Oro olímpico o ‘vendetta’ matrimonial
La medalla de oro del jinete británico Ben Maher no le ha podido llegar en mejor momento Su exmujer se acaba de casar con el millonario por el que supuestamente lo abandonó en 2011 La prensa de Londres rubrica la gesta olímpica con una sentencia: “El que ríe último ríe mejor”
Gran Bretaña llevaba 60 años sin adjudicarse el oro olímpico en la prueba de salto por equipos de hípica. Hasta el pasado lunes. Un desempate con Holanda, que finalmente se llevó la medalla de plata, añadió unas gotas de emoción más a la extraordinaria gesta colectiva que está firmando el equipo anfitrión en los Juegos de Londres, que ya suma 49 metales. Pero la afición se desayunó el martes con una lectura mucho más folletinesca de la proeza de uno de los cuatro jinetes del equipo laureado, Ben Maher. La del fracaso matrimonial que, según sugiere algún tabloide, ha allanado el camino de este a la gloria. Una historia a la que se atribuyen decepciones, indiscreciones, voluntades de hierro, supuestas infidelidades y, como postre, una fotogénica vendetta aderezada con el preciado metal dorado.
El flamante medallista Ben Maher fue, con 25 años, el jinete más joven del equipo olímpico británico en 2008. Un año después de competir en Pekín, la estrella en ciernes se casó con la exmodelo Kathleen Baker en una fastuosa ceremonia ante 270 invitados, algo que despertó la atención de la prensa especializada por su figura.
El matrimonio apenas duró 22 meses. El motivo, apuntan algunos medios, fue la supuesta “cercanía” que la esposa mostraba con un joven y apuesto patricio llamado Justin, miembro de una poderosa familia del mundo ecuestre de Essex, los Widdowson, con una fortuna estimada de 170 millones de libras desarrollada en el negocio del reciclaje (Gary, el patriarca, aparece duodécimo en la lista de los más ricos de Essex, seis puestos por encima de David y Victoria Beckham). Además, los Widdowson son casulamente dueños de Big Star, el caballo con el que compitió en los Juegos Nick Skelton, uno de los compañeros del equipo olímpico que el lunes ganaron el oro junto a Maher.

En noviembre, cuatro meses después de divorciarse de Maher, Kathleen Baker anunciaba radiante en su Facebook que se había prometido a Justin Widdowson en el hotel Emirates Palace, en Abu Dhabi, publicaba el Daily Mail. Lo acompañaba de un retrato de sí misma luciendo un anillo de diamantes y un breve pie de foto: “Todavía estoy en shock”. Una noticia que confirmaba los rumores de la nueva relación de la exmodelo y que sugería que, efectivamente, esta había abandonado al jinete por un hombre más rico y poderoso. O al menos, esa es la idea que se instaló en el imaginario de los seguidores de la hípica, para los que Maher pasaba a asumir automáticamente el papel de agraviado. El deportista, trabajador y discreto, se centró en los Juegos que estaban punto de celebrarse en su propio país y se resistió a dar pábulo alguno a las habladurías.
Baker y Widdowson se casaron por todo lo alto en el lujoso hotel Dorchester de Londres el pasado 14 de julio. Cuando al jinete lo encontró el Daily Mail para restregarle por la cara el nuevo enlace de su exmujer, este respondió, circunspecto: “La vida continúa”.
Hoy, apenas tres semanas después de la boda, algunos periodistas y aficionados celebran el triunfo del jinete en los JJ OO, más que como una hazaña deportiva, como un acto de justicia divina (si en algo no ha destacado nunca la efervescente prensa de Reino Unido es en separar deportes y pasiones). En la versión novelada de los hechos, Maher, el nuevo héroe de la autoridad moral, es el que ríe último, el que ríe mejor.
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