Descomposición
El CNI nos ha espíado para que la CIA esté contenta con nosotros

Al final se han salido con la suya. En una semana donde diversos procesos abiertos por corrupción parecen haber experimentado avances decisivos, la actualidad ha impuesto otros caminos. Después de 10 años de alegre impunidad, Carlos Fabra se ha sentado en el banquillo. El largo peloteo entre fiscalías, tribunales y delegaciones de la Agencia Tributaria que imputó y desimputó a Cristina de Borbón, ha hecho aflorar documentos de Aizoon que demuestran prácticas, cuya ilegalidad no pondría en duda ningún asesor fiscal decente. Güemes y Lamela, de tan amarga memoria para los madrileños, han sido por fin acusados de haberse enriquecido gracias a las privatizaciones que impulsaron mientras fueron consejeros de Sanidad. Hasta Aguirre, que parecía haberse librado de Gürtel, ha sido citada por Ruz para que Camps y Barberá pongan sus barbas a remojar. ¿Y qué?
Que el CNI nos ha espiado para que la CIA esté contenta con nosotros. Que se multiplican los inversores extranjeros que compran España de saldo. Que Rajoy y Mas van a sentarse a hablar, que no, que sí, que te digo yo que no, que ya verás como sí. Que el Rey ha recibido a las portavoces de la AVT para decirles que está de su parte, como si todos los demás fuéramos forofos de ETA, y de otras víctimas —pues sí, las del franquismo, ¿o es que sus muertos no son españoles?— ni hablamos. Total, que se han salido con la suya. Cuando los sospechosos de corrupción judicializaron la política, cuando se negaron a asumir responsabilidades dejándolo todo en manos de los jueces, cuando confundieron de forma pública y sistemática las condenas políticas y las penales, esperaban que pasara precisamente esto.
Mientras tanto, el país entero se descompone, las instituciones se tambalean y ellos celebran las cifras del paro. La podredumbre de todos es el precio de la impunidad de los culpables.
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