de cumpleaños. Juntaron celebraciones y armaron una barbacoa que empezó en la tarde. Una fotografía de ese día muestra sobre una mesa redonda una tarta de cumpleaños, dos velas con el número 48, en el patio de la casa, rodeados de material de construcción.

Llegar allí ya era una victoria para Brian y Juliana. En Colombia, ambos habían conseguido montar una tienda de comida, una labor que él alternaba con su trabajo como operario en el aeropuerto y ella como secretaria de un otorrino. Las cosas marchaban bien. Pero poco tiempo después aparecieron unos hombres armados a cobrarles la vacuna, la extorsión. La amenazaron a ella y a sus hijos. España apareció en el horizonte porque los padres de él ya habían migrado primero y tendrían a dónde llegar para probar suerte. Buscar otra vida, un mejor futuro, lo mismo que empuja a decenas de miles de latinoamericanos a migrar. Vendieron lo que tenían, se endeudaron con bancos, hicieron préstamos. El plan era llegar a Madrid y después de unos días, viajar a Asturias, donde vivía el padre de Brian, con los papeles al día y un piso para recibirles. Por un error en el vuelo terminaron aterrizando en Barcelona, que nunca estuvo en los planes.

En Rubí empezó a salir trabajo para ambos. A ella, con una familia cuidando los niños, y a él como ayudante de construcción. Seguían intentando obtener una cita para pedir asilo, pero no lo lograban a través de la página web para hacerlo, colapsada. No conseguían tampoco empadronarse, porque la opción de hacerlo sin domicilio fijo —cuando todavía vivían en una habitación— tardaba más tiempo, pues un funcionario tendría que ir a comprobar que efectivamente vivían allí. “A mí me llamaron a hacerme la visita cuando Brian ya había muerto”, cuenta hoy Juliana.

Pasadas las 11 de la noche de ese sábado, la cerveza se acabó. Brian y la pareja de su madre cogieron el coche hasta el centro del pueblo para comprar más. Pasado un rato, solo el segundo de ellos regresó. Se habían separado y mientras él aparcaba el coche perdió a Brian de vista. Como quedaría consignado después en el atestado escrito por los policías locales que llegaron a la zona, Brian, muy bebido, caminaba por la zona con una botella de vidrio en mano, intimidando a los transeúntes, según la declaración policial que cita el auto judicial. Cuando Juliana llega a buscarlo, lo encuentra sentado en el suelo, rodeado de policías. Estos le impiden el paso a ella, su pareja se altera y empieza un forcejeo con los agentes, que se salda con el hombre esposado y postrado boca abajo sobre el suelo.

Todo empieza a ir a peor. A Juliana los agentes le piden regresar a casa y le dicen que al día siguiente le llamarán para que vea a su esposo. La mujer vuelve a casa con sus hijos y a Brian se lo llevan al centro de atención primaria (CAP) Mutua de Terrassa de Rubí, al que ingresa llevado a rastras por dos policías a las 12.27 de la madrugada, como quedaría registrado en el vídeo la cámara de seguridad.

En la media hora que dura su estancia en el CAP, a Brian, para tranquilizarlo, le son suministrados 0,10 mg de midazolam y 0,25 mg de sinogán, ambos medicamentos depresores del sistema nervioso, mientras es contenido con fuerza por los policías. Un informe de praxis médica solicitado por el juez que ha enviado ahora a juicio por homicidio imprudente al médico que atendió a Brian detalla que los tiempos de reacción del paciente a esa medicación varían de 30 a 90 minutos. Sin embargo, el médico resolvió darle el alta a Brian menos de media hora después de haber ingresado y permitir que los agentes se lo llevaran a un calabozo.

En ese mismo informe que cita el auto recoge: “Es altamente recomendable una observación posterior y/o derivación a centro asistencial de referencia después de la administración de fármacos depresores del sistema nervioso central y crecidamente en caso de abuso de alcohol y por ello, lo más prudente habría sido mantener el paciente en observación”. El médico ha declarado ante la jueza que cuando Brian salió estaba perfectamente consciente, pero toda la evidencia que forma parte de la causa, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, le contradice: las cámaras de seguridad que graban su salida, el atestado policial, el acta de entrada al calabozo de los Mossos de Esquadra y la declaración de uno de los enfermeros allí presentes. Brian estaba completamente inconsciente cuando se le autorizó su salida, tuvo que ser introducido al coche patrulla en volandas y sacado de la misma forma para ser tumbado después en la cama de una celda.

Para entonces Juliana Tapiero aguardaba en casa a que amaneciera para ir a verlo a la comisaría. Su peor temor en ese momento era que las autoridades los deportaran, al no tener papeles de residencia en España, pese a que todavía estaban dentro de los tres meses que están amparados como turistas. “Eso era lo peor que yo pensaba que me podía pasar aquí, que nos deportaran”, dice. Pero sí que había algo peor. “Vinimos huyendo de la violencia y fue aquí justamente donde la encontramos”, afirma.

Brian permanece tumbado en la cama de la celda hasta que a las 4.07 de la madrugada, según el auto, la agente que le vigilaba por cámaras de seguridad detecta que ya no se le escucha la respiración ni se le ve mover. Ingresa con otro agente para revisarle, constatan que no respira, le practican sin éxito la RCP y llaman al SEM. A las 4.50, finalmente, el médico del SEM declara la muerte.

La jueza ha decidido que hay suficientes indicios para que el médico que atendió a Brian en el CAP cuando lo llevaron allí los policías locales vaya a juicio. Teniendo en cuenta que este le dio el alta en menos de media hora y argumentando que tuvo que repetirle la dosis de tranquilizantes porque la primera no le hacía efecto, la jueza concluye que “se suministró más medicación sin haber esperado un periodo de tiempo prudencial para comprobar que la primera dosis hacía efecto”. Con la decisión de la jueza, las acusaciones —tanto de la Fiscalía como la acusación particular— deben ahora presentar sus escritos de acusación.

Para la familia de Brian, la decisión de llevar a juicio al médico es una victoria a medias. Aunque la valoran, consideran que también debe analizarse la responsabilidad que pueden tener los policías locales que lo detuvieron esa noche y lo contuvieron en el CAP mientras se le aplicaba la medicación. La jueza no los llamó a declarar durante la instrucción. Benet Salellas, el abogado de la familia, ha sostenido durante todo el proceso la petición de llamarlos a declarar. “Nos parece importante saber exactamente qué es lo que ellos han hecho, porque hay partes de la intervención de la policía que no tenemos en las imágenes; ellos estuvieron también dentro de la consulta médica, estuvieron haciendo contención mecánica del detenido durante mucho rato, esposado, en una posición delicada y esos son elementos importantes para nosotros”, sostiene el letrado.

Juliana Tapiero está convencida de que Brian fue tratado de la forma como lo hicieron porque era un migrante colombiano. “Si un español va por la calle borracho no le hubiera pasado todo lo que le pasó, el trato hubiera sido muy diferente”, reclama. Hoy, ella, que ha seguido al frente del caso de su pareja, está en situación irregular en España y responde por sus dos hijos. “Nosotros éramos dos jóvenes con un sueño para nosotros y nuestros hijos; ahora soy esa mamá que sigue buscando lo mismo, pero sin el motor que me impulsó a venir aquí, que es Brian”, dice. Para la fotografía que acompaña este artículo, posa frente al mural que hicieron en Rubí con un retrato de Brian. Encima se lee: “Las vidas migrantes importan”.

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Sobre la firma

Sebastián Forero
Redactor en la sección Nacional de EL PAÍS. En Colombia, cubrió el conflicto armado, paz, derechos humanos, tierras y política de drogas en 'El Espectador'. Periodista y politólogo de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Actualmente cursa el máster de periodismo UAM - EL PAÍS.
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