Llanto por un Balón de Oro
Cristiano Ronaldo derramó lágrimas de felicidad, como si de un concurso de Miss Universo se tratara

Por fin, después de años de sufrimiento propio y de los comunicadores cortesanos que ríen cuando está contento y sollozan cuando está triste, Cristiano Ronaldo (CR) recibió el Balón de Oro que le acredita como mejor jugador de fútbol en 2013. Obtuvo más votos (entre 209 seleccionadores nacionales, 209 capitanes de selección y periodistas de 209 países) que Leonel Messi y Franck Ribéry. La preterición de Messi se entiende (lo ha ganado con toda justicia cuatro veces), pero no está tan clara la de Ribéry. Es un excelente jugador, quizá un punto por debajo de Messi y Cristiano, pero ha ganado todas las competiciones que disputaba con su club, incluyendo la Champions League. ¿Pasan factura los votantes a la insultante superioridad del equipo bávaro, más antipático que el Barça y con menos capacidad de presión mediática que el Real Madrid? Michel Platini, presidente de la UEFA y francés como Ribéry, tiene sus sospechas. Pero las transmite de la peor manera posible, es decir, como quejas.
La entrega del Balón brilló con varios destellos de tronío. El primero, que el ganador, Cristiano Ronaldo —lejos de la cizaña de Mourinho, es importante subrayarlo— derramó lágrimas de felicidad, como si de un concurso de Miss Universo se tratara. Con Blatter más cerca de su papel institucional que de sus veleidades humorísticas, todo fue almíbar. El ganador fue felicitado inmediatamente por Messi y Ribéry, y por el FC Barcelona, apunte que debe guardarse para observar cuáles son las reacciones en futuros Balones de Oro. En cuanto al mejor entrenador del año, fue para Jupp Heynckes (en fase de jubilación, no cuenta como activo del Bayern); sigue la tradición no escrita de que el galardón vaya a parar a alguno de los muchos entrenadores despedidos por Florentino Pérez.
Lo más chocante, como en los Globos de Oro, fue el vestuario. Messi, que suele sorprender con chaquetas inverosímiles, se atrevió esta vez con un traje rojo a medio camino entre un anuncio de pimientos morrones y el vestido ígneo de Jennifer Lawrence en Los juegos del hambre. Los smokings de CR y Franck, como abrillantados con Netol. Si este es el futuro del textil, que vuelvan los pantalones de campana.
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