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El sueño cumplido de Fátima, la joven afgana a la que los talibanes impidieron ir a la Universidad

Esta joven de 20 años, superviviente de un atentado por estar en la escuela, ha empezado a estudiar Informática, tras dos años de trabas para acceder a una carrera

Fátima afgana universidad
Eva Saiz

En la Escuela de Ingeniería Informática de Sevilla no hay ningún alumno con una sonrisa más encendida que Fátima Amiri. Con su mochila al hombro se pasea feliz por los pasillos. Ella ha cumplido su sueño, que es mucho menos prosaico que acceder a la carrera que siempre quiso estudiar, porque, precisamente, se imbrica en el valor que encierra este último verbo: estudiar. Un derecho que se da por sentado, pero que en el país de Fátima, Afganistán, está prohibido para las niñas y mujeres como ella. Esta joven afgana perdió un ojo, el oído y a decenas de amigas en un atentado talibán mientras hacían un simulacro de examen de selectividad, en Kabul, el 30 de septiembre de 2022. Una semana después, con las heridas sin cicatrizar y bajo un inmenso dolor, hizo el examen real y lo aprobó.

Su determinación por estudiar se truncó por varios motivos: la prohibición del régimen talibán de que las mujeres pudieran ir a la universidad; los problemas de seguridad en Ankara donde se refugió con su padre para curarse las lesiones provocadas por la explosión; y las eternas e inexplicables trabas burocráticas para convalidar sus títulos y acceder a una universidad española desde que llegó a este país como refugiada a finales de 2023. “Soy una activista por el derecho a la educación de las mujeres afganas y yo misma no podía ejercer ese derecho, ¿cómo podía luchar por ellas, entonces? Fue muy desesperante”, recuerda Fátima ahora.

El empeño de la Universidad de Sevilla (US) por desactivar el bucle burocrático en el que ella se encontraba varada ha convertido a esta afgana de 20 años en una estudiante de su facultad de Informática. La Oficina de Cooperación al Desarrollo de la US le ha conseguido la plaza gratis todo el curso y, mientras esté en el grado, alojamiento en una residencia universitaria. “Este primer cuatrimestre está siendo un poco duro, porque estoy estudiando en otro idioma y tengo que trabajar un poco más porque necesito traducirlo todo, pero aquí todos son muy amables y me ayudan mucho”, explica en un castellano casi perfecto que, como su inglés, que sí es perfecto, ha aprendido de manera autodidacta. Ella también se involucra y ayuda a sus compañeros extranjeros traduciéndoles las explicaciones a esta última lengua.

Fátima está muy centrada en sus estudios, a los que, además de las clases a las que asiste durante la mañana, también les dedica buena parte de la tarde. Pero no se olvida de que lo que para ella ya es un sueño hecho realidad, en Afganistán se ha convertido en una pesadilla para las mujeres. Por eso, de tres a cuatro de la tarde, cuando llega a su habitación de la residencia, imparte clases de inglés y español on line a jóvenes afganas que están en su país. “Solo hay un lugar en el mundo en el que las mujeres no tienen derechos, ni para trabajar, ni para estudiar, ni para nada: Afganistán”, afirma. “Lo que ellas están haciendo, aprender un idioma, es clandestino, es ilegal, y ahora aún más, porque los talibanes han impuesto un bloqueo nacional a Internet”, recalca.

Cuatro años después de que el régimen retomara el poder en el país asiático, la comunidad internacional ha dejado de mostrar interés por la eliminación absoluta de derechos civiles y sociales en el país, mucho más opresiva en el caso de las mujeres. “El mundo guarda silencio sobre lo que ocurre en Afganistán y se necesita hablar más sobre lo que pasa allí, pero hablar no es suficiente, hay que actuar con sanciones”, se lamenta.

Ese abandono, ese desinterés, llega hasta el punto de que hay compañeros de facultad que se sorprenden cuando le preguntan a Fátima qué hace una afgana estudiando en España y les responde que en su país lo tiene prohibido. Ella ha optado por no revelar su historia de sacrificio, supervivencia y tesón al resto de alumnos ni a sus profesores, que le valió ser reconocida por la BBC como una de las mujeres más influyentes del mundo en 2022. Tal es su ansia por disfrutar de la vida universitaria que solo quiere que, de momento, la juzguen y la conozcan por lo que siempre ha querido ser: una estudiante. “Quiero que me conozcan a mí y luego ya les hablaré de mi activismo”, incide.

Por eso, cuando alguien le pregunta por su ojo de cristal, ella omite hablar del atentado y la ideología opresiva y excluyente que subyacía en él. Porque trabar amistades, conocer las inquietudes personales de otros estudiantes, mezclarse con otras culturas, enseñanzas esenciales que también dimanan de la vida universitaria ―“más allá de las matemáticas o los números”, apunta Fátima―, es otra de las facetas de poder estudiar de las que más está disfrutando. “Me siento mucho más plena, más receptiva que antes al compartir y poder aprender de tantas experiencias con alumnos y profesores, que te ofrecen perspectivas distintas”, indica.

La dificultad de ser refugiada

Las trabas, casi todas administrativas y burocráticas, continúan. El cambio de ciudad ha traído consigo interminables batallas para conseguir empadronarse, algo que ha conseguido después de tres meses, y que continúan para obtener la tarjeta sanitaria, esencial para que pueda pasar sus revisiones médicas, necesarias para tratar las secuelas del atentado. “Poder retomar tu vida cuando cambias de ciudad y eres refugiado es muy complicado”, señala.

También está pendiente de resolver la beca en calidad de refugiada que solicitó a principios de septiembre a la Universidad, cuando se mudó a Sevilla para empezar las clases. Su día a día es complicado, con apenas recursos económicos para lo más básico y donde la cadena de ayuda de profesores de la universidas y otras personas que la han apoyado desde el principio es fundamental -Fran Rivera, director de la Oficina de Cooperación de la Universidad de Sevilla, Carmen Gallardo, Vicerrectora de Estudiantes, Carmen Romero directora de la Escuela de ingeniería informática informática. Adela Muñoz Páez profesora en la Facultad de Química, Mónica Bernabé periodista y los personas en NetWomening-, pero para ella lo esencial, que es formarse y aprender, está cubierto y es en lo que centra sus esfuerzos.

Lo que sí le preocupa es poder traer a su padre, enfermo de corazón, a la capital andaluza desde Salamanca, donde sigue residiendo ante la imposibilidad de encontrar un alojamiento que Fátima pueda costear en Sevilla. Fue él quien le acompañó cuando se trasladaron a Ankara para que ella pudiera recuperarse de las secuelas del ataque talibán ―porque ella, al ser mujer, no podía viajar sola― y de allí tuvieron que trasladarse a España, ante las amenazas de deportación por parte del Gobierno turco.

“Él no habla español, está mayor y necesita mi ayuda para que le traduzca cosas. Está siendo duro, porque además aquí solo nos tenemos el uno al otro”, se lamenta. Las opciones se reducen, porque después de casi dos años en este país la cobertura de alojamiento y alimentos (18 meses) ha decaído. Pero si algo define a Fátima es la perseverancia y, por eso, además de buscar la forma de reunirse con su padre, también está tratando de ver cómo trasladar también a su madre y hermanos, que ahora están en Irán.

Ella, sin embargo, no pierde de vista lo que se ha convertido en el motor de su vida: estudiar, ese verbo que encierra para ella un futuro lleno de posibilidades y también su pasado más doloroso. “Sin estudiar no podría hacer nada en este mundo en que vivimos. Claro que está la opción de trabajar, como me decían cuando parecía imposible que pudiera acceder a la universidad, pero eso es lo que yo siempre he querido y aquí he podido ejercer mi derecho a hacerlo”, recalca.

Cuando termine la carrera, seguirá formándose. “Estoy segura de que no voy a terminar con la Universidad”, asegura tajante. Fátima ha cumplido su sueño, pero no deja de soñar. Y en ese camino de anhelos hay uno igual de firme que sus ganas de aprender: regresar a su país para compartir sus conocimientos con sus compatriotas.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.
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