La cooperación y el sentido del ridículo

El mismo Gobierno que deja flores ante la tumba de Mahatma Gandhi, reivindicando su legado pacifista y las similitudes con el proceso soberanista, al día siguiente le da un portazo a las iniciativas de construcción de paz que la sociedad civil de su país quiere llevar adelante en el mundo. El mismo partido que pide en el Congreso español que no se acabe la cooperación sanitaria, va a votar la práctica supresión de la cooperación catalana en el Parlament.

Mientras, el portavoz del Govern y responsable para estos asuntos no puede asumir ni un solo compromiso para dar continuidad a esta política pública, ni a precio de saldo y, cayendo del guindo, se da cuenta de que los patrocinios empresariales no suplen a los presupuestos públicos. Desde India, el president hace un brindis al sol, admitiendo que alguien tendría que hacer algo en el futuro para que el compromiso de Cataluña con los más desfavorecidos del mundo no desaparezca. Como paliativo a la supresión de la cooperación, ofrece adquirir masivamente los bienes de consumo que producen.

Por favor, que les estamos viendo, nosotros desde la Tierra y Gandhi desde el nirvana. Esto de la paz, los derechos humanos y el desarrollo es muy serio.— Miquel Carrillo Ponce. Responsable de Incidencia Política Àgora Nord Sud.