La Selectividad más difícil de los últimos años complica entrar en las carreras superdemandadas: “Les ha tocado”
Los coordinadores de la PAU esperan una bajada de las notas. Los alumnos que se examinaron con ejercicios más fáciles los últimos años podrán competir con las calificaciones que obtuvieron entonces con los que se presentan ahora por las plazas en la universidad


Julia, de 17 años, alumna de un instituto público de Zaragoza, está nerviosa. Como casi todos los estudiantes que se presentan anualmente a la Selectividad. Pero en su caso, y en el de los más de 300.000 chavales que la acompañarán, con más razón. La Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) que empezará el 3 de junio será la más difícil en años. Así lo admiten varios coordinadores autonómicos de Selectividad ―que son quienes diseñan los exámenes, aplicando, subrayan, la normativa― y profesores de secundaria consultados para este artículo.
Los ejercicios, de un lado, reducirán drásticamente el elevado grado de optatividad que se implantó con motivo de la pandemia y que en los últimos cursos ha permitido a los chavales sacar hasta un 10 sin necesidad de estudiar buena parte del temario. La evaluación de acceso a la universidad siempre ha brindado cierto nivel de elección a los estudiantes, pero nunca tanto como en este periodo.
Del otro, al menos una cuarta parte de las preguntas en todos los ejercicios tendrán carácter competencial, que resultan más exigentes que las tradicionales, reconoce Alfonso López, coordinador de la PAU en Asturias. No solo exigen conocer y exponer los contenidos vistos durante el curso (por ejemplo, desarrollar un enunciado del tipo: “La crisis de 1808 y la Guerra de la Independencia”), sino saber reconocer sobre qué deben disertar cuando se les muestra, por ejemplo, una fotografía de Clara Campoamor dirigiéndose a la multitud en un mitin, y añadir, como tarea adicional, “una conclusión razonada”.

La consecuencia previsible, coinciden todas las fuentes consultadas, es que las notas bajarán. Ello, en teoría, no debería suponer un problema muy grave, como dice Pilar Gómez, coordinadora desde hace 20 años de la prueba en Cataluña. “Si un examen es más difícil, lo es para todos. Quizás una materia que el año pasado tuvo una media de 7,25 ahora tenga un 6,5. Pero es un cambio que afecta a todos. No es que estés favoreciendo a unos y perjudicando a otros”.
El problema es que quienes se presentaron a la Selectividad en los años 2023 y 2024, cuando el formato era mucho más generoso, pueden solicitar este año el ingreso a las carreras con las calificaciones que obtuvieron entonces. No necesitan hacer ningún examen más, solo presentar la solicitud.
“Si las notas bajan mucho, nos puede poner en desventaja para entrar en las carreras más demandadas, ya que es probable que los que se presentaron los años anteriores tengan notas más altas que las que vamos a tener nosotros. Eso, y el aumento de la dificultad de las preguntas, es lo que más nos agobia a las personas de mi curso que tengo alrededor y a mí”, dice Julia, que ha terminado el bachillerato con una media superior al 9 y se plantea estudiar Ingeniería Biomédica, para lo que, según la nota de corte del año pasado, le haría falta un 12,6. En la PAU la nota máxima es un 14, no un 10, gracias a la fase de los exámenes voluntarios.
Los coordinadores de la Selectividad consideran que aumentar la optatividad fue necesario durante los años en los que la pandemia afectó realmente a la actividad educativa, entre los cursos 2020 y 2022, pero que a partir de ese momento no estuvo justificado.
“En dos de dichos bloques habrá distintos tipos de opcionalidad, pero sin decir de entrada en cuáles”, explica Gómez. Las fórmulas concretas variarán entre asignaturas y territorios. Pero lo que será igual, señalan los entrevistados, porque así figura en el real decreto que regula la PAU, es que el examen no permitirá no estudiar una parte del temario y conseguir pese a ello la máxima calificación.
Bajada de notas
Nueve de cada 10 alumnos aprueba cada año la Selectividad y nadie cree que los cambios vayan a implicar un aumento significativo de los suspensos. Sí hay coincidencia, en cambio, en que es muy probable que bajen las notas, que han experimentado un aumento notable en la última década, especialmente desde que se aumentó la opcionalidad con la pandemia.
En 2019, por ejemplo, el porcentaje de estudiantes que lograron sobresaliente en Lengua castellana en la convocatoria ordinaria fue del 9,09%, mientras que el año pasado alcanzó el 13,09%. En Historia de España, la proporción de estudiantes con excelentes pasó en el mismo periodo del 14,31% al 23,18%. De ahí que los alumnos que se presentan ahora teman que alumnos que se presentaron los años anteriores aprovechen la coyuntura para entrar en las careras con mayor nota de corte.
“Habrá estudiantes de años anteriores que compitan por plazas en los procesos de admisión de este año. Eso va a ocurrir. ¿Cuántos serán? No lo sabemos. A lo mejor no muchos. Pero van a ir a por las carreras más competitivas. El conflicto estará en las carreras superdemandadas. Dobles grados, como el de Matemáticas y Física, o Medicina”, prevé Jesús Molero, coordinador de la PAU en Castilla-La Mancha.
La Selectividad se compone de dos partes. Primero, la fase obligatoria, en la que los estudiantes tienen cuatro exámenes, o cinco si en su territorio hay lengua cooficial: Castellano; Historia de España o Historia de la Filosofía (a elegir); Lengua extranjera; la materia de modalidad de su Bachillerato (por ejemplo, Matemáticas o Latín), y, en su caso, Catalán, Valenciano, Gallego y Euskera.
La nota promedio de dichos ejercicios se pondera con la del Bachillerato, en una proporción de 40%-60%, y da la llamada nota de acceso, calculada en una escala de 10. Esa calificación dura para siempre. La segunda parte de la PAU es optativa. Los estudiantes pueden presentarse a hasta cuatro exámenes, pero solo contarán los dos en los que mayor nota obtengan.
Si obtuvieran la máxima calificación, estos ejercicios les proporcionarían 4 puntos más (hasta los 14). La calificación de esta segunda parte solía conservarse durante dos años. Pero el decreto de la nueva Selectividad, aprobado en 2024, lo amplió a tres “y con efecto retroactivo”, explica el coordinador castellanomanchego.
“No será una avalancha”
“Llevamos con la prueba de acceso a la universidad desde los años setenta. Y en cada cambio de modelo que se hace nadie piensa en amortiguar la situación de un año respecto a los anteriores”, lamenta Sonia Madrid, vicerrectora de Estudios en la Universidad de Murcia, “simplemente, les ha tocado”. Madrid, confía, con todo, en que la cosa no será “catastrófica”. “Las notas no van a bajar seis puntos, ni dos”, afirma. “Y yo aventuro que tendremos algunos cambios de carrera, pero no una avalancha, porque la realidad también se impone”.
Los estudiantes que se examinaron en convocatorias anteriores están, en su inmensa mayoría, estudiando otras carreras, prosigue Madrid, y cambiarse tiene su coste. Incluso, si se trata de la misma titulación en otra ciudad ―por ejemplo, Medicina en Palma en vez de en Murcia―, los planes de estudio no son idénticos, las convalidaciones resultan engorrosas, y los alumnos no suelen querer perder un año.
Nadie quiere una debacle. Y aunque lógicamente no se puede pedir a los correctores que hagan la vista gorda con los errores, Susana Lozano, profesora de Historia, que ha participado en las reuniones mantenidas en Aragón entre los docentes de instituto y los de universidad para preparar las pruebas, cree que sí “tendrán en cuenta que estamos en una época de cambio”.
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