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Rodri: el regreso más esperado del fútbol

En septiembre de 2024, una grave lesión de rodilla frenó la carrera de Rodrigo Hernández, futbolista-referencia de la selección española y del Manchester City. Un mes después recibía el Balón de Oro. Ahora, Rodri ha vuelto. Lo visitamos en Mánchester

Rodri, at Manchester City's training ground. The player suffered a serious knee injury on September 22, 2024, and has been out for seven months. ©Manuel Vázquez
Borja Hermoso

Rodri está en el pitch de entrenamiento, y ese es uno de los titulares más sonoros que ahora mismo puedan publicarse en el planeta fútbol. Otro aún más potente sería: “El mejor jugador del mundo ha vuelto, el fútbol está de fiesta”. Ese encabezamiento respondería a lo que parece una inminente vuelta del centrocampista español del Manchester City a los terrenos de juego, una vez superada la grave lesión que sufrió hace ocho meses en la rodilla. También a la confianza del jugador en acudir con la selección española a la fase final de la Nations League en Alemania (junio) y con el City al Mundial de Clubes de EE UU (del 15 de junio al 13 de julio).

Pero centrémonos en esta soleada y calurosa mañana de primeros de abril en Mánchester, donde “soleada”, “calurosa” y “abril” no suelen casar mucho. Ahí tienen a Rodrigo Hernández Cascante, Rodri para los amigos aunque Rodrigo en su camiseta (Madrid, 28 años), correteando con balón por el pitch número 8 de la City Football Academy, el faraónico centro de formación y entrenamiento del club citizen. Al otro lado de una pequeña carretera puede contemplarse desde aquí la mole estilo platillo volante del Etihad Stadium donde, el pasado 22 de septiembre, durante un City-Arsenal, el pivote se rompió el ligamento cruzado anterior y los meniscos de su rodilla derecha tras una disputa banal con el centrocampista ghanés Thomas Partey. La peor lesión posible para un futbolista. Rodri fue operado cinco días más tarde en Madrid por el doctor Manuel Leyes —el mago de las rodillas—, iniciando después un largo y duro proceso de recuperación que ahora ha llegado a su fin.

Rodri entrena tras siete meses de parón debido a su gravísima lesión de rodilla.

“¡Hola! ¿Qué tal, qué tal vuestro viaje?”, lanza un cálido Rodri mientras ofrece una mano para saludar y tira repetidamente el balón al aire con la otra. Su anhelada presencia sobre la hierba casi siete meses después, corriendo y tocando bola, concita la atención de unos cuantos espectadores en la banda. Uno de ellos, aislado del resto, pensativo y en silencio, es Pep Guardiola. El entrenador del City está expectante y no es para menos: él mejor que nadie sabe cuál ha sido el impacto exacto de aquella lesión en la desafortunada temporada del equipo propiedad del jeque Mansour Bin Zayed Bin Sultan al Nahayan.

Es tal la impronta de Rodri en el eje central de la escuadra azul celeste, su capacidad para situarse con aplastante jerarquía tanto por delante como por detrás de la línea de centrocampistas y en general su influencia en el equilibrio del poderío ofensivo y defensivo del City, que su obligada ausencia marcó el inicio de un progresivo desmoronamiento del equipo. Eliminado por el Real Madrid en dieciseisavos de final de la Champions y aún hoy luchando por meterse entre los cinco primeros de la Premier para acceder a la máxima competición continental del año próximo —no hacerlo sería una hecatombe deportiva y financiera—, los citizen se quedaron sin brújula, sin cerebro y sin pulmones. Una nueva prueba de la orfandad que siente el City sin Rodri se produjo ayer mismo, cuando el equipo perdió por 1-0 la final de la FA Cup disputada en Wembley frente al modesto Crystal Palace. Se había barajado la posibilidad de que el jugador, que ya ha vuelto a entrenar con el grupo tras una larga ‘travesía del desierto’, fuera convocado por Pep Guardiola y disfrutara de algunos minutos en la final. Nada de eso. El City, sin Rodri, volvió a perder. Nunca dejará de ser llamativa en el fútbol de élite la forma en que la ausencia de un jugador habla de su condición de imprescindible incluso más que cualquiera de sus brillantes presencias. Es lo que ha ocurrido este año con Rodri y el Manchester City.

“En cuanto los médicos digan que puede jugar, jugará, pero la última palabra la tienen ellos, tenemos que esperar. Yo no soy médico. Fue una lesión muy difícil con un tiempo de recuperación de entre 7 y 11 meses. No queremos que haya ni un paso atrás en su evolución”, respondió Guardiola el pasado 30 de abril cuando un periodista inglés le preguntó por el eventual regreso del 16 del City a una convocatoria.

Rodri Hernández

En este día que El País Semanal pasa con Rodri en Mánchester y mientras Guardiola enfila el camino del vestuario en cuanto olisquea la presencia de un periodista, el ganador del último Balón de Oro protagoniza su cuarta sesión de entrenamiento tras meses de inactividad. Es una sesión leve sobre el césped, acompañada de otra de rehabilitación en gimnasio, en solitario y bajo la atenta mirada de los responsables médicos del club, el italiano Max Sala y el español Eduardo Mauri. Al final, desde una distancia de unos 20 metros, Rodri empieza a patear varias veces el balón para dirigirlo repetidamente y de forma telescópica al pecho de Mauri, lo que parece un ejercicio prosaico para un futbolista de élite y casi milagroso para cualquier pobre mortal aficionado al fútbol. Antiguo jugador del Espanyol y actual cancerbero del estado físico de Rodri, Eduardo Mauri comenta: “El tema es no precipitar su vuelta… Él está bien, pero mi abuelo decía que el fracaso llega cuando quieres precipitar el éxito. La prisa nunca es buena”. Rodri dice que sí, que de acuerdo, pero matiza: “Esto se ha hecho muuuy largo, ya era hora”.

Otro de los espectadores de hoy en la banda se llama Txiki Begiristain. Viejo zorro del fútbol, aquel extremo zurdo de la Real Sociedad, el Barça, el Deportivo y la selección española, exdirector deportivo del club de La Masía y director de fútbol del Manchester City en las últimas 13 temporadas (abandonará el club al término de esta para tomarse un año sabático antes de acometer nuevos rumbos), contempla sin pestañear las evoluciones del renacido. Y susurra a los oídos del periodista: “Ya ves. Este es el nivel. Mira qué zancada, mira qué físico. Rodri es tan bueno y tan poderoso que a veces, según en qué partidos, te permite tener en el centro del campo prácticamente a un solo jugador, y que los demás se puedan ir para adelante con más facilidad. Cuando pasa esto que le ha pasado y quieres buscarle sustituto, sabes que te vas a tener que gastar un dineral y que no vas a conseguir a nadie como él”.

Rodri Hernández, jugador del Manchester

Los hechos parecen haber dado la razón a Txiki Begiristain. El pasado 28 de octubre, un Rodri con muletas recibía en el Teatro del Châtelet de París la más preciada de las recompensas que un futbolista profesional puede recibir en el plano individual: el Balón de Oro que otorga la revista France Football por votación de un centenar de periodistas de todo el mundo. Ningún otro jugador español había sido distinguido con este trofeo, a excepción de Luis Suárez… en 1960. Por detrás de Rodri quedaron, en este orden, Vinicius, Bellingham y Carvajal. El Real Madrid, que daba por hecha la victoria de Vinicius, no se tomó demasiado bien la noticia y Florentino Pérez canceló ipso facto el viaje de la expedición blanca a París. Tampoco hubo comunicado oficial de felicitación para Rodri por parte de un club, el de Chamartín, que siempre ha tenido al futbolista como uno de sus prioritarios objetos de deseo, y más ahora tras el descalabro provocado por el adiós de Toni Kroos. “Por favor, no preguntes a Rodri por Vinicius ni por el Madrid, está harto del tema y no quiere ni oír hablar de eso”, ruega un responsable de comunicación del City antes de la cita. En noviembre, en el espacio El larguero, de la SER, Rodri apuntaba: “Cuando te llama el Real Madrid, el mejor club de la historia y el más laureado, es un honor. Siempre hay que prestar atención, está claro”.

Ese Balón de Oro para Rodri fue un premio de doble interpretación, porque por un lado suponía el colofón a lo que viene siendo una carrera espectacular y, al mismo tiempo, la entrada de esa carrera en otra dimensión. Su palmarés impone: con el City ha ganado cuatro títulos de Liga en la Premier, dos Copas de la Liga, una FA Cup, dos Community Shield, una Supercopa de Europa, un Mundial de Clubes y, sobre todo, la Champions de 2023 —la primera para los citizens—, en cuya final marcó el gol de la victoria frente al Inter. Con el Atlético de Madrid ganó la Supercopa de Europa en 2018. Y con la selección española, la Eurocopa sub-19 en 2015, la Liga de Naciones en 2023 y la Eurocopa el año pasado, siendo elegido mejor jugador del torneo. El precio actual de mercado de Rodrigo Hernández, según la web especializada Transfermarkt, es de 130 millones de euros. Tiene contrato con el City hasta el verano de 2027. Gana cerca de 14 millones de euros brutos al año. Según el diario británico The Sun, el club está dispuesto a ir hasta los 23 millones brutos al año si el jugador extiende su contrato hasta 2030.

Rodri Hernández, jugador del Manchester

—¿Nada es igual después de ganar el Balón de Oro, o todo es igual?

—En lo que yo soy, no me ha cambiado. Pero en lo que me rodea, sí, cambian muchas cosas, es inevitable. Lo que me enorgullece de ese premio es lo que significa. Para mi país, para mi club, para la demarcación de pivote… y, sobre todo, joder, lo miro en casa y me digo a mí mismo: ¡oye, que esto lo han ganado todos estos años Cristiano y Messi! Eso te habla de lo mucho que te puede sorprender la vida y de lo que puedes conseguir si haces las cosas como se debe. ¡Y es fácil decirlo! No tanto hacerlo.

“La demarcación de pivote”. Más allá de los consabidos agradecimientos a su pareja, Laura —con quien vive en Mánchester, concretamente en la colindante localidad de Salford, a dos pasos de Pep Guardiola—, a su familia, a sus compañeros, a su club, al seleccionador nacional, Luis de la Fuente, y a la UEFA, el discurso de agradecimiento de Rodri tras recibir el Balón de Oro fue una reivindicación de ese puesto, el de pivote defensivo, tantas veces injustamente oscurecido cuando no invisibilizado a ojos del gran público. O mediocentro, que no es exactamente lo mismo…, pero en boca de Rodri parece ser igual, ya que utiliza de forma indistinta ambos términos para autodefinirse. “Pivote, pivote, yo soy pivote”, nos aclara hoy. O sea, esa especie de gladiador disfrazado de futbolista que socorre lo mismo a los defensas que a los centrocampistas. Y sin embargo, en su emotivo discurso de París dijo: “Esto es una victoria del fútbol español y sobre todo de la figura del mediocentro. Hoy doy visibilidad a todos esos mediocentros tan importantes que ha habido a lo largo de los años y que a veces han tenido el trabajo ensombrecido”.

Rodri Hernández

Frente a la inacabable y sonora legión de los demagogos, los ventajistas y los resultadistas del fútbol, a quienes del fútbol solo les suelen gustar los oropeles que brillan en la superficie, el juicio crítico de Rodri sobre la evolución moderna de este deporte y sobre su propia demarcación es cristalina como el agua: “Lo que más ha cambiado no ha sido la posición de pivote, lo que más ha cambiado ha sido el propio fútbol. Cada vez es más importante la gente que está por detrás del balón. Antes, los importantes eran los delanteros y los interiores porque eran los que marcaban la diferencia, y los demás era como que no formaban parte de todo eso. Hoy en día, los partidos se ganan colectivamente. Y desde atrás. Y como se ganan desde atrás y colectivamente, ahora la función del pivote es vital. Un pivote tiene que ser un jugador sólido que piensa antes de hacer y que casi siempre hace lo mismo, porque es el guía. Así era Busquets, mi referente: pam, pam, pam, pam, siempre igual, y siempre bien. Y eso le pasa un poco ahora también a un jugador como Martín Zubimendi, de la Real Sociedad, que es muy bueno y tiene unas ganas enormes de seguir aprendiendo. Es comprensible que, para el aficionado, a menudo la nuestra sea una labor ciega, sin trascendencia ni para acciones defensivas clave ni para acciones ofensivas clave, pero te aseguro que, para los entrenadores, no es así”.

Después del entrenamiento en el césped y en el gimnasio, ya elegantemente vestido (“¡aprovechad, que voy de guapo!”) y sentado en el Estudio 1, el plató televisivo de la City Football Academy, Rodri aceptará volver atrás en el tiempo. Volver a aquella desgraciada jugada que originó su calvario personal: “Fue un tema de desestabilización, un gesto extraño en el que me rotó la rodilla y… bueno, al final el ligamento cruzado no es lo más importante. Cuando pasan seis meses, eso se ancla, se sutura y ya está, no hay más misterio. Son mucho más importantes los meniscos. Ahí empiezan los problemas. Aunque hoy en día se ha avanzado mucho. Hace 15 o 20 años era una lesión directamente de ‘me retiro’, pero hoy nada de eso”.

Rodri Hernández

Apenas cinco días antes de su grave lesión, y durante una rueda de prensa en la ciudad deportiva del City previa a la primera jornada de Champions, Rodrigo Hernández había puesto el dedo en una controvertida llaga: la del exceso de partidos para los jugadores de élite. Controversia que aún colea. Preguntado sobre ello y sobre la posibilidad de una huelga de futbolistas como forma de protesta contra la dictadura del calendario, dijo aquel día: “Sí, estamos cerca de eso, si esto sigue así no nos quedará otra opción. Nos preocupa, es demasiado, alguien tiene que cuidar de nosotros. No todo es dinero o marketing, también es la calidad del espectáculo”. De ahí a interpretar que el absurdo embudo de partidos pueda estar afectando a la salud de los futbolistas y al exceso de lesiones graves, Rodri lo tiene así de claro: “Cualquier experto te dirá que eso está directamente relacionado, y por eso han puesto el límite de las 72 horas. Yo tengo clara una cosa: todo evoluciona en el deporte de élite, y las competiciones y sus calendarios también tienen que hacerlo”.

Pero como la frustración no es incompatible con la vocación de extraer lecciones positivas hasta del pozo más hondo, el vía crucis personal de Rodri parece haber actuado en cierto modo como analgésico. “A nadie le gusta una lesión tan larga…, pero me he sorprendido a mí mismo”, reconoce, “he sabido ver desde otro prisma la vida del futbolista: estar solo en un vestuario, ver los partidos desde una grada, no estar en la dinámica del equipo… y prestar atención a detalles a los que antes no se la prestaba”. Y una conclusión que, siguiendo el argot futbolístico, podríamos calificar de “valor gol”: “Todo esto yo creo que ha sido una especie de test para sentir qué puede pasar el día en que me retire. Siempre he pensado: ¡buah, cuando me retire verás qué maravilla!…, sobre todo en esas temporadas largas y duras en las que acabas muy cansado y estresado. Pero resulta que cuando te viene de golpe algo así, parar no es fácil”. Si algo tiene claro el exjugador del Rayo Majadahonda, Villarreal y Atlético de Madrid es que este parón forzoso acabará influyendo positivamente en su vida deportiva: “Seguro que esta lesión y este parón van a alargar mi carrera deportiva, porque me van a dar un oxígeno que nunca pensé que iba a tener. Estoy convencido de que por ejemplo, a nivel de oxigenación muscular, esto me va a dar mucho más fútbol”.

Rodri Hernández

—Usted tiene 28 años. Como futbolista de élite… ¿diría que 28 ya, o 28 todavía?

—¿Cómo? ¡Ah, bueno, no, no, 28 todavía, claro! Es verdad que ahora estamos en un momento del fútbol en el que están apareciendo chicos tan tan jóvenes, y hay tanta diferencia de edad con ellos, que te dices a ti mismo: ¡joder, si ya soy mayor! Pero qué va, creo que estoy en el mejor momento de mi carrera a nivel de edad y que todavía me queda por delante un segundo tramo muy bonito.

—Lo de esos futbolistas de 16, 17, 18 años jugando como titulares en equipos grandes es increíble. Es un fenómeno nuevo en el fútbol de élite, impensable antes…

—¡Es que te ves a ti mismo y te dices: ¡que le saco 10 años! ¡Que yo con su edad estaba en juveniles! Esos chicos queman etapas porque están hechos de otra materia, pero son excepciones, no es la regla normal. El proceso normal no es ese.

—¿Qué quiere decir?

—Escuché no sé a quién que ahora hay en el fútbol muchos chicos que se frustran porque, claro, ven a Lamine Yamal y…, pero es que Lamine Yamal no es normal. Cada uno tiene su proceso. Y a mí, cuando era chaval y estaba empezando, me hubiese gustado que me contaran bien esta película. Así que yo ahora soy consciente de la responsabilidad que tengo, y cuando hablo con futbolistas muy jóvenes trato de decírselo: les digo que el objetivo no es llegar arriba del todo, el objetivo es ser la mejor versión de ti que puedas ser, y hasta donde llegues. Si te pones una meta de “yo quiero ser este jugador”, puede haber mucha frustración por el camino.

En efecto, la historia del fútbol está llena de potenciales portentos que, sin embargo, no llegaron a triunfar o lo hicieron de modo fugaz y luego se esfumaron. Rodri está convencido de que el talento puramente futbolístico nunca basta, y lo argumenta así: “Para llegar al máximo nivel —al que llegan muy muy pocos— tienes que tener mucho más talento que el resto, pero también ciertos atributos a nivel de coco que te permitan ser constante y competir siempre bien. Y ligar todo eso es muy complicado. Muchos con muy buenas condiciones para el fútbol no llegan arriba. Esto es un pack completo. Hay futbolistas que llegan, están dos años y luego desaparecen. Y otros que se tiran 15 años en lo más alto. Fíjate en Messi, fíjate en Cristiano, en Xavi, en Iniesta, en Busquets…, fíjate en ellos: son bestias a nivel físico, bestias a nivel de talento y bestias a nivel mental”. El mejor jugador del mundo cree que “se ha avanzado mucho” en las cuestiones de salud mental en el fútbol y en el deporte de élite en general, pero también que “aún queda mucho, muchísimo camino por hacer”.

Rodri no tiene ni redes sociales (“no es lo mío, desde luego”), ni tatuajes, ni piercings, ni un peinado semejante al de un mapache, ni un maserati modelo exclusivo como algunos de los que vemos hoy en el parque móvil de la ciudad deportiva del City, ni luce camisetas de 500 euros o jeans descuartizados de 1.000. En cambio sí luce un título de licenciado en Administración y Dirección de Empresas (ADE) por la Universidad pública Jaume I de Castellón. Se lo empezó a sacar cuando jugaba en el Villarreal (2015-2018) y lo remató ya siendo jugador del Manchester City, al que llegó procedente del Atlético de Madrid en julio de 2019 por 70 millones de euros. Siendo ya una estrella del fútbol afincada en Mánchester, Rodri seguía yendo a Castellón a examinarse. Cuando va de futbolista lleva la camiseta bien por dentro del pantalón —una rara avis— y cuando va de paisano, como ahora en la terraza del exclusivo hotel Dakota, que suele frecuentar, luce pantalones de pinzas, botas casual y un jersey color arena. Es lo que se podría denominar un tipo normal y un futbolista de estampa antigua. Y desde luego, el fútbol no es para él tan solo jugar al fútbol, sino también un potencial instrumento de educación y concienciación para los más jóvenes.

Parte de su tiempo lo dedica a la organización Football Beyond Borders, que cuida a través del deporte a jóvenes en riesgo de exclusión social, y también lleva a cabo una labor similar en México, con la creación de canchas y actividades deportivas en la calle para sacar a los chavales del mundo del narco y la delincuencia. “Los deportistas famosos tenemos una responsabilidad. Al ser figuras públicas tenemos que demostrar tener unos valores. La gente asocia a un deportista con valores. Así que es importante saber cómo comportarse dentro y fuera del campo”, dice.

—¿No le llega a empalagar todo eso que se dice de usted? Que si “futbolista modelo”, que si “ejemplo para todos”, hasta “héroe del fútbol”…

—Claro. A ver, hay dos partes. Una te llena de orgullo cuando te paran por la calle y una mujer te dice “gracias” porque su hijo te ha visto en la tele hablar de no sé qué…, y otra parte es la de la exageración, que parece que uno es sobrehumano y lo hace todo bien. Pues no.

—¿El placer de jugar al fútbol está intacto?

—A ver, ¿a qué llamas tú placer?

—A disfrutar entrenando y jugando. A que le guste lo que hace.

—No, no siempre me gusta lo que hago, está claro. No todos los días me levanto y digo: ¡joder, qué guay, jugar al fútbol! Soy un afortunado y eso lo sé, pero esta profesión tiene momentos duros y momentos muy jodidos. Y días en los que no te quieres levantar para ir a entrenar. Sobre todo cuando entras en esa dinámica de jugar, jugar y jugar… y además tienes que ganar, ganar y ganar. Yo he conocido y conozco compañeros que no disfrutan con eso, y es lógico, porque hay momentos en que es una locura. Y puede quemarte. Y hay gente que peta.

—¿Usted juega al fútbol como es?

—Los demás no sé, yo sí. Creo que es fundamental. Hay jugadores buenísimos que insultan al rival, que provocan, que se quejan desde el minuto dos, que se tiran…, y yo no concibo eso. Yo soy como soy en el campo, y la ambición que tengo en mi vida es la misma ambición que tengo durante un partido. Pero se ve que hay otros jugadores que no. Y no daré nombres.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.
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