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Las Facultades de Educación proponen que el máster de secundaria dure dos años y las carreras de Magisterio cinco

Los decanos quieren más tiempo para enseñar los fundamentos clásicos de las titulaciones y las nuevas habilidades que exige la diversidad en las aulas. Reclaman también un examen especial de acceso a los estudios

Ignacio Zafra

Las facultades de Educación consideran necesario mejorar la formación que recibe el profesorado, tanto de infantil y primaria como de secundaria. Y apuestan para lograrlo por aumentar la duración de la carrera para ser maestro de los cuatro años actuales a cinco, y del máster de profesorado de secundaria, de un año a dos. La decisión todavía no es definitiva, debe votarse en la asamblea que la Conferencia de Decanas y Decanos de Educación celebrará el mes que viene en Las Palmas, pero según fuentes de la entidad, que agrupa a responsables de 85 organismos académicos, existe consenso para que salga adelante. Una vez aprobada, los decanos trasladarán la propuesta al Ministerio de Educación y al de Universidades, en el marco de la reforma del profesorado que tiene en marcha el Gobierno.

El objetivo, apuntan, es garantizar una formación sólida que conceda el tiempo necesario para enseñar, de un lado, las áreas de conocimiento clásicas ―en el caso de primaria, por ejemplo, las didácticas específicas de matemáticas, lengua, o ciencias―, y, del otro, incorporar nuevas habilidades que tanto la realidad escolar como la legislación educativa exigen hoy a los docentes, como aprender a manejar aulas diversas, fomentar la inclusión de todo el alumnado, y evitar sesgos de género, al tiempo que se refuerza la vertiente práctica de la enseñanza.

Los documentos que los decanos votarán en noviembre, elaborados como una serie de libros blancos, incluyen también la implantación de un examen especial de acceso para las carreras de Educación, que requiera unos conocimientos mínimos en lengua, matemáticas, así como otras competencias de carácter no cognitivo consideradas útiles para el desempeño de la profesión, como las habilidades sociales. Un tipo de pruebas que ya tienen muchos países europeos y, a escala autonómica, Baleares y Cataluña.

Las propuestas elaboradas por los decanos dibujan unas titulaciones universitarias del área de Educación más exigentes, ahondando en un cambio que empezó hace dos décadas. La formación de los maestros pasó entonces de ser una diplomatura de tres años, a un grado de cuatro. Y la preparación específica para ser docentes de secundaria, de consistir en el breve Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), a ser un máster de 60 créditos (equivalente a un año de estudios) y que ahora se quieren aumentar a 120.

A principios de mes, el estudio TALIS, una evaluación internacional elaborada por la OCDE (organización integrada por la mayor parte de los países desarrollados), reflejó que el profesorado español es el que menos sólida ve la formación que recibió en la universidad para dedicarse a su oficio. El documento 24 propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente, presentado por el Ministerio de Educación en 2022, también apuntaba en la dirección de aumentar la exigencia de las titulaciones que deben estudiar los futuros docentes, aprovechando la descompensación actual, con muchos más titulados que empleos disponibles. En 2023, se presentaron 209.691 aspirantes a las oposiciones a maestro para un total de 17.756 plazas.

El libro blanco de Educación Primaria dedica un capítulo a analizar los sistemas de formación del profesorado en otros países, sobre todo europeos, y señala que en varios de ellos, como Francia, Alemania, Noruega y Finlandia, se han adoptado modelos de cinco años. El documento de la Conferencia de Decanas y Decanos abre la puerta a varias fórmulas, como la de cuatro años de grado seguido de un máster de un año para definir la especialidad ―como música, educación física, inglés…―. Fuentes de la entidad señalan, sin embargo, que lo más probable es que se apueste por la fórmula de un grado de cinco años, y que la duración sea la misma para todo el profesorado de la etapa, porque la figura del maestro general sería tratada como otra especialidad. Y, en su caso, recibiría más formación específica de las áreas que debe enseñar (como matemáticas o lengua), y de otras cuestiones clave en su función, como la función de tutor, la relación con las familias, y la gestión de la convivencia.

Hoy día se vive una situación que para muchos decanos y docentes carece de sentido. La mayor parte del profesorado opta por hacer la carrera de maestro con una mención (que significa especialidad en la jerga de Magisterio) en, por ejemplo, inglés o educación física, porque no les supone mucho más esfuerzo (la exigencia añadida es, en palabras de un decano “light”), y les habilita tanto para dar clase de dicha especialidad como para ser tutores (maestro generalista). Las consejerías de educación, y las direcciones de muchos colegios, tienden a priorizar su contratación. Las primeras porque, mediante lo que los sindicatos de enseñanza consideran un artificio contable, utilizan su presencia para considerar completas las dotaciones de personal de los centros con menos maestros de los que en realidad harían falta. Y los directores, porque los ven como un comodín que pueden destinar a distintas funciones. La consecuencia es que hay un elevado porcentaje de maestros especialistas trabajando como generalistas (tutores), y los que se han formado como maestros generalistas tienen más dificultades para encontrar trabajo. Si cada maestro trabajase para lo que ha estudiado, apunta un decano, mejoraría la calidad de la enseñanza.

Antecedente fallido

El Ministerio de Universidades elaboró en 2023 un borrador de nuevo planes de estudio que, para dar más consistencia a las especialidades, ampliaba a 48 los créditos necesarios para completarlas. Dado que la carrera seguía siendo, en total, de 240 créditos, la propuesta generó protestas entre el profesorado de las facultades de Educación, al considerar que, como consecuencia, reducía por debajo del mínimo necesario las horas destinadas al aprendizaje de las didácticas específicas, como las matemáticas, la lengua o las ciencias, así como de otras materias como la sociología de la educación. Fuentes de la Conferencia de Decanos señalan que su propuesta de ampliar los años de la carrera persigue evitar dicho problema, permitiendo que haya una formación suficiente tanto de los fundamentos clásicos de la carrera, como de las nuevas habilidades que deben incorporar hoy día los docentes (por ejemplo, atender la creciente diversidad, cultural, lingüística, social, o de necesidad de apoyo educativo que hay en las aulas), además de disponer de tiempo para las prácticas, que es otro de los puntos débiles que el propio profesorado identifica en su formación.

El libro blanco de primaria propone, entre otras cosas, para hacer más robusto el aprendizaje práctico, crear “redes de centros educativos formadores” y estrechar la cooperación entre la universidad y la escuela “mediante convenios, proyectos compartidos y espacios comunes de reflexión”. La propuesta de los decanos no entra en cuántos créditos debe tener cada asignatura, señalan fuentes de la Conferencia, sino que se limita a plantear un modelo que permita que haya tiempo para todas.

El proceso que desembocará en la asamblea de Las Palmas comenzó en 2023, y han participado en él más de medio millar de distintas áreas de facultades de toda España.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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