Luis Tosar: “La gente que vive contigo no tiene por qué comerse el marrón de que tú estés transitando por lugares oscuros”
En una profesión regida por las modas y los altibajos, el gallego es de los pocos actores españoles que siempre han estado allí. Acaba de estrenar ‘La deuda’, de Daniel Guzmán, y en diciembre volverá con ‘Golpes’, el primer largometraje de Rafael Cobos


“Yo no soportaba a Denzel Washington”, dice Luis Tosar (Xustás, Cospeito, Lugo, 54 años). Zapatillas deportivas, vaquero gris, camiseta negra, afeitado completo, Tosar bebe café de un vaso de plástico en un estudio de fotografía de Madrid en el que ha pasado tres horas posando con una naturalidad escandalosa. “Es increíble”, murmura Pablo Zamora, el fotógrafo, viendo el trabajo recién hecho en pantalla: “No viene ni a mirar cómo ha quedado, es imponente”. “Yo no soportaba a Denzel Washington”, sigue Tosar. “Pero luego lo vi en una película hacer una cosa tan sencilla, tan buena, que me dejó alucinado. Era una peli en la que lo extorsionaban por teléfono y hay un momento en que le dan una información que le va a joder la vida. Y en ese momento, que dura un segundo, le cambia la mirada, los ojos se nublan, ya es otro. Y eso es la hostia, eso lo hace la gente muy grande”.
Cuando aún no era muy grande, el epicentro de la vida de Luis Tosar, y de Luis Zahera cuando aún se llamaba Luis Castro, y de Jorge Coira, y de tantos intérpretes veinteañeros gallegos que soñaban algún día con dedicarse al cine, era El Atlántico, un bar en la zona vieja de Santiago. Por allí también paraba otro aspirante a actor, Gonzalo Cortizo, que acabó en el periodismo. Cortizo sigue siendo amigo de Tosar (“todo el que se hace amigo de Tosar es amigo de Tosar para siempre: no olvida a nadie”). Cuando tenía 19 años, Cortizo le pidió a Tosar que le ayudase con la mudanza: se iba de casa. Tosar creyó que era una mudanza sin importancia. Le prestó su Renault Express para guardar las pocas cosas que tenía su amigo en su cuarto. Entró en la casa, sonriente, y la madre de Cortizo lo arrinconó contra la pared y le montó una bronca monumental: “¿Tú eres amigo de este? ¿Y dejas que se vaya de casa? ¿Tú sabes que deja a tres mujeres solas, sus dos hermanas y yo, que soy viuda? ¿Y tú le ayudas?”. El actor, violentado, no sabía dónde meterse. Han pasado más de 30 años, y la madre de Cortizo, cuando se le aparece Tosar en la televisión, dice siempre: “Menudo hijo de puta”.

De alguna manera, reconforta encontrar al menos a alguien que no pasa por el aro de la unanimidad sobre Tosar. Un tipo bueno que deja huella. “En el set es el que se sabe los nombres de todos los eléctricos, el que hace amigos de verdad. Cero flipado. Y en el día 25 de rodaje, cuando ya hay tensión, cuando las cosas se ponen duras y las relaciones se resienten, hace cuatro mamonadas y relaja todo”, dice su viejo amigo de Santiago.
Entre cine y series usted ha hecho más de 100 papeles, no incluimos teatro (Tosar empezó muy joven en el prestigioso Centro Dramático Galego). ¿Es posible que en todos esos papeles, también los antagónicos, haya algo de usted, una suerte de sello?
Siempre se encuentra algo ahí. Uno nunca se va del todo de su propio cuerpo. Hay una manera única de hacer las cosas que pertenece a los actores. Y cuando tienes la oportunidad de ver a alguien durante mucho tiempo y analizar sus trabajos, te das cuenta. Es interesantísimo. Hay unos pequeños hilos conductores, aunque el papel cambie mucho. Por ejemplo, Javier Bardem. Javier es un tipo camaleónico y cambia radicalmente de un personaje a otro. Pero tiene pequeños hilos conductores que de alguna manera definen su trayectoria. Hay que saber mucho de actuación y pasar mucho tiempo viéndolo para darse cuenta.
¿Por ejemplo?
Uno obvio es De Niro. Tiene sus tics ya interprete a un policía o a un delincuente. Pero a mí me fascina. Es cierto que De Niro es mi debilidad. Más que Pacino, sí. Tengo bronca por esto con muchos compañeros.

La abrumadora y reconocida (tres goyas) carrera de Tosar lo va a colocar en el futuro en el lugar de los clásicos del cine español. Ha estrenado en cines ahora La deuda, de Daniel Guzmán (dos Premios Goya, por el cortometraje Sueños y la película A cambio de nada), con Itziar Ituño, Susana Abaitua y el propio Guzmán en el reparto, y estrena el 5 de diciembre Golpes, primer largo de Rafael Cobos (Goya por los guiones de La isla mínima y El hombre de las mil caras), con Jesús Carroza y Teresa Garzón. Cine quinqui de atracos en los ochenta en el que Tosar interpreta a un policía hermano de un delincuente. Y sí, le toca perseguirlo. “Es una película en la que tienen que ver los vínculos familiares y tu destino, cuando tú crees que las cosas están ya más o menos enderezadas y nunca están enderezadas del todo. Y estos dos hermanos son las dos caras de la moneda en una España en agitación. Porque en esos años, cuando se empezó a construir un poco lo que hoy tenemos, imagino que mucha gente tuvo que tomar decisiones muy importantes y muy graves con respecto a cómo seguir adelante”, dice Tosar.

¿Usted fue quinqui?
No. Pero el barrio donde vivíamos nosotros en Lugo era bastante marginal, de nueva construcción. Cuando nosotros fuimos a vivir allí todavía no había calles, estaba el solar, los bloques, pero no se había llegado a urbanizar. Caminos de tierra. Y había mucho quinqui. Recuerdo a uno que llamaban Mazinger, por Mazinger Z. Me daba terror cuando yo era pequeño. Cuando tenía 11 o 12 años me metí una hostia en bici contra él. Casi me cago. El tipo se levantó mirándome, me perdonó la vida y siguió su camino. Muchos años después, yo ya era actor, estaba visitando a mis padres y me lo encontré. Lo reconocí al momento. Los ojos, todo. Y era otra persona, claro, no tenía nada que ver. Un tipo superafable.
Un barrio así está lleno de vidas al límite.
En mi infancia había otros, dos hermanos, enganchados al caballo, que daban mogollón de problemas. Luego me enteré por mi familia que, cuando su madre enfermó, fueron ellos, ya desenganchados, los que se volcaron en cuidarla y en acompañarla en sus últimos momentos, siempre al pie del cañón. No hay que juzgar nunca, o al menos sin saber toda la historia.

Tosar es hijo de un sastre y un ama de casa. “Mi padre trabajaba un poco de sastre, pero tenía que alternar con panadero o lo que le saliese, hasta que se colocó ya fijo en una sastrería en unos almacenes de León. Estuvimos allí unos años hasta que llegaron los trajes por talla. Ya podías comprar talla 50, talla 52, y ahí la sastrería se resintió”. El actor es pareja de la actriz chilena Luisa Mayol desde hace más de una década, y tienen dos hijos de nueve y seis años, León y Luana. La familia vive cerca del Retiro, en el barrio de Ibiza de Madrid. Son datos relevantes porque Luis Tosar, hoy, es fundamentalmente padre. Se detecta leyendo sus entrevistas desde el nacimiento de sus hijos, se confirma cuando, en esta conversación, Tosar alude una y otra vez a su familia. Hay gente a la que la paternidad le cambia mucho, poco o nada; a Tosar le ha cambiado mucho. También en su profesión.
Su cuerpo y su cabeza se prestan a cambios de cierta gravedad según el trabajo. A veces, por la naturaleza del papel, incluso desagradables. ¿Fuera del rodaje eso no tiene consecuencias?
A veces hay apuestas muy radicales en las que tú estás yendo hacia un territorio que no tiene que ver contigo ni con tu vida, pero no dejas de ser tú mismo. Ahí el abismo es tan grande que tú eres consciente, y el resto también, de ese salto. El problema es cuando la frontera es un poco más difusa entre ese personaje y lo que podría ser tu vida, y te acostumbras a convivir con eso y no tienes un espejo muy claro en tu entorno. Es decir, que nadie se fije especialmente en qué está pasando contigo. Bien, a mí solo me empezó a pasar cuando ya fui padre, por ejemplo. Y gracias a mi mujer, Luisa, empecé a detectar que, aunque yo pensaba que no me llevaba el trabajo a casa, sí lo hacía. Empecé a pensar en que tenía que buscar la manera de solucionar eso. Hay una parte que seguramente no se puede evitar. Pero la gente que vive contigo no tiene por qué comerse el marrón de que tú estés transitando por lugares que son a veces oscuros y difíciles, y a veces no tan difíciles y oscuros por el propio personaje, pero sí por lo que te provocan a ti para llegar a él. Es decir, las ansiedades, los impulsos. Yo lo sigo pasando relativamente mal cuando estoy en el proceso de aproximación a los personajes: me comen mucho la cabeza.

¿Sus hijos lo notan?
Mi hija ya me lo dice: “¿Papá, estás empanado?”. Sí, me quedo empanado. Estamos en el desayuno intentando que sea un momento familiar, y entonces se te va la cabeza. Cuando eso ocurre, ahora soy mucho más consciente que antes.
Los niños que creen aún en los Reyes Magos, ¿piensan que su papá es el personaje que interpreta en las películas?
Hostia, no lo había pensado [ríe]. Han visto muy poquito. Yo es que tengo pocas películas que puedan ver los niños. Sí hice doblaje de animación dos veces. Me llevé a mi hijo cuando todavía tenía cinco años. Yo hacía de un lobo que era el malo, y el niño escuchaba mi voz pero no era capaz de cuadrar mucho las cosas. Incluso le daba un poco de miedo el personaje.

En 2004, Andrea Rizzi escribió en EL PAÍS: “Cuando Luis Tosar empieza a hablar, su voz llena completamente el ambiente. Y no se trata de una cuestión de volumen. Escuchándolo, lo primero que uno hace es preguntarse de dónde viene esa voz tan intensa. Poco después, entrevistándolo, uno entiende que viene del mismo lugar de donde Tosar saca la intensidad de sus actuaciones. La forma y el contenido de su conversación lo evidencian”. Más de 20 años después, las cosas no han cambiado. La primera vez que se sintió famoso, cuenta, fue en Compostela. Tosar, junto a Miguel de Lira, Isabel Blanco, Luis Zahera, Sonia Castelo, Carlos Blanco y hasta un adolescente Martiño Rivas, rodó Mareas vivas, la gran serie generacional gallega, una ficción que paralizaba Galicia con sus capítulos. “Mareas vivas fue la locura. De cero a cien desde el primer capítulo, pasamos a ser todos famosos de un día para otro”, recuerda el actor. A Carlos Blanco, por cierto, le ha agradecido en varias ocasiones Tosar su ayuda cuando empezaba. “Fue de las primeras personas en Galicia que me dio chance. Él trabajaba en un programa [de televisión] que se llamaba Con perdón y me llamó para hacer sketches con él; yo le tengo especial cariño porque lo asocio a aquellos primeros años. Lo admiro mucho: es uno de los grandes creadores de escena”, dijo a La Voz de Galicia. Luego, tras mucho trabajo, llegaron Flores de otro mundo, de Iciar Bollain; Los lunes al sol, de Fernando León; Te doy mis ojos, de nuevo de Bollain, y Celda 211 —en la que interpreta el gigantesco personaje de Malamadre—, dirigida por Daniel Monzón. Estas, por citar algunas, entre más de 70 películas.

Tiene una relación delicada, fastidiosa, con el ego. “Es inherente a esta profesión, porque uno quiere hacer y además quieres que se vea lo que haces. Es raro. A veces te apetece actuar solo por el placer de actuar y eso te da la oportunidad, por ejemplo, de salir sin necesidad de obtener ningún resultado, de hacer pura actuación, disfrutar, buscarte a ti mismo, buscar tus posibilidades, tus límites. Eso es un disfrute absoluto. Pero la realidad es que uno se dedica como profesional a la actuación y tu objetivo final es que se vea lo que estás haciendo. Hay un ego que te acompaña permanentemente, es natural”.
Y reconoce haber soportado la presión con dificultad, y a veces necesitado ayuda de profesionales de la salud mental. “No por los papeles que he hecho, sino por una acumulación durante ciertos años en los que, más allá de los propios trabajos, había una exposición pública permanente y sin descanso. Y sin ocasión de descansar, de resetear. ¿Por qué lo estás haciendo? ¿Responde realmente a tus prioridades, a lo que realmente te apetecería hacer? ¿O te estás dejando llevar por la inercia, pero no estás tomando tú las decisiones? Entonces llegó un momento en que dije: hostia, necesito frenar porque esto no me está resultando, y no quiero entrar en una rueda de hámster en la que ya nunca pueda parar, y empezar a tomar medicación sistemáticamente para mantener el ritmo y que la maquinaria no me pueda. Esta es una industria que tiene una maquinaria muy potente y muy demandante, y esa demanda a veces te puede comer. Sin olvidar que yo estoy en una posición absolutamente privilegiada”.

Músico además de actor (tuvo un grupo: Di Elas, y un show magnífico: Magical Brothers), su nombre da título a tres canciones. Una de Siniestro Total (“Esa manera de mirar / la he visto yo en algún lugar. / Esa voz tan peculiar / me resulta familiar”) y dos de música urbana que no están dedicadas específicamente a él, pero juegan con él. Guerrita, Ciclo y Escandaloso Xpósito (“Vi volar a las hormigas por pan. / Rostro serio sin razón, Luis Tosar / La vida te trata bien pa’ estar tan mal”) y otra, de este 2025, de Vreno YG, Marx y Bleu Lotto: “Esta semana soy injodible así que no me tosas. / Voy tó Luis Tosar. / Porque tengo par de pijas que viven en Goya. / Su exnovio va tó Froilán”. También tiene créditos en Spotify. Canta con Pilar Bardem Carne de Cañón al Chilindrón y él solo, en el álbum Un rayo de luz, versiona el clásico de Los Chunguitos: ‘Me quedo contigo’.
Su ídolo de juventud era Josele Santiago, líder de Los Enemigos. El tiempo los ha convertido a ambos en amigos, y Tosar llegó a tocar con él sobre el escenario. Hay sueños que exceden los premios y los reconocimientos; sueños que lo son un segundo antes de cumplirse.
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