Lleva dos meses abrazado a un señor porque el abrazo era gratis

Oiga, suélteme o empezaré a cobrar, eh”, suplica Juanjo Martínez, quien ofreció abrazos gratis sin saber que la propuesta le uniría durante meses a Mauricio Sancho, un transeúnte que, como tantos otros españoles, no se pudo resistir a un servicio totalmente gratuito.

“Que no hay contrato de permanencia, de verdad, puede usted irse a su casa, que le estarán echando de menos”, insiste el afectado, que ha visto cómo su matrimonio se iba al garete por culpa de Sancho, que no se le despega “ni a la de tres”.

Martínez solicita la colaboración de algún voluntario que se atreva a ofrecerle otra cosa gratis a ese señor para que se decida al fin a dejarle en paz. “Le han ofertado muestras de champú y de ­comida, pero las acepta con la mano libre sin soltarme en ningún momento”, lamenta la víctima, que ya ha perdido toda esperanza.

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