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Descubriendo el poso de la historia en Xàtiva, de los iberos a Raimon

Se puede comenzar la visita por el rico patrimonio histórico setabense en el Museu de la Ciutat. Otros imprescindibles son el castillo, la colegiata y el antiguo hospital real

Vista de Xàtiva Comunidad Valenciana

En una de sus características frases lapidarias, Winston Churchill dejó dicho que “los Balcanes tienen la tendencia de producir más historia de la que ellos mismos pueden consumir”. Algo parecido sucede en ciudades como Xàtiva. Aunque ahora solo es la capital de la comarca valenciana de La Costera y apenas supera los 30.000 habitantes, esta población a 62 quilómetros de Valencia ofrece varias capas de notable sedimento temporal acumulativo, incluyendo una etapa como capital de provincia (entre 1822 y 1833). Todo comenzó con los iberos, que llamaron a su primitivo emplazamiento Saiti, lo que derivó en latín a Saitabi o Saetabis. De aquí viene el gentilicio culto “setabense”, aunque los habitantes de esta localidad se reconocen mejor con la denominación “xativins”.

Xàtiva tuvo el honor de ser reconocido como municipio romano con el nombre de Saetabis Augusta, en honor al emperador Octavio César Augusto.​ En esa época constituyó un importante nudo comercial (a sus pies circulaba la Vía Augusta), y fue conocida en el Imperio por la producción de lino y la fabricación de textiles. Con la conquista musulmana llegó el esplendor de su castillo, que aún es su monumento más imponente. En el siglo XI, Ibn Hazm escribió aquí El collar de la paloma, un tratado amoroso con influencias platónicas de enorme trascendencia. La etapa cristiana, iniciada en el siglo XIII con la conquista de Jaime I, supone una nueva época de esplendor. Xàtiva se convierte en la segunda ciudad más importante del Reino de Valencia. Con el tiempo llegó a administrar 37 municipios.

En el siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión, la ciudad vivió su tiempo más dramático. El 25 de abril de 1707 las tropas favorables al archiduque Carlos de Austria fueron derrotadas en Almansa (a 63 quilómetros de la ciudad). El de Austria había prometido respetar las libertades de la Corona de Aragón, pero la partida la ganó Felipe de Borbón (que reinaría en España como Felipe V), que eliminó el derecho propio y prohibió el uso de la lengua catalana. Además, ante la resistencia de Xàtiva a sus cañones, la incendió y la destruyó por completo, rebautizándola como San Felipe (sic). De ahí viene que a los xativins se les conozca también como socarrats (chamuscados). Con los años, la ciudad se recuperó, incluso simbólicamente: en 1957, el director del Museu de la Ciutat (en el Almodí), Carlos Sarthou, ordenó poner boca abajo el cuadro de Felipe V obra del artista local Josep Amorós. Y así sigue. Se puede comenzar la visita al rico patrimonio histórico setabense por aquí, para admirar la rabia persistente de un pueblo contra la injusticia. En el casco histórico abundan los hitos monumentales, aunque, sin duda, destacan la colegiata y el antiguo hospital real.

La colegiata es conocida también como La Seu. Se empezó a construir en 1596 sobre el solar de la antigua mezquita islámica, y no concluyó hasta el siglo XIX. En el Museo Colegial se exhiben numerosas piezas de gran valor, como unas tablas de Santa Elena y San Sebastián, el retablo de Santa Ana, la Cruz Mayor del siglo XIV, el cáliz de Calixto III y la Custodia Mayor del Corpus. La familia de los futuros papas Borja (Borgia, en italiano), Calixto III y Alejandro VI, procedía de Aragón pero se estableció en Xàtiva ya en el siglo XIII, y desde aquí se convirtió en una de las sagas valencianas más poderosas de todos los tiempos. En el Hospital Reial, situado frente al templo catedralicio, se sitúa actualmente el Espai Borja. Este edificio de bella fachada renacentista se construyó entre los siglos XV y XVI, y aunque fue muy afectado por el incendio de 1707 se reedificó a comienzos del siglo XVIII.

Otros monumentos de la ciudad aguardan una rehabilitación pareja. Es el caso del Real Monasterio de la Asunción —también conocido como monasterio de Santa Clara—, situado en la evocadora calle Montcada. De estilo gótico con elementos barrocos, fue dinamitado en la Guerra Civil y derribado en parte, aunque su fachada sigue intacta. Precisamente el Ayuntamiento de Xàtiva anunció el pasado 25 de abril la conversión de este edificio en el futuro Centre Raimon d’Activitats Culturals (CRAC), con la vista puesta en la consolidación de Xàtiva como capital cultural y el homenaje debido a uno de sus hijos más ilustres.

El cantante Raimon (nombre artístico de Ramon Pelegero Sanchis), nacido en el Carrer Blanc de Xàtiva el 2 de diciembre de 1940, es uno de los puntales de la Nova Cançó, el movimiento que, en los años sesenta del pasado siglo, revitalizó la música popular en catalán y constituyó una de las jaquecas más persistentes de la dictadura. Aunque desarrolló toda su carrera principalmente desde Barcelona, Raimon nunca olvidó sus raíces, y ahora su ciudad quiere recompensarlo con un centro permanente dedicado a su legado y su memoria.

El visitante que esté dispuesto a impregnarse de este poso cultural y pasar unos días de asueto en Xàtiva no debe dudar: hay que hospedarse en el Hotel Montsant. Situado a 15 minutos a pie del castillo, este antiguo monasterio cistercense reconvertido para uso hotelero es un pequeño vergel con su propio microclima, un paraíso en el sentido que daban los árabes a este término: jardín con cítricos. Estos provienen de la Todolí Citrus Fundació, la finca que Vicent Todolí (exdirector de la Tate Modern londinense) tiene en Palmera dedicada a la investigación y difusión de cuestiones agrícolas, medioambientales, históricas, culinarias e industriales relativas al universo de los cítricos. Con el fruto de esos árboles y otros alimentos del mar y de la tierra Carlos Beltrán, el chef del Montsant, elabora una carta magnífica.

Hay quien prefiere acudir a Xàtiva en pleno verano, cuando se celebra la Fira d’Agost. Esta Fiesta de Interés Turístico Nacional, fundada en el siglo XIII, compagina atracciones de feria, comercio y cultura. Pero la ciudad, en parte gracias al Montsant, merece una visita en cualquier estación. Como dice un antiguo refrán difícilmente traducible: “On els frares facen niu, hivern i estiu” (algo así como hay que establecerse donde los frailes hacen nido, en invierno y verano). Pues eso.

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