Hombres desconcertados

“En los viejos tiempos, yo le soltaría la pregunta y ella aceptaría y nos casaríamos y liquidaríamos el asunto. Después echaríamos raíces y viviríamos la vida como la gente normal y corriente”. “La vida es un poco espeluznante. ¿Por qué son las mujeres tan imprecisas sobre sus planes?”. “A veces creo que estoy enamorado, y otras, que estoy enfermo”. “No es que no confíe en ella. Es solo que yo no la entiendo y ella no sabe explicarse”. Guido Morris y Vincent Cardworthy son primos terceros, amigos y protagonistas, junto a sus respectivas esposas, Holly Sturgis y Misty Berkowitz, de Tantos días felices (Libros del Asteroide) de Laurie Colwin. La primera es inescrutable, pulcra, perezosa. La segunda, pesimista y extremadamente autocrítica. Y ellos, wasps residentes en el Nueva York de la década de los setenta y candidatos con alta probabilidad de éxito en un casting de Woody Allen o Whit Stillman, están perplejos. Si antes de conocerlas hablaban de arte, poesía o planificación urbana, desde que ellas entraron en sus vidas son hombres desconcertados. “No entiendo a las mujeres. Incluso cuando hacen lo que quieres que hagan, no hay manera de entenderlas”, se lamenta Vincent.

En su obra de ficción, Colwin, que falleció en 1992 a los 48 años, se ocupó del amor y sus demonios –las comparaciones con Jane Austen son frecuentes–. Sus novelas y relatos son recordatorios, escribió Anatole Broyard en The New York Times, de que toda relación romántica, independientemente de su duración, demanda una buena dosis de quebraderos de cabeza.

Aunque a ratos parezca improbable, esta novela se cierra con un final feliz. Dicha conyugal regada de champán (del caro). Esta vez, Colwin parece recordarnos que quizá no haya que empeñarse en entenderlo todo.

Jane Austen en Manhattan

La crítica anglosajona elogió a Laurie Colwin (Nueva York, 1944-1992) por su ingenio, inteligencia y estilo. Tantos días felices, su tercera novela, editada ahora por Libros del Asteroide, es una comedia de costumbres narrada desde el punto de vista de sus atribulados protagonistas masculinos, Guido Morris y Vincent Cardworthy.

Colwin consagró su obra de no-ficción a la gastronomía.