Incrédulos, oportunistas o conspiranoicos: así nos comportamos durante el Gran Apagón
Todos nos quedamos sin luz, pero cada uno lo vivió a su manera. Estas son las lecciones que podemos sacar de una jornada distópica en tiempos de incertidumbre

En 1965 se estrenó por vez primera Black Comedy, uno de los montajes teatrales más sencillos y efectivos nunca realizados. La obra empieza con un escenario a oscuras en el que los actores se desenvuelven con naturalidad hasta que, de repente, se produce un cortocircuito y se encienden los focos para que los espectadores vean cómo los personajes se mueven a tientas. Siguiendo esta lógica de iluminación invertida, cuando regresa al fin la electricidad, vuelven a apagarse los focos del teatro y termina la obra.
Mientras dura el apagón, los ocho personajes ideados por Peter Shaffer viven toda clase de dificultades y situaciones grotescas que provocan la hilaridad del público. Es uno de los pocos ejemplos en los que el arte no nos presenta la oscuridad sobrevenida como una amenaza. Este último es el caso de Día cero, la serie en la que Robert De Niro tiene que lidiar con un colapso energético que recuerda al vivido en la península Ibérica el pasado 28 de abril. Existen muchas otras producciones audiovisuales sobre el tema, ya que la humanidad contemporánea fantasea con temor desde hace años con el qué pasaría si cayera internet, la electricidad, o ambas cosas, como fue el caso en gran parte de España y Portugal a lo largo de más de 10 horas.
Ahora ya lo sabemos.
Las reacciones ante un suceso de esta magnitud, tan raro como inesperado, hacen aflorar la esencia de quienes lo están viviendo. Veamos cuatro de ellas:
Incredulidad y confusión. El abanico de respuestas va del “esto no puede estar sucediendo” a la esperanza de que se trate de un accidente breve tras el cual se recuperará de inmediato la normalidad. Esta sería la reacción típica de quienes viven muy asentados en la zona de confort.
Conspiranoia. Antes de disponer de información contrastada, la persona fantasiosa elabora hipótesis o da crédito a los primeros bulos que le llegan: “Se trata de un ataque de…”, “esto es un experimento para un apagón posterior que se provocará en el mundo”, “hay fuerzas extraterrestres operando”.
Pesimismo y exageración. Si la estimación de las instituciones es que se tardará de ocho a diez horas en recuperar la normalidad, este perfil prevé escenarios más graves, a veces basándose en informaciones tan difusas como las del modelo anterior: “La pareja de un amigo, que trabaja de controlador aéreo, dice que es imposible que el sistema funcione antes de dos o tres días”. También puede contemplar el incidente como el inicio de una tragedia con muchos más capítulos. “Volverá a pasar y será aún peor”, dirá con convicción.
Oportunismo. En lugar de entregarse a elucubraciones, ve la ocasión que le ofrece el nuevo escenario. Durante el apagón hubo tenderos que multiplicaron sus ventas ofreciendo productos de primera necesidad en efectivo, al igual que las lluvias hacen aflorar los vendedores de paraguas. Desde un punto de vista empresarial, la pandemia permitió a Zoom multiplicar sus suscriptores. Por su parte, el reciente apagón animó a alguna compañía eléctrica a ofrecer por e-mail baterías domésticas para garantizar el suministro del hogar un par de días, con un coste que rozaba los 13.000 euros, animando al cliente a pagar de inmediato una reserva.
De los cuatro perfiles, este último procura valiosas enseñanzas para tiempos de normalidad, si es que algo así existe. Dejando de lado el gran daño económico, en el plano psicológico una crisis extraordinaria como esta aporta una nueva mirada para afrontar las pequeñas crisis del día a día, si nos hacemos esta pregunta: ¿cómo puedo aprovechar esta situación? El gran apagón permitió disfrutar por unas horas de la calma, al cesar el bombardeo de datos y las pantallas que nos anestesian la mente. Muchos urbanitas tuvieron que caminar, aunque fuera solo para volver a casa, y comprobaron que eso no les sentaba nada mal. Encontramos más tiempo para hablar con la pareja o con los vecinos. Descubrimos que, ni que sea por un día, podemos vivir sin internet e incluso sin electricidad, que hay vida más allá de las invenciones modernas y que, en realidad, se necesita muy poco para sentirnos vivos en este mundo.
En suma, la oportunidad que asoma en una crisis de sabor distópico es darnos cuenta de que muchas necesidades son superfluas, y que podríamos disfrutar mucho más de la vida analógica cuando la otra realidad vuelva a estar disponible. ¿Seremos capaces de aprenderlo?
La lección del "cisne negro"
— El término de “cisne negro” del ensayista Nassim Nicholas Taleb designa algo que nadie ve venir y que, por eso, tiene la oportunidad de suceder. Un ejemplo son los atentados del 11-S, que pudieron ocurrir porque las fuerzas de seguridad no habían previsto esa posibilidad.
— Y ahí está la enseñanza de un evento imprevisto de este tipo: que algo no haya pasado nunca no significa que no pueda suceder. Siempre hay una primera vez. Eso no tiene que volvernos temerosos o paranoicos, sino llevarnos a aceptar que la incertidumbre es la esencia misma de la realidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.