El peligro de colarse en el transporte público de Bogotá
Se dispara el número de incidentes provocados por quienes no quieren pagar su billete


En Bogotá, los colados en el transporte público han hecho del TransMilenio (el único sistema de transporte masivo de la ciudad) un infierno. En menos de dos semanas los titulares de prensa pasaron de ocuparse del disparo que recibió un joven de 19 años por subirse a una de las estaciones sin pagar, a reclamar justicia en el caso de un empleado del sistema, de 21 años, que fue apuñalado hasta la muerte por exigirle a un hombre que pagara por el servicio. La mayoría de pasajeros se suben con pánico a los buses. Son muy pocos los que se atreven a sacar sus teléfonos móviles (por miedo a robos) y todos saben que, por muy corto que sea el trayecto, habrá tensión. Algunas rutas se demoran más de lo previsto, las puertas que permiten el paso de los usuarios de las estaciones a los coches funcionan cuando quieren, los pasajeros se desesperan, no hay filas, se aglutinan, algunos patean las puertas, empiezan las riñas…
En 2016 hubo más de 1.000 peleas contra los casi 2.000 empleados del sistema. En el intento por ingresar de forma irregular, 43 personas resultaron heridas y cuatro más murieron. La muerte, tampoco los ha asustado. La tientan con tal de no pagar los 2.000 pesos (menos de un dólar) que vale el pasaje.
Quizá como ningún otro escenario en la ciudad, TransMilenio es en donde se libera el estrés de los bogotanos, apretados por el alto coste de vida, cansados del tráfico y de la lluvia, asustados y aferrados a sus pertenencias, mirando casi siempre a su alrededor con sospecha. Espectadores impotentes de los que no pagan, de los que se ríen, como si fuera una hazaña, cuando las autoridades no los pillan. O también cuando los agarran. El año pasado, en plena época navideña una familia completa se coló. Cuando el operario intentó reclamar el pago, el más joven se abalanzó para golpearlo. La madre lo animaba para que le diera duro, mientras le pegaba carterazos al empleado y le gritaba “sapo”.
Quién sabe si el nuevo Código de Policía que castiga con multas a quienes evadan los controles sirva para frenar a los bogotanos que arriesgan la vida con tal de no pagar.
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