Miedo a las protestas
Un Gobierno con ganas de regular las protestas es un Gobierno temeroso. Una debilidad que no responde a ninguna promesa electoral, y que, por tanto, ningún votante ha avalado. La democracia se fortalece con el derecho a disentir, y este intervencionismo gubernamental podría minarla. Las voces críticas producen un conocimiento social más eficiente que el de unos pocos líderes, y sin ellas la misma soberanía popular peligra. Lo que nos jugamos no es la salida de la crisis, sino en qué condiciones vivirán la mayoría de los españoles después.
Asediados los convenios colectivos, la nueva ley no ayudará a los ciudadanos a vivir mejor, pero sí nos aislará haciéndonos más vulnerables. El supuesto derecho de unos a no verse afectados por una protesta no puede impedir el derecho constitucional a realizarla.
Antes de plantear la privatización de la sanidad y de la escuela pública se habló mal de estas; y mal se habló de los manifestantes que “daban mala imagen de España”. Los discrepantes sufren la comparación perversa con nazis o terroristas, se abusa de las analogías. Es una endemoniada estrategia convertir las legitimas quejas de los ciudadanos en argumentos para atacar sus libertades o acabar con cualquier servicio público.— Roberto Pradas Sánchez-Arévalo.
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