El acuerdo comercial con EE UU: asimetría y contrapesos
Se impone la ley del más beligerante, pero los datos desvelan la existencia de mecanismos de compensación

La respuesta de la diplomacia económica europea a la ofensiva arancelaria de Donald Trump ha generado decepción, pero un análisis pormenorizado de los hechos permite vislumbrar nuevas oportunidades que deberíamos aprovechar para que no cunda el pesimismo.
Si bien el arancel general es del 15%, y no del 25%, la divulgación en fechas recientes de los detalles del acuerdo sellado en el campo de golf del magnate republicano deja una imagen de debilidad del ejecutivo comunitario. El acuerdo es perfectamente asimétrico: nuestros envíos a EE UU se enfrentan a un incremento abrupto de tarifas, cuando en sentido inverso nos comprometemos a suprimir los gravámenes sobre las importaciones de productos industriales y a suavizar todo tipo de normativas, que sin embargo seguirán aplicándose a la producción europea. Las exigencias también pasan por multiplicar las compras de gas y de armamento norteamericano.
Persisten, además, numerosas zonas grises, de modo que el acuerdo no despeja la incertidumbre que pesa como una losa sobre sectores clave como el automóvil, la industria farmacéutica (salvo los medicamentos genéricos) o la agroindustria. La caída de los envíos transatlánticos, perceptible en los meses previos al acuerdo, podría agravarse.
La buena noticia es que la economía europea, y particularmente la española, está capeando la ola proteccionista mejor de lo que se había vaticinado. El consumo de las familias resiste, y se afianza el ciclo de inversión en vivienda, contrarrestando los vaivenes globales. Sobre todo, surgen nuevas tendencias en el comercio internacional que conviene entender para no sucumbir a la percepción de vasallaje total a EE UU.
En primer lugar, el comercio en el seno del bloque comunitario parece estar saliendo de su letargo: los intercambios en entre miembros de la eurozona se incrementaron un 4% en el segundo trimestre, impulsando la cuota de mercado de los exportadores españolas. Es pronto para determinar si el repunte es transitorio o traduce una mayor integración europea en reacción a las inclemencias del contexto internacional. En todo caso quedan muchas reformas por acometer para revertir la fragmentación y reforzar la capacidad de negociación frente a las grandes potencias.
Sorprende, por otra parte, el dinamismo de los intercambios con un conjunto heterogéneo de países o regiones, entre los que destacan Reino Unido, África, Oriente Medio, India, Vietnam y algunas economías de América Latina. El deterioro de las relaciones transatlánticas centra toda la atención, pero hay vida debajo del radar mediático: nuestras exportaciones hacia el “resto del mundo” (que engloba el total no comunitario, a excepción de EE UU y China) aumentaron un 7,2% en el segundo trimestre, y el rebote alcanza el 14% desde inicios del año pasado. Exportamos hacia ese grupo de países casi diez veces más que a EE UU, evidenciando los beneficios que aportaría un estrechamiento de las relaciones con Estados o bloques comerciales que comparten la aspiración a una relación basada en la regla de derecho.
Preocupa, eso sí, el desequilibrio desbocado de los intercambios con China: las exportaciones europeas hacia el gigante asiático se desplomaron un 11,3% en el primer semestre, mientras que las compras de productos chinos se elevaron un 13,7%, agravando el déficit. Todo apunta a que los exportadores asiáticos, con el apoyo de su Gobierno, intentan compensar en el mercado europeo el endurecimiento de la política comercial de Trump o el estancamiento de su mercado interno.
En suma, la lógica geopolítica, inspirada en relaciones asimétricas de poder, está sustituyendo a la regla de derecho como fundamento del sistema multilateral, con impactos de momento limitados pero que se harán más evidentes con el tiempo, en consonancia con las premoniciones del economista Albert Hirschman. Conviene, sin embargo, reforzar los contrapesos que se desprenden de las tendencias más recientes, tanto en términos de integración europea como de acercamiento a otros bloques comerciales en base a principios de reciprocidad, ayudando a mitigar la inquietante vulnerabilidad de Europa.
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