El festival Músicos en la Naturaleza mezcla cultura y paisaje en la montaña de Ávila
El evento de la sierra de Gredos concentra desde 2006 a artistas internacionales en un entorno rural revitalizado por los asistentes


Este pueblito de la sierra de Ávila es un buen lugar para ver las estrellas. Así lo aseguran varios carteles sobre el turismo nocturno que requiere mirar hacia arriba y lo corrobora un enorme escenario por donde han desfilado astros musicales como Bob Dylan, Sting, Mark Knopfler, Deep Purple o Rod Stewart. Este año ha tocado Bryan Adams, que se subió al escenario el 7 de junio. El festival Músicos en la Naturaleza se celebra cada verano en Hoyos del Espino (Ávila, 400 habitantes) y su nombre evita despistes: hay músicos de primer orden y naturaleza rebosante.
Lo acredita el paisaje que envuelve el recinto: un enorme pinar bajo las elevadas cumbres de la sierra de Gredos, aun con nieve en junio, y un verdor y frescor que contrasta con la habitual masificación y desertificación ligada a grandes eventos como este. El municipio aprovecha: se llena el fin de semana del festival y se posiciona como referente de turismo rural para quienes descubren Ávila y sus rincones. Hoyos también cumple con su nombre: el plácido valle contrasta con los afilados picos por donde hay que serpentear para acceder a esta caldera natural.
Portavoces de la organización aportan estos datos a modo de balance y en la línea de las ediciones de otros años: más de 10.000 asistentes, 100% de ocupación en los alojamientos y la restauración a 25 kilómetros a la redonda, 1,4 millones de euros de gasto en el entorno de influencia del festival y 35 medios de comunicación acreditados. Lo más importante: “Ninguna incidencia reseñable”.
En el cartel figuraban, además de Bryan Adams, Texas, Los Zigarros y Jack Broadbent, herederos de la constelación musical que ha actuado en Gredos desde que en 2006, con la sola interrupción de la pandemia, nació la idea de combinar acordes y árboles en Músicos en la Naturaleza, promovido por la Junta de Castilla y León (PP).
Una de las trabajadoras de seguridad del festival resumía así la diferencia con otros grandes encuentros que también vigila: “Trabajo en estadios o en festivales como el Mad Cool de Madrid y esto es otra historia, no tienes que andar sacando a gente por peleas o alcohol”.
Las señales de “casa rural” se multiplicaban en aquellos días por Hoyos del Espino y comarca, con decenas de localidades rebosantes para albergar a los miles de forasteros. Las tiendas y bares bullían y abundaban las autocaravanas.
Entre los asistentes, dos parejas veteranas que echaban el café, una cervecita y unos gloriosos torreznos antes de los conciertos. Los pacenses Faustino Vicente, María José Fernández, Toñi Vázquez y José María Diestro, de entre 59 y 65 años, han ido a entre dos y cuatro ediciones a Músicos en la Naturaleza y unas cuantas más en otras estaciones, seducidos por la provincia y atraídos por patearla en temporada baja.
“¡Esto es una maravilla, te bajas del coche y se respira otro aire!”, celebraba Fernández, y Diestro recita la cantinela de “patatas revolconas y chuletón” para mostrar que la música alimenta el espíritu, pero que el cuerpo terrenal también necesita manduca. “Nos encanta el cachondeo del camping, los amigos… solo venimos a este festival”, destacaba Vázquez, casi tan contenta como sus hijos: finde con la casa libre.

El alcalde de Hoyos del Espino, Jesús González (PP), aplaude la iniciativa: “La gente viene y, como es tan bonito el paisaje, luego repite todo el año. Las bandas han sido buenas siempre, es un beneficio para el pueblo y toda la provincia, primero nos llenamos nosotros y, luego, los pueblos alrededor”.
González apunta que el público repetidor reserva la misma casa rural o alojamiento de un junio para otro y que el artista cabeza de cartel importa menos que la experiencia. “Los vecinos colaboran, para el aparcamiento dejan sus prados o fincas. El primer año hubo alguna protesta, pero como había buena organización, a las dos horas del concierto no quedan colillas y a los tres días están las vacas y caballos pastando. Se ha demostrado que no causan ningún perjuicio”, indica el regidor, contento porque atender los terrenos y los desbroces contribuyen a evitar incendios.
Javier Valenzuela, de la Fundación Patrimonio Natural, responsable del evento, destaca que “es un festival donde la gente sabe que hay buena organización y que la sierra nevada es uno de los grandes espectáculos que ofrece Castilla y León, para los artistas es un placer actuar aquí”. Los fondos, asegura, provienen de patrocinios privados cuya aportación no pueden señalar por confidencialidad.
Un señor con bastón y bigote contempla el ajetreo frente a un hotel que saca al exterior una barra. Antonio Veneros, de 75 años, era alcalde cuando todo comenzó. “El paisaje es lo que más vende, económicamente da mucho al pueblo y a toda la provincia”, apostilla el hombre, con datos como que en alguna buena tarde pasada se consumieron 43 barriles de cerveza gracias al visitante nacional e internacional, con extranjeros seducidos por grandes nombres de la música y este aliciente natural.
El público, agrega, tiene una edad media suficiente como para no excederse en pecados de juventud. Su alojamiento lo adorna un cartel evocando que allí, en uno de esos salones, estuvo Sting viendo un partido de fútbol entre Inglaterra y Portugal en 2006 poco antes de cantar.
Roberto Muñoz y José Luis García, de 56 y 63 años, respectivamente camarero y distribuidor de alimentos en la zona, celebran el manguerazo económico que ofrece el festival: “Nos da vidilla a todos y el pueblo no se muere como otros alrededor”. Marisa Montalbán y Juanma Rojos, de 55 y 58 años, llegaron desde Granada a un Gredos que ya conocen de otros viajes pero nunca por el festival: “El entorno es inmejorable y Brian Adams, la excusa”.
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