“We gon’ be alright”
Otra vez cosquillea Harlem con el cambio político. Pero no hay entusiasmo, tan solo preocupación
Por estos días, en Harlem se vuelve a oír Alright, de Kendrick Lamar, una canción sobre la brutalidad de la policía contra la población negra: “And we hate Popo, wanna kill us dead in the street for sure, nigga”, dice un verso, antes de volver al estribillo, “Nigga, we gon’ be alright, we gon’ be alright” –que por supuesto quiere decir todo lo contrario–.
Otra vez cosquillea Harlem con el cambio político. Pero no se siente el entusiasmo de hace ocho años, cuando Obama empezaba a despuntar. Ahora se habla con preocupación del panorama, tan impredecible.
El día de la victoria de Obama en 2008 salí con unos amigos. Nos perdimos entre un río de gente en el extremo sur de Harlem. Entre tambores y gritos, un jovencito afroamericano que repetía “There’s a nigga in the White House!” me preguntó si había votado por Obama. Le contesté que era mexicana y no podía, pero que estaba igual de contenta con el resultado. Me dijo: “No te preocupes, en ocho años va a haber un señor Rodríguez en la Casa Blanca”. Nadie pensaba, entonces, que iba a ser el Partido Republicano el que produciría un candidato hispano –dos: Rubio y Cruz– y que ese contingente latino sería de una derecha tan recalcitrante que harían parecer a Jeb (Bush III) un osito de peluche.
Preocupa mucho, entre las cosas que preocupan de los republicanos (todas), desandar el camino andado en materia de discusión sobre el racismo. Preocupa que mi hija de seis años pregunte a menudo: “¿Si gana Trump nos van a correr a los mexicanos?”. Y que su amiga, Ella, afroargentina, le conteste: “Te vas tú y nos vamos todos los negros porque si no nos matan”. Nadie, mucho menos los niños, tendrían que estar preocupándose y preguntándose, como pregunta Lamar: “Lookin at the world like ‘where do we go’?”.
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