La maldición de Monnet
Europa no avanza más que a golpe de crisis porque solo las crisis convencen al poder de que no ceder soberanía es un suicidio


En una entrevista publicada por este diario, Claudi Pérez le formulaba la pregunta clave a Jean-Claude Juncker: “¿Por qué la Unión Europea solo parece avanzar a golpe de crisis? ¿Por qué esa frase famosa de Monnet, ‘Europa se forjará en las crisis’, parece una maldición?”. Monnet es por supuesto Jean Monnet, uno de los fundadores del germen de la actual UE; en cuanto a Juncker, se trata del presidente de la Comisión Europea entre 2014 y 2019: viejo zorro de la política, Juncker no responde la pregunta, o no abiertamente. Pero yo, que no soy político, arriesgo una respuesta.
De entrada, reconozcamos que el vaticinio de Monnet fue exactísimo: una y otra vez se ha cumplido desde el fin de la II Guerra Mundial; también, como recuerda Pérez, en los últimos años. La crisis de 2008, que a punto estuvo de llevarse por delante el euro, acabó provocando lo contrario: la consolidación de la moneda común mediante los rescates a los países con problemas y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, esencial para garantizar el equilibrio financiero de la zona euro. Por su parte, la crisis del coronavirus originó la federalización de la deuda europea: lo que el economista Antón Costas denominó “el momento hamiltoniano”, por Alexander Hamilton, el político que en 1790 abogó por que el flamante Gobierno estadounidense asumiese las deudas contraídas por los Estados federales para financiar su rebelión contra los británicos. Esos dos avances hacia la unidad europea eran para muchos, antes de que se produjesen, inaceptables, casi impensables; solo los aceptaron porque no quedó más remedio. ¿Ocurrirá otro tanto ahora con la defensa europea, cuando la invasión a gran escala de Ucrania y la amenaza de abandonarnos blandida por Donald Trump han revelado nuestra propia indefensión? No lo sé, por supuesto, pero los números cantan: los 30 países europeos de la OTAN invierten ahora mismo 420.000 millones de euros en defensa, mientras que Rusia invierte 129.000. ¿Cómo es posible que, gastando casi cuatro veces más que Rusia en defensa, no seamos capaces de disuadirla de que nos ataque y los europeos vecinos de Rusia estén temblando ante la posibilidad de que Estados Unidos deje de protegernos? La respuesta es obvia: porque 30 pequeños ejércitos aislados, cada uno con mandos, objetivos y organizaciones propios, son mil veces menos disuasorios que un gran ejército integrado por esos 30 pequeños, con un mando único, una misma organización y un objetivo común. Dicho esto, salta a la vista que lo que de verdad necesita Europa no es aumentar su gasto en defensa —ni siquiera aumentarlo “bajo la reserva de que se dé un paso adelante en la integración europea”, como ha escrito Jürgen Habermas—; lo que necesita es una auténtica integración defensiva, es decir, la creación de un ejército común, como vienen proponiendo desde hace tiempo políticos europeos de primera fila, desde Emmanuel Macron hasta el propio Juncker. Por lo demás, también es evidente que lo que vale para la guerra de los tanques de Putin vale para la guerra de los aranceles de Trump: ambos mandatarios confiaron en dividirnos para vencer; pero todo indica que, mientras no nos dividamos, no vencerán… Así pues, ¿por qué Europa padece la maldición de Monnet? Además de ser el proyecto político más revolucionario, urgente y ambicioso del siglo XXI, la Europa unida es un proyecto insólito, entre otras razones porque supone la unión de Estados que llevan mil años haciéndose la guerra y que, en consecuencia, y en aras del bien común, deben ceder soberanía; pero, igual que el dinero siempre quiere más dinero, el poder siempre quiere más poder: no está en su naturaleza ceder soberanía y únicamente la cede cuando la realidad lo obliga a hacerlo. De ahí la maldición de Monnet, por eso Europa no avanza más que a golpe de crisis: porque solo las crisis convencen al poder de que no ceder soberanía es un suicidio.
¿Significa esto que la unidad de Europa es inevitable o que la historia, que consiste en una sucesión de crisis, la volverá inevitable? En absoluto: al fin y al cabo, la vocación autodestructiva de Europa está más que acreditada.
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