‘South Park’ | Lluvia de palabrotas o el sinsentido de tener un niño mal hablado
Es importante investigar la fuente del contagio 'taquil' para comentar el tema con él si es familiar o amigo, o con la profesora si es un compañero de clase


Este verano, hemos coincidido con muchos críos nuevos (entre ellos, varias princesas Disney) de distintas edades, clases sociales y localidades y me ha sorprendido escuchar que casi todos soltaban más tacos que una temporada de South park. (Y no me refiero a “caca, culo, moco y pedo”, ya os imagináis por dónde van los tiros, y si no, no seré yo el que baje el nivel de El País con palabrotas).
Y como segunda sorpresa para completar el pack, los padres estaban al lado y lo veían tan normal que ni se fijaban.
Asumamos nuestra culpa: los adultos nos hemos acostumbrado a maldecir y a insultar, aunque sea en broma y con cariño, a llenar nuestras conversaciones de palabrotas innecesarias. Y los niños, que son esponjas ambulantes y con mucho disco duro para almacenar, lo han ido captando.
Y después lo sueltan. Vaya si lo sueltan.
No te digo que un día se te escape una risotada al escuchar a un niño soltar un taco en una conversación infantil, y más si la palabreja está bien colocada. Porque alguno lo hace con la gracia y la puntería de los grandes humoristas. Pero de una risita inesperada a reírle siempre las gracias y no corregirles la conducta hay un buen trecho.
Ya sé que no estamos en la época victoriana y que los niños no llevan institutriz particular ni se les amenaza con lavarles la boca con jabón. Pero estaría bien que los niños hablaran como criaturas de su edad. Porque imitan mucho y al final si nuestros hijos son los únicos de su clase o de su grupo que no dicen palabrotas, las acabarán diciendo. Ya sea por imitación, por llamar la atención o porque así se sentirán mayores. Ellos prueban nuevas palabras, como quien va a un Zara lingüístico, y miran cómo les sientan y qué reacciones obtienen de los demás.
No le veo ninguna ventaja a tener un niño mal hablado. De hecho, le puede causar problemas en el colegio. Por lo tanto, sería ideal si sus familias los educan un poquito y de paso aprovechan para refinarse todos en grupo. (No es tan grave como los antivacunas, pero de rebote también nos acaba afectando a todos).
Por si os encontráis en esta situación, los expertos recomiendan ignorar las palabrotas (o sea, no ponernos histéricos ni castigar ni recriminar al crío y fingir que no les damos importancia, no pasar como hacen muchos) y normalmente los niños se olvidarán de la palabra.
Es importante investigar la fuente del contagio taquil, el paciente cero mal hablado, para comentar el tema con él si es familiar o amigo, o con la profesora si es un compañero de clase. Y en el caso de que seas tú, haz propósito de enmienda.
Buscad juntos otras opciones, más propias de Mortadelo y Filemón que de Tarantino, para que los tontos, imbéciles y cabrones pasen a pazguatos, patanes y atolondrados, por ejemplo.
En resumen, hablad bien, “&%$&”.
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