Helsinki este verano es una ciudad museo: lo que no te puedes perder de la Bienal
Una ruta por el evento cultural de la mano de Blanca de la Torre, su comisaria. Las obras, expuestas en el museo HAM, el parque de la Explanada y la isla de Vallisaari, hacen hincapié en el concepto de refugio y la interrelación entre lo humano y lo no humano

Blanca de la Torre (León, 48 años) es historiadora del arte, gestora cultural y máster en Diseño de Espacios Expositivos. Además de las columnas dóricas, las iglesias barrocas y los palacios renacentistas, ella se fija en la vegetación que emerge de esas construcciones aprovechando las grietas que se abren como heridas en las piedras. Es la imagen de la esperanza, del optimismo climático, mensaje que ha querido esbozar en la Bienal de Helsinki 2025 (hasta el 21 de septiembre), de la que es su comisaria, junto con Kati Kivinen. “Como agentes culturales tenemos una responsabilidad a la hora de trazar futuros más habitables”, dice a El Viajero en la cafetería del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid quien también es la directora del IVAM (Institut Valencià d’Art Modern) y para la que hay más alternativas y posibilidades que tiempo, en relación al cambio climático.
La Bienal se ha propuesto que Helsinki, capital de Finlandia, sea ese lugar en el que pase lo que no ha sucedido todavía: la utopía. Es un alegato contra la comercial distopía. ¿Por qué los escritores y los cineastas no hacen obras en las que el futuro sea esperanzador, en el que haya una sociedad en la que todos queramos ser parte de ella? Para De la Torre, con una extensa trayectoria en el comisariado de exposiciones, la investigación, la gestión cultural y la dirección de proyectos, construir escenarios futuros distópicos es más fácil porque justifica esa idea de que no hay nada que podamos hacer. En ese contexto, ve grietas que puede aprovechar la gente del mundo del arte. Personas con capacidad para especular y fabular con otras posibilidades de futuro. Algo utópico no significa que no pueda suceder. Aunque cueste incluso imaginarlo.

Desde hace algunos años se nos cuenta que Finlandia es el país más feliz del mundo. Rascas un poco y averiguas que más que felicidad es satisfacción. A los finlandeses les contenta, les complace, lo que tienen: unos servicios públicos excepcionales, como lo puede ser la Biblioteca Central de Helsinki (Oodi), a la que no le falta de nada, desde libros, impresoras 3D y estudios de grabación a disposición de todo el mundo, y una naturaleza a un paso de distancia que hace parte de su día a día. Se mire donde se mire se ve un bosque, un río, un lago, el mar y se oye a los pájaros trinar. Ese entorno natural está muy presente en los diseños del arquitecto Alvar Aalto, quien celebra el 50º aniversario de su icónico Finlandia Hall. Entrar a este edificio es hacerlo a un bosque: el ambiente es tranquilo y silencioso, como lo es Finlandia. Cuenta De la Torre que valora mucho el silencio y el poder pasear tranquila por las calles, que por eso Helsinki le encanta, como las otras ciudades en las que ha dirigido proyectos, comisariado exposiciones y colaborado con museos e instituciones artísticas en Europa, Estados Unidos, Asia y América Latina.
A Alvar Aalto hay que sumar artistas y colectivos de varias nacionalidades y culturas que en la Bienal de Helsinki exponen sus creaciones en diferentes localizaciones de la ciudad: el Museo de Arte de Helsinki (HAM), el parque de la Explanada y Vallisaari. Este último lugar es una isla que durante un tiempo estuvo ocupada por los suecos (cuando Finlandia pertenecía a la corona de Suecia) y después por los rusos hasta la I Guerra Mundial. Entre 1918 y los años noventa se instaló allí el Ejército finlandés, y desde entonces nunca más ha vuelto a estar poblada por el ser humano. En el catálogo de la Bienal, en el que se le otorga voz propia a la isla de Vallisaar, se lee que su destino “ha sido moldeado por las potencias marítimas y militares que han pasado por aquí. El extractivismo militar ha marcado mi piel y toda mi existencia”.

Las abandonadas construcciones militares están colonizadas por la naturaleza y la vegetación, cubiertas de hierba y musgo. Algo que ha sucedido porque nosotros hemos dejado que pase, dice De la Torre. Memorias humanas y no humanas que comparten el mismo espacio, un archivo vivo y a la intemperie. Entre las fortificaciones, las baterías, los búnkeres y el estanque de la isla se suceden obras de arte de la Bienal que de una manera abstracta exploran la importancia del refugio y dirigen la mirada hacia la naturaleza no humana: fauna, flora, raíces, hongos, algas, rocas, minerales, espíritus, etcétera.
Ninguna de las obras que se pueden ver en la Bienal están protagonizas por el ser humano, salvo por la voz de una pieza audiovisual expuesta en el HAM. Las piezas otorgan un papel central a lo no humano, explorando su importancia y su papel en el fomento del bienestar del planeta que compartimos. “Nos interesaba que hubiese todo tipo de vida submarina y mapear al máximo el ecosistema y darle voz desde diferentes perspectivas y ángulos”, añade al respecto la comisaria. Formas de vida no humanas que pueden prosperar en la idea del término refugio, más allá de la protección física. Un lugar de calma y reparación que hace las veces de espacio fronterizo entre los conceptos mencionados de distopía y utopía, impulsando una exploración matizada de lo que significa cohabitar con el mundo no humano.
De la Torre cree que los museos deben ser ágoras, centros de encuentro, lugares que deben estar más vivos. En la Bienal, salvo el HAM, que es un museo, la Explanada y Vallisaari se han convertido para la ocasión en espacios expositivos. La Explanada, la arteria principal de Helsinki, hace de pasarela de conexión entre el HAM y Vallisaari. Un bulevar en el que se han dispuesto obras de arte que se pueden disfrutar de manera atenta o relajada, de camino a otra parte. Aquí se exhiben Alfombras de insectos, de Kalle Hamm y Dzamil Kamanger, inspiradas en los diseños tradicionales de alfombras finlandesas y kurdas para fusionar la narrativa cultural y ambiental y que funciona como un hotel para polinizadores; y Tierra, Agua, Aire, Fuego, Vacío, de Geraldine Javier, una instalación comunitaria que incluye talismanes para la protección de los árboles, plantas y materiales reciclados, desarrollados mediante talleres con escolares y residentes locales.

En la fachada principal del HAM se hace notar una obra de gran tamaño que representa una gaviota. Dentro, en el vestíbulo principal, lo que hay es una escultura de tamaño humano de la artista japonesa Yayoi Kusama que lleva por nombre Flores que florecen mañana. Una obra que inspira desconcierto, es una flor, sí, pero parece carnívora y con hambre. En una de las salas del HAM se encuentra la única obra de arte en la que hay presencia humana. Se trata de Lágrimas de nuestra abuela, de Jenni Laiti y Carl-Johan Utsi. Un vídeo en el que una voz reflexiona de manera poética sobre la precariedad de la supervivencia en un mundo en peligro: la cultura sami. Un modo de vida ligado al invierno y al frío al que el calentamiento global está alterando y amenazando. Al hilo de esta pieza, De la Torre explica: “Nos interesaba generar puentes entre geografías. Los pueblos originarios han tenido y tienen una conciencia ecosistémica más desarrollada, por eso las cosmovisiones indígenas han sido mucho mejores cuidadoras de la Tierra...”.

El museo Amos Rex no forma parte de la Bienal, pero su diseño exterior, unos grandes ojos de buey situados en una plaza y que apuntan al cielo, invitan a bajar al mismo y visitarlo. Entre sus exposiciones destaca la de la artista catalana afincada en Helsinki, Anna Estarriola (hasta el 31 de agosto). Sus obras representan la búsqueda de la comunicación, la comprensión y la cooperación, así como los momentos inextricablemente vinculados de incertidumbre y fracaso.
La tercera localización de la Bienal no está en tierra firme. Hay que embarcase en un ferri para llegar. Vallisaari es una isla que es parte del archipiélago que precede a Helsinki y que en el pasado complicaba el acceso a su puerto, por lo que hacía falta la ayuda de los pilotos que vivían desde el siglo XVIII en los refugios isleños. En 1878 se terminó de construir la casa de pilotos, junto al muelle principal. En 1920 dejó la isla el último de esa estirpe de pilotos guías. Las comisarias de la Bienal se inspiraron en el ecosistema relativamente virgen de la protegida Vallisaari, en la que desde 1918 y hasta los años noventa solo han habitado en ella soldados, una pequeña población rural y diferentes especies no humanas.

La primera fortificación de la isla se construyó en el siglo XVII, cuando Finlandia era parte de Suecia. Un siglo después, los suecos construyeron una fortaleza en la vecina isla de Suomenlinna. Entre 1809 y 1917 se instalaron los rusos, quienes también construyeron fortalezas para proteger Helsinki y San Petersburgo. La entrada a la fortaleza Alejandro II es un pasillo de tilos centenarios, árboles que dan sombra y refugio a diferentes especies. En 1855, en el contexto de la Guerra de Crimea, las marinas británica y francesa abrieron fuego contra la fortaleza de Suomenlinna. Durante la II Guerra Mundial los soldados finlandeses se instalaron en una zona denominada bahía Torpedo y, tras el final de la guerra, en la isla permaneció una pequeña población militar y civil, esta última hizo una vida rural, a pesar de que Helsinki no queda lejos. Desde 2016 solo está permitida la visita, salvo la parte sur. En su lado oriental hay un paso que la une con otra la isla, Kuninkaansaari.

Entre las especies que permanecen destaca el murciélago, al que la presencia de las obras de arte dispuestas en la isla no le afectan porque los artistas y las comisarias de la Bienal han tenido en cuenta su sensibilidad sonora. Entre las obras cabe destacar Under Cover, de Pia Sirén. Una instalación que utiliza materiales sintéticos reciclados para crear un paisaje ficticio, difuminando la línea entre lo urbano y lo natural. La otra obra hay que estar atento para verla: Stranding, de Sara Bjarland, es un conjunto escultórico de bronce inspirado en juguetes inflables de agua que pone de relieve el problema de los residuos plásticos. Contemplarlo genera desasosiego. Los inflables simulan delfines varados en las rocas, a saber por qué, ¿enfermedad?, ¿por la interferencia del ser humano? Lo que parecía un elemento lúdico se convierte en un aviso.

Antes, durante y después de la Bienal, el HAM, la Explanada y Vallisaari fueron, son y serán lugares a visitar en Helsinki, por locales y turistas. A estos tres enclaves Blanca de la Torre añade los mercados, los anticuarios, la cultura de la segunda mano de la ciudad. “Posiblemente algunas tiendas que veas no seas consciente de que son de segunda mano, parecen boutiques, elegantes, impecables, impolutas. Me encanta”. Si se dispone de tiempo, también recomienda visitar Porvoo. Un antiguo pueblo de pescadores no muy lejos de la capital que conserva sus casas de madera de colores. Ese tipo de cabañas se suceden por toda Finlandia. Las hay a orillas del mar, de un lago, de un río, en un bosque. Aisladas. Sus interiores y jardines inspiran tiernas imágenes familiares y truculentos asesinatos que rompen el silencio.
Guía práctica
Más información: myhelsinki.fi y helsinkipartners.com.
Cómo ir: desde Madrid, Barcelona y Málaga hay un vuelo diario de Finnair a Helsinki.
Dónde dormir: una buena elección es el NH Collection Helsinki Grand Hansa. Es un alojamiento céntrico ubicado en dos edificios históricos. Sus 224 habitaciones están decoradas en un estilo escandinavo moderno. Junto al mismo se encuentran la plaza del Mercado, el Teatro Nacional y la Estación Central.
Dónde comer: Restaurant Brasa, especializado en carnes, pescados, mariscos y vegetales a la brasa. Desde el interior de una de sus salas se puede ver la plaza del Senado y la catedral Luterana; Story, ubicado en el interior del antiguo mercado Eteläranta, a orillas del mar Báltico. Sirven desayunos, tortillas, huevos Benedict, gachas de avena y granola casera. El almuerzo incluye comidas caseras, una opción de carne o pescado que cambia a diario y ensaladas que cambian semanalmente según la temporada. El pan y los productos de pastelería se hacen en su propia panadería; Restaurant NJK, un establecimiento que ocupa una villa de 1900 en la isla de Valkosaari, a la que se accede en barca. Un sitio ideal para disfrutar de una velada en verano.
Una pista viajera: My Fortune sauna cruise, un barco sauna con capacidad para 12 personas. Consta de un espacio tipo salón en el que se puede tomar algo antes y después de la sauna. La sauna se encuentra bajo la cubierta de proa. Desde la de popa es donde se puede acceder al agua del Báltico.
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