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partido popular
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cómo va de ánimo el PP?

Es difícil en la oposición y lo será más en el Gobierno

Feijóo, en un acto con afiliados del PP.
Ignacio Peyró

El estado de ánimo del Partido Popular avanzada la legislatura de Sánchez es del todo parecido al estado de ánimo del Partido Popular en el último trienio de González o en los minutos de la basura de Zapatero tras los recortes de 2010: la ansiedad por una victoria que tarda en materializarse. Pero si la ansiedad es la misma, las adversidades ahora son mayores. Aznar y Rajoy tuvieron tres intentos; Feijóo tiene dos para asegurarse la Moncloa. Con Aznar había un partido que estrenaba un proyecto ideológico netamente contemporáneo y con Rajoy había un partido fiado aún a su fama de fiabilidad en lo económico. Con Feijóo la época ha sido menos grata. La reputación gestora del PP no está -Mazón- en sus momentos más altos. Los tiempos de tensionamientos ideológicos someten a presión -muchas veces autoinducida- a un partido de vocación acogedora y ecléctica, que se pregunta con angustia o quizá se boicotea a sí mismo al preguntarse en qué cree. Esta presión también la acusa un Feijóo más cómodo en las grandes intuiciones -España, libertad, Constitución, autonomías- que en el mundo de las ideas, partidario de una tecnocracia de cariz benevolente frente a programas políticos de transformación social.

He ahí otra diferencia: con Aznar no hubo contestación interna, con Rajoy las sensibilidades alternativas -Aguirre, Gallardón- se anularon a sí mismas, y sin embargo Feijóo solo ha podido fiarse del instinto de conservación de la derecha para arraigar en su puesto. Es llamativo: dos operaciones tan aparatosas como la manifestación del domingo y el congreso del partido buscan respaldar el liderazgo de Feijóo, y ayer, en la Conferencia de Presidentes, se vio cómo basta medio minuto de Ayuso para robar todas las cámaras. Que Feijóo haya llevado con templanza estos protagonismos -más abierto el de Ayuso, más oculto el de Moreno Bonilla- es un mérito: por uno de estos piques se perdió Casado, mientras que Feijóo ha buscado en el PP un acomodo para duros y para blandos, para Ayuso y Moreno Bonilla, para Tellado y Sémper. Como sea, hay presencias que le arrojan sombra, y quizá por eso tampoco está convenciendo más a los suyos -según las encuestas- que el propio Casado. Feijóo, que se benefició con la caída de Casado del proceso de baronización del PP, sufre ahora esta baronización en Génova: ningún líder autonómico se hubiera atrevido a levantarle el show a Aznar. Ni siquiera a Rajoy. No digamos, por tanto, a pactar Gobiernos autonómicos. Lo peor para Feijóo, sin embargo, ya no está dentro del partido: está fuera, en ese cisma remoto que encabezó Abascal, cada día espiritualmente más distante del PP. Antaño, los populares esperaban heredar como partido; ahora temen, con toda la razón, el infierno de heredar como bloque, en convivencia forzada con Vox. Es una fatalidad para Feijóo: nadie lo ha tenido más difícil como líder de la oposición y nadie lo va a tener más difícil como presidente del Gobierno.

Queda mucho hasta 2027 y la ansiedad es una pasión que quema. A veces lleva a marrar el tiro: en pocos meses se pasa de plantear el cortejo a los nacionalistas a reñir abiertamente con ellos. También es cometido del PP ayudar a rebajar la agresividad retórica –“mafia con sede en Sicilia”- que infecta nuestra vida pública: alguien tiene que empezar a comportarse de modo responsable. Si la ansiedad quema, que se consuelen pensando que el Gobierno está más quemado.

Feijóo afronta un escenario pasmoso en el que ni siquiera Leire Díez y las andanzas de tantos personajes lombrosianos de las bodegas del PSOE llenan su saca de votos. No está claro aún que el miedo a Vox sea menos poderoso que la decepción de la izquierda con la izquierda. Pero Feijóo tiene también alguna paradoja que le resulta favorable. Los socialistas han reaccionado a los últimos golpes con un torpor inhabitual y el propio Sánchez parece fundido desde el día del apagón. El líder del PP cuenta además con la prudencia de una derecha que sabe que no tiene otro candidato. El propio Feijóo ha sabido aprovechar las presiones de los barones de cara a organizar un congreso para convertirlo en una plataforma de consolidación personal. Veremos cómo le sale. De momento, la manifestación del domingo, que algunos juzgan autorreferencial e inútil, es por el contrario de la mayor utilidad para, en la ansiedad y la frustración de la espera, motivar al partido. Al fin y al cabo, los partidos también son estados de ánimo y ahí ya va el PP ganándole al PSOE.

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Sobre la firma

Ignacio Peyró
Nacido en Madrid (1980), es autor del diccionario de cultura inglesa 'Pompa y circunstancia', 'Comimos y bebimos' y los diarios 'Ya sentarás cabeza'. Se ha dedicado al periodismo político, cultural y de opinión. Director del Instituto Cervantes en Londres hasta 2022, dirige el centro de Roma. Su último libro es 'El español que enamoró al mundo'.
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