Juicio al asesino pelirrojo de Cabanas: “Un cazador remata las piezas para que no sufran, pero a Elisa la dejó agonizando”
Roger Rodríguez, violador y autor de la muerte de la gerocultora Elisa Abruñedo, venía de una batida el día del crimen, hace 12 años. En la primera sesión del juicio guarda silencio

Un sinfín de preguntas de la Fiscalía y de los dos abogados de la acusación, uno por cada uno de los huérfanos que dejó la muerte de Elisa Abruñedo, han quedado sin contestar esta tarde en la Audiencia Provincial de A Coruña. Roger Serafín Rodríguez, que ahora tiene 51 años y en el momento del crimen, 39, ha elegido guardar silencio durante la primera sesión del juicio en el que se enfrenta a peticiones de pena de 32 años, en el caso de la Fiscalía, y 37, en el de las acusaciones particulares, por la violación y muerte de Elisa Abruñedo. Roger Rodríguez, el cazador pelirrojo en el que ni la afición ni el color de pelo son anecdóticos para el caso, sí había confesado los hechos cuando fue detenido, hace dos años, tras una década de trabajosa investigación por parte de la Guardia Civil de A Coruña.
El día que quitó la vida a Elisa, gerocultora de 46 años, madre y esposa, que había salido a pasear cuando refrescó la tarde, Roger Serafín Rodríguez venía de una batida en el vecino Vilarmaior (A Coruña). Y allí, con otros cazadores de la zona, según sostiene la acusación, se enteró de que aquella tarde, en el ayuntamiento de Cabanas, toda la aldea de Lavandeira, donde vivía Elisa con su familia, acudiría al entierro de dos vecinos que habían muerto en accidente. Aquella batida acabó antes de lo esperado, precisamente, porque dos de los participantes querían ir a la inhumación. La zona de Lavandeira, por tanto, estaba despejada. Y el acusado decidió merodear por aquel terreno conocido, de regreso a su casa en el municipio de Narón. La víctima propiciatoria, aleatoria, fue Elisa Abruñedo, que había decidido pasear, y no ir al sepelio como su marido, aquella vez.
Roger Serafín aparcó apresuradamente su ZX gris oscuro, matrícula de Barcelona, que algún vecino que vio pasar el vehículo por la zona confundió con verde botella. Había visto a Elisa, que regresaba —oyendo música con los auriculares puestos— a su casa, a menos de 200 metros. La abordó, la golpeó, la arrastró unos 17 metros hasta un pinar rebosante de monte bajo, la desnudó, la violó y le asestó tres cuchilladas en el cuello y en el torso, a la altura del pulmón y del corazón. Y se marchó corriendo, según las acusaciones, en plena agonía de su víctima.
“Era un cazador experimentado... y hasta un cazador, frente a un animal, no deja la pieza sufriendo... la remata. Hubiera sido más humano rematarla. Pero la deja agonizante, sin saber cuánto durará su agonía”, ha descrito el abogado de Adrián Abruñedo, el hijo mayor de Elisa. Frente a un jurado popular compuesto por cinco varones y cuatro mujeres, que costó seleccionar toda la mañana, hasta pasadas las 13.45 horas en que empezó el juicio, los abogados de los hijos (el marido de Elisa ya ha fallecido) han pedido 25 años por el delito de asesinato (con la agravante de lugar y tiempo, un domingo al caer el sol, cuando el pueblo está en un entierro) y 12 años por una violación. Otra agravante que blanden los letrados es el género: Roger Serafín Rodríguez, el cazador cazado porque su semen delató que era pelirrojo, abordó a su víctima “por ser mujer”.
Para la fiscalía y los abogados de la familia no hay duda de que fue asesinato, porque “hubo ensañamiento y alevosía”. Sin embargo, el letrado de oficio que defiende al acusado plantea el caso como un homicidio. “Estoy defendiendo a una persona que ha confesado un crimen, no hay forma de repararlo ya, pero mi trabajo es que se le imponga una pena justa”, ha explicado a los jurados. “A esas alturas de año [el caluroso día 1 de septiembre de 2013] el sol se pone más tarde en la zona de Ferrol, y no es un lugar inhóspito. La víctima pidió socorro y al menos tres o cuatro personas la habían visto” minutos antes, ha recordado el letrado.
Acerca del hecho de que el acusado llevase vida normal y fuese capaz de guardar silencio durante 10 años —hasta que la Guardia Civil ató cabos por las pruebas genéticas y lo detuvo— la defensa sostiene que “disoció”. “Disoció la realidad de lo que había pasado con lo que él vivía; pensó al día siguiente que no había sido él”, ha dicho. Sobre si cambió de coche y se deshizo del arma del crimen, el abogado sostiene que ahora no los tiene, simplemente, porque pasó el tiempo.
Cuando fue detenido, en octubre de 2023, Roger Serafín poseía “cuatro escopetas y varios cuchillos”. A su víctima la asalta por la espalda, la golpea en la mandíbula, la arrastra 17 metros hasta el pinar, la semidesnuda, la viola y, después de acuchillarla con el arma que lleva en el bolsillo, “la deja en la misma postura”, recalca la acusación, “del acto” sexual. “Se verá en las fotos”, ha avisado uno de los letrados al jurado popular lo que vendrá en las próximas sesiones, a lo largo de esta semana. No hay, ha dicho el mismo abogado, escapatoria por la vía de la enfermedad mental: el médico forense no acredita en Roger Serafín Rodríguez “ningún trastorno psíquico”, ha asegurado. Y tampoco cabe lugar a pensar que “disoció” su vivencia de la realidad: según los representantes legales de los hijos de Elisa, tiempo después se “jactó” ante conocidos de que nunca encontrarían al asesino.
“Nadie lo vio”, defienden las acusaciones, porque “como cazador, conocía perfectamente la zona” y “porque sabía que en una aldea como Lavandeira, si hay un entierro, todo el mundo acude”. “Elisa no tenía manera de pedir auxilio”, ha dicho la letrada de Álvaro Fernández Abruñedo, el hijo menor, que sigue, 12 años después, y ya con 31 cumplidos, a tratamiento psicológico por el “trauma”. “La dejó vejada, degradada, despojada, agonizando, sufriendo, peor que a un animal”, ha descrito la representante del hijo pequeño de Elisa, “y aumentó inhumana y deliberadamente su dolor”.
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