De la tele a la realidad
Inteligentísimos protagonistas de películas y series, que inundan a todas horas nuestras televisiones, están listos para resolver cualquier caso y situación que se les plantee. Agudísimos analistas que integran sofisticados equipos que persiguen todo tipo de delitos, y que disponen de los más avanzados medios técnicos capaces de detectar una carrera ilegal de caracoles en el jardín trasero del último pueblo de EE<TH>UU están tan preparadísimos para combatir el crimen que, cuando nos comparamos con ellos, nos sentimos muy primitivos. Seguro que solo con mostrarles el pelo de una gamba de la última mariscada que se pegaron algunos de nuestros corruptos, serían capaces de dar con el número de tarjeta del que pagó la factura. Lástima que todo sea un cuento...
Porque lo cierto es que todavía andamos estremecidos por la terrible historia del llamado “monstruo de Cleveland”; que en una misma calle de esta ciudad, secuestró hasta a tres jóvenes que mantuvo encerradas durante 10 años, sometiéndolas a torturas y violaciones. Diez años durante los cuales nadie, ni su familia, ni sus vecinos, ni la policía, fue capaz de detectar no ya los horrores que estaban sucediendo bajo el techo de la casa del secuestrador, sino alguna señal mínimamente alarmante. Pero nadie vio nada, nadie oyó nada, nadie sospechó nada, nadie supo nada. Así que ni CSI, ni protagonistas guapetes de las series, ni técnicas modernísimas de investigación, ni gambas, ni caracoles. Al final solo por una imprudencia del criminal, que se dejó una puerta de la casa sin echar la llave, pudo una de las secuestradas pedir auxilio e iniciarse la liberación. Y es que una cosa es la tele y otra, muy diferente, la cruda y dura realidad.— Miguel Ángel Loma Pérez.
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