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Peregrinaje cervecero por Bélgica: de Bruselas a Lovaina

En este país, la elaboración de la cerveza es un arte y una excusa ideal para recorrer ciudades, pueblos y abadías con el objetivo de identificar y degustar los diferentes tipos

Ruta cerveza en Bélgica

Bélgica es el paraíso de la cerveza. En este país, la elaboración de esta bebida es todo un arte y, gracias a su impresionante variedad, un pub belga medio ofrece centenares de tipos. Probar sus diferentes cervezas locales es una buena excusa para recorrer monasterios, pueblos y ciudades, con la firme voluntad de aprender a identificarlas.

En un recorrido por Bélgica, todas las localidades le deben todo a la cerveza: de las ciudades importantes, como Bruselas, Amberes y Brujas, a las más poblaciones más pequeñas. Y es que por todo el país siguen existiendo viejas abadías traspenses donde se fabrican cervezas regionales como hace casi mil años.

Y es que aquí la cerveza es historia y tradición. Los primeros tragos se dieron en la Edad Media. Cuando la peste llegó en el siglo XI, Arnulfo, abad de Oudenburg, convenció a sus feligreses para que bebieran cerveza en lugar de agua. Como para su elaboración se tenía que hervir el agua, la peste remitió y la gente creyó que el abad obraba milagros, y así fue como se convirtió en el santo de los cerveceros, y la cerveza pasó a ser una bebida cotidiana. Las primeras consistían en poco más que sopa de cebada de fermentación espontánea; sin embargo, durante los siglos siguientes, los monjes, muy aficionados a este brebaje, se dedicaron a inventar métodos más sofisticados para su elaboración y mejoraron su sabor agregando miel y especias.

Hoy, la mayoría de las mejores cervezas belgas de abadía ya no se elaboran en su interior, pues los monjes hace tiempo que subcontrataron su fabricación a cambio de ciertos beneficios, como es el caso de las Corsendonk, Grimbergen, Maredsous y Leffe. Algunos productores locales han llamado a sus cervezas con el nombre de abadías en ruinas, como la Ename, de Oudenaarde, y la Abbaye d’Aulne, del valle del Sambre. En general, de casi todas ellas, hay una variedad rubia (blonde/tripel/triple) y otra negra (bruin/dubbel/double).

Más información en la guía Bélgica y Luxemburgo de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.

Diferenciando las cervezas belgas

A pesar de su industrialización, en seis abadías cistercienses los monjes siguen elaborando cervezas complejas, ricas y suaves, consideradas las mejores de Bélgica: son las trapenses, que más que un tipo de cerveza es una denominación de origen, pues las hay de distinta intensidad y diversos colores. La Chimay, la Orval y la Westmalle se encuentran por todas partes, y cada una de las abadías cuenta con una cafetería donde se pueden degustar. Sin embargo, dar con la Rochefort o con la Achel, que es más reciente, es algo más complicado. La flor y nata de las cervezas belgas es la Westvleteren, que no se etiqueta y solo se puede identificar por el color de la chapa: la amarilla es la Westvleteren 12 (10,8% de alcohol), una cerveza negra, sin filtrar, con sabor a malta, por cuya intensidad y complejidad ha sido clasificada repetidas veces como la mejor del mundo. Como su producción es muy limitada, la forma más fácil de conseguirla es visitando la cafetería de su abadía. Si no es posible y no se encuentra ningún bar donde la sirvan, siempre se puede probar la St. Bernardus, elaborada cerca de Watou, cuya receta se basa en las técnicas originales guiadas por un maestro cervecero de Westvleteren.

La Chaloupe D'Or, clásico local para tomar una cerveza en la Grand Place de Bruselas.

Dicho esto, la realidad es que las cervezas más populares son las lager: Jupiler, Maes y Stella Artois, que sirven en cualquier cafetería, bar o pub. Luego están las rojas flamencas y las lambic (elaboradas por fermentación espontánea, lo que les aporta un sabor ácido). Y aún quedan las denominadas cervezas blancas, que son de trigo, saciantes, acostumbran a ser turbias y estar aromatizadas con cáscara de naranja y cardamomo, y se beben bien frías con un toque de limón en las tardes de verano. La más conocida es la Hoegaarden, que cuenta con un interesante museo, y también está la Brugs Tarwebier.

Bruselas, primera parada del viaje cervecero

El circuito por las cervezas belgas empieza en Bruselas, en la Grand Place, específicamente en La Chaloupe d’Or, la casa del gremio de cerveceros. En la plaza principal de la capital belga también puede visitarse el museo de la cerveza: se extiende a lo largo de la casa del gremio de los cerveceros y cuenta con utensilios del siglo XVIII. Pero muchos visitantes se sienten decepcionados al ver que no se fabrica cerveza, aunque al final de la visita se ofrece una cata.

Si buscamos tomar una copa o una cerveza en un pub tranquilo, el Délirium Café, cerca de la Estación Central, es una buena idea. Los toneles a modo de mesas, las bandejas de cerveza que recubren los techos y las más de 2.000 cervezas de todo el mundo impresionan. Además, cuenta con un bar de rones, una cervecería artesanal y el Floris Bar (desde las 20.00), donde se sirven cientos de ginebras, vodkas y absentas.

Clientes en el Délirium Café, en Bruselas.

Además, en el centro de Bruselas se encuentra el Brussels Beer Project, una cervecería artesanal que, sin embargo, es una de las empresas más innovadoras de la industria cervecera de la ciudad, con sus magníficas propuestas y un flujo constante de novedades.

Para ver una cervería en funcionamiento hay que ir a Cantillon, la cervecería y el museo de la cerveza geuze: un local acogedor, regentado por una familia y que es la última de Bruselas que produce cerveza de tipo lambic usando los utensilios originales del siglo XIX. Los visitantes pueden realizar un circuito por las salas donde las cervezas envejecían hasta tres años en toneles de castaño y participar en una cata de cervezas de Cantillon, especialmente ácidas. No hay que extrañarse por las telarañas: las arañas se consideran buenas para el proceso de fermentación espontánea de la lambic que tiene lugar en invierno en una gran cuba de cobre poco profunda en el desván.

Una de las máquinas con las que elaboran cerveza en Cantillon.

En los alrededores de la ciudad, en Alsemberg, está el museo De Lambiek, una verdadera joya para los amantes de las cervezas, en especial las típicas de la zona: gueuze y lambic. En su centro de visitantes se explican las cualidades y métodos de producción, y después se ofrece una cata de especialidades difíciles de encontrar en otros lugares. Y en el cercano Uccle, la visita obligada es Wiels, un nuevo centro de arte contemporáneo instalado en una antigua fábrica de cerveza.

La abadía cisterciense de Val-Dieu

Val-Dieu sigue siendo una abadía cisterciense rural en los campos de Lieja donde se elabora una cerveza excelente, que puede catarse en su cafetería-restaurante. Aunque fue fundado en 1216, el edificio reformado de la basílica que hoy vemos es del siglo XIX y se puede visitar gratis. El lugar, que parece detenido en el siglo XIII, se encuentra en medio del campo, rodeada de un bonito paisaje y a unos 15 kilómetros de Verviers. Lo mejor es apuntarse a un circuito guiado, disfrutar de la cerveza que elaboran y de sus verdes jardines.

Chimay, meca de la cerveza trapense

Uno de los puntos fuertes de cualquier ruta cervecera por Bélgica es Chimay, ciudad famosa por su cerveza trapense. Esta bebida se elabora desde la década de 1860 en la abadía de Nuestra Señora de de Scourmont, un monasterio a nueve kilómetros al sur de Chimay. No se permite visitar la fábrica, pero se ha instalado una pequeña exposición que explica la fabricación de cerveza, la elaboración de queso y la vida espiritual del lugar. Lo mejor es sentarse un rato a descansar en el café-restaurante y probar sus platos con un maridaje de cerveza y queso. Además, este es el único sitio en el que sirven la edición Chimay Dorée de barril.

Esta ciudad, además de su cerveza, conserva un castillo real, antigua residencia de los príncipes de Chimay, y una Grand Place presidido por una iglesia del siglo XVI con extravagantes chapiteles. Es también una buena base para recorrer las carreteras y aldeas rurales de los alrededores.

Dos cervecerías en Pipaix

Pipaix es un pueblo 15 kilómetros al este de Tournai que cuenta con dos estupendas cervecerías. Una de ellas es la Brasserie à Vapeur, una pequeña empresa familiar fundada en 1785 que ha quedado como la última fábrica de cerveza de Bélgica movida a vapor y que se conoce sobre todo por su símbolo, el Vapeur Cochonne (un cerdo desnudo con una toalla blanca). Los circuitos de los domingos incluyen degustaciones, pero el último sábado de mes se puede observar el proceso de fabricación y probar su bufé del almuerzo, con cerveza sin límite.

La otra cervecería de Pipaix es la Brasserie Dubuisson, famosa por ser la más antigua de la región de Valonia. Su bar ofrece varias de sus cervezas de barril, siendo las más conocidas la fresca y la aromática Cuvée des Trolls y la dulce Bush Ambrée.

No muy lejos, en el pueblo de Aubechies se encuentra en un típico pueblo del siglo XIX, rodeado de pastizales, uno de los pubs rurales más auténticos de Bélgica, la Taverne Saint-Géry.

Catas y alta cocina con cerveza en Brujas

La cerveza artesanal ha sido una de las señas de identidad de Brujas, muy especialmente por la Brouwerij De Halve Maan, una fábrica que se fundó en 1856, aunque en el mismo emplazamiento han existido cervecerías desde 1564. Se trata de la última brouwerij (cervecería artesanal, en español) familiar del centro de la ciudad, en la que todavía se pueden hacer visitas guiadas o probar, por ejemplo, una cerveza Brugse Zot o una Straffe Hendrik.

En Brujas las cervezas se sirven en copas de vino, en mesas vestidas con manteles almidonados y en un ambiente de elegancia borgoñona. Para tomar simplemente una copa una opción es Bacchus Cornelius, que sirve 450 cervezas, así como ginebras y licores de saúco, arándanos y cerezas.

Poperinge y la ruta en bicicleta por noroeste del país

El Hopmuseum de Poperinge (Bélgica).

En Poperinge inicia y finaliza una ruta en bicicleta por carriles rurales que permite visitar algunas de las mejores cervecerías de Bélgica. Aquí, los muy cerveceros pueden pararse a ver el Hopmuseum, el museo del lúpulo en un edificio que en el siglo XIX se usaba para pesarlo y almacenarlo. Hoy el espacio profundiza de forma exhaustiva en esta planta de aroma tan particular a partir de la cual se hace la cerveza.

El primer tramo es llano y recorre una distancia de nueve kilómetros, desde el oeste de Poperinge a Watou, más conocido por su fábrica de cerveza Brouwerij Sint Bernardus. En la plaza del pueblo se encuentra Het Wethuys, un hotel en el que sirven la cerveza St. Bernardus Tripel de barril.

Desde Watou, se pedalean otros 12 kilómetros hasta Westvleteren y el pub In de Vrede a degustar la codiciada cerveza Westvleteren 12 Trappist, de la aislada abadía de San Sixto, a menudo citada como la mejor cerveza belga. A continuación, el camino sigue hacia el sureste otros siete kilómetros, hasta llegar a Woesten para probar más tipos de cervezas y picar algo en la fábrica Deca Brewery.

Tomando un ‘bolleke’ en Amberes

Para pasar por amberino hay que pedir un bolleke (cuenquito, en español), el apodo que recibe una copa de De Koninck, la cerveza negra preferida de Amberes. Es casi obligado visitar la fábrica de esta cerveza histórica, que es también un ejemplo de la arquitectura industrial de principios del siglo XIX y que sigue en funcionamiento. Desde el 2017, en Amberes también se bebe la Eilandje y la ciudad también innova con la nueva cervecería Seef.

El Brouwerij Café de Seefhoek invita a probar su selección completa en su cervecería-cafetería, moderna, donde uno puede sentarse entre los tanques de acero inoxidable o fuera, en un conjunto de sillas y bancos de plástico naranjas. En Amberes también podemos tomarnos una agradable cerveza en el café Mombasa, en el barrio de Borgerhout, multicultural y a simple vista bastante decadente, pero en el que se pueden encontrar buenos bares que suelen quedarse fuera de los radares de los turistas. Esta cervecería ofrece más de 100 cervezas, entre ellas, la Saison Dupont de barril.

Y en los alrededores de Amberes, los aficionados a la cerveza deben visitar el complejo monástico de Westmalle, una cervería a unos dos kilómetros del pueblo. Este lugar no abre al público, pero si se cruza la concurrida carretera N12 se puede ir a la taberna del monasterio, el café Trappisten, para probar sus cervezas clásicas.

Las cervezas de Carlos V en Malinas

Por toda la ciudad de Malinas se sirven las cervezas producidas en la famosa fábrica local Het Anker, muchas de las cuales llevan nombres vinculados con su historia. Maneblusser es una rubia, que significa “apagalunas”, apodo con que se conoce a los naturales de Malinas desde 1867, cuando la luz de la luna sobre la torre de la catedral se confundió con un incendio. La variedad Gouden Carolus homenajea la cerveza preferida del emperador Carlos V, que la marcó con su sello en forma de moneda de oro. También hay una recia tripel rubia envejecida en bodega y otra rubia oscura vagamente inspirada en una receta de 1433 y, según dicen, también del gusto de Carlos V. La fuerte Gouden Carolus Vdk Imperial Dark, y sus 11 grados, es una cerveza tan larga de beber como de pedir. Otra opción es la Gouden Carolus Hopsinjoor, con un final ácido y especiado. Un buen sitio para probar una selección de cervezas de Malinas es De Gouden Vis.

Exposición de ingredientes con los que elaboran cerveza en la fábrica de Het Anker.

Lovaina, universitaria y bebedora

La animada Lovaina es un importante centro de producción de cerveza y la ciudad universitaria más antigua del país. Durante el curso académico, unos 25.000 estudiantes son los responsables de su ambiente animado y creativo. Y aunque el casco antiguo es tan pequeño que puede verse en un día, sus restaurantes y tabernas animan a quedarse un poco más.

Línea de producción en la fábrica de Stella Artois, en Lovaina.

Una opción es visitar la fábrica de la más famosa de las cervezas belgas, la Stella Artois, completamente automatizada pero con visitas guiadas. Para completarlo podemos ir a probar las mejores cervezas de la ciudad en The Beer Capital. Cuando abrió, presumía de tener la mayor oferta de cerveza del mundo, con unas 2.000 marcas. Desde entonces han recortado un poco la lista, pero sigue siendo tan larga que las botellas se suben desde la bodega mediante un antiguo sistema de poleas.

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