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Ence cambia de piel

La papelera dejará de sumar a su producción más cantidad de celulosa para centrarse en los productos con mayor valor añadido, al tiempo que desarrolla su división de renovables

Fábrica de celulosa de Ence en Pontevedra.
María Fernández

El ciclo comercial de un eucalipto suele cumplirse a los 15 años. Después de ese tiempo los árboles se cortan y vuelven a brotar de nuevo desde la raíz, permitiendo una segunda o incluso tercera vida para aprovechar la madera. Parece una metáfora de la historia de Ence, la papelera española que hace apenas seis años amenazaba con un cataclismo si perdía la concesión de su fábrica en Pontevedra tras un largo conflicto contra asociaciones locales, grupos ambientalistas y contra el propio Ayuntamiento de la capital gallega por una prórroga que el Gobierno de Mariano Rajoy concedió a la fábrica y que necesitó hasta de un cambio en la Ley de Costas para ver la luz.

Todo se dio la vuelta. La Audiencia Nacional avaló que Ence siga instalada al borde de la ría hasta 2073 y el Supremo refrendó más tarde esa prórroga, así que las aguas parecen calmadas. “No hay una relación buena con el Ayuntamiento, pero tampoco es mala. Es una relación más tranquila”, juzga el consejero delegado, Ignacio de Colmenares. “Todo el esfuerzo que estamos haciendo para integrarnos en la sociedad, eliminar olores, la integración paisajística, el fondo dotado con tres millones de euros del plan social…, todo eso va revirtiendo en la ciudad de Pontevedra todos los años. Es mucho dinero”, señala.

Y el dinero es el que vuelve a hacer sonreír a los accionistas. Ence ingresó 915 millones en el último ejercicio. Tras unas pérdidas de 25 millones en 2023, el año pasado consiguió beneficios (31,6 millones), gracias a que redujo el coste de cada tonelada que vendió (y vendió 967.628) en 32 euros, y a que los precios por tonelada crecieron hasta los 647 euros (69 euros más que un año antes). Pero en Ence dicen que no quieren producir más. “En ninguna planta estamos aumentando la producción. Estamos elaborando productos más caros y de más valor añadido. Nuestra estrategia se basa en que no hay eucalipto para seguir creciendo, con lo que hay que hacer las cosas mejor”, argumenta De Colmenares. Galicia, con 409.000 hectáreas plantadas con Eucalyptus globulus, debe decidir este año si alarga la moratoria a nuevas plantaciones que vence en diciembre. Asturias, que trabaja en un nuevo plan forestal, ya ha dicho que no va a aumentar la superficie dedicada a esta especie, de 60.000 hectáreas. Los costes del monocultivo son altos, sobre todo de árboles altamente inflamables.

Así que Ence, por voluntad pero también por necesidad, se ve empujada a tirar por el camino de las celulosas especiales, que representan el 35% de las ventas totales de celulosa y que en 2028, según sus planes, deberían pesar el 60%. Este año comenzarán a producir en su otra gran planta, la de Navia (Asturias), 125.000 toneladas de la primera línea de la llamada celulosa fluff, que se utiliza en productos higiénicos absorbentes como los pañales o las compresas. Estados Unidos domina ahora la tecnología y la producción a partir de un tipo de pino (el pino Tejas), pero creen que le van a ganar la delantera. “Llevamos ocho años trabajando en I+D para igualar esa capacidad de absorción con el eucalipto. Vamos a sacar un producto con capacidad de absorción pero sin polímeros. El mercado está muy interesado porque parte de una madera más barata, que tiene mayor capacidad de absorción y viene de Europa”.

Pero lo que ocupa los titulares no son ahora sus fábricas de pasta de papel, sino su división de energía. Bulle el mercado con el anuncio de nuevos proyectos. “Somos un vector en la descarbonización”, señala el directivo. En As Pontes (A Coruña) están trabajando en una nueva fábrica que recicle fibras textiles. Sobre el papel suma una inversión de 355 millones y más de 1.250 empleos. Van por la primera piedra: una planta piloto con un coste de cinco millones de euros que estará operativa este año. Después vendrá la fábrica propiamente dicha. En vez de madera se alimentará de papel, cartón y textil recuperados, “con un mínimo consumo de agua”, señalan en la compañía.

También desarrollan una plataforma de biofertilizantes y biometano con capacidad para generar 1.000 GWh anuales y 20.000 toneladas de biofertilizantes a partir de 2030. A ello se suman sus proyectos para proporcionar calor industrial renovable que deberían inyectar más de 40 millones a su beneficio de explotación en cinco años (con un total de 2.000 GWh de energía térmica renovable producida cada año). En paralelo, quieren convertir las plantas de generación eléctrica con biomasa en centros de combustibles renovables. Ahora producen más de cuatro millones de toneladas anuales de CO2 biogénico. Si se captura y se valoriza ese gas puede usarse para conseguir metanol verde (e-metanol), necesario para descarbonizar sectores difícilmente electrificables, como el aeronáutico y el marítimo, o en la fabricación de plásticos acrílicos, adhesivos, pinturas, y en la industria farmacéutica y agroquímica, entre otras.

Un nuevo competidor

De Colmenares resume que en un sector como el suyo cada paso que dan está pensado en el largo plazo, en adelantarse a lo que vendrá. Y lo que puede llegar en Galicia es una gran fábrica de celulosa soluble proyectada por el grupo portugués Altri que tiene en pie de guerra a numerosos colectivos sociales y de defensa del medio ambiente. Ence observa el movimiento desde la barrera. Si sale adelante, Altri necesitará de 1,2 millones de metros cúbicos anuales de madera de eucalipto. “Sin entrar en polémicas, si el proyecto de Altri sigue adelante, va a haber más demanda”, se limita a comentar De Colmenares.

Más competencia debería traducirse en unos precios mayores de la materia prima. Actualmente la madera gallega suministra, además de a Ence, a plantas portuguesas y a operadores de celulosa más pequeños en el País Vasco o Aragón, así como a fabricantes de tableros. Por eso Ence ha lanzado una campaña para promocionar una mejor gestión del monte y aumentar el rendimiento de cada hectárea. “Ayudamos a mejorar las prácticas silvícolas, ayudamos al propietario a mejorar el material vegetal, pensamos que con la superficie que hay se puede hacer más”.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.
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