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Antonio Barbeito, experto educativo: “Ocho semanas son suficientes para que los alumnos descansen”

Es uno de los debates recurrentes de cada año: ¿deberían de acortarse las vacaciones escolares de verano? Hablamos de ello con el presidente de Ascade y fundador de Mundoestudiante

Antonio Barbeito, presidente de Ascade y fundador y CEO de Mundoestudiante.
Nacho Meneses

Cada verano, cuando las aulas se vacían y en los pasillos escolares reina el silencio, reaparece un viejo debate con nuevos matices: ¿tiene sentido mantener tres meses de vacaciones estivales en pleno siglo XXI? La pregunta no es menor: cada vez más voces del ámbito educativo, desde orientadores hasta familias y pedagogos, señalan que el actual calendario escolar no responde a las necesidades reales de los alumnos ni de sus entornos. Un trimestre final que se alarga hasta el agotamiento, largas semanas sin estructura ni apoyo académico para muchos niños y un profundo desequilibrio entre las exigencias del curso y los tiempos de recuperación dibujan un escenario que algunos consideran insostenible.

Pero no todos miran en la misma dirección. Mientras algunos defienden la necesidad de repensar el calendario y distribuir mejor los descansos para favorecer el aprendizaje (en Cantabria, cada dos meses tienen una semana de vacaciones, y otras comunidades como País Vasco, Navarra, Cataluña o Canarias están ya migrando a este modelo), otros —entre ellos sindicatos y parte del profesorado— recelan de los cambios. Temen que la medida sirva más para responder a las urgencias de conciliación laboral que a criterios pedagógicos, y que se pueda llegar a imponer sin los recursos necesarios para acompañarla. En Europa, el mapa es diverso: Francia y Alemania optan por pausas más frecuentes y menos verano, mientras que España se mantiene fiel a un modelo largo, heredado y apenas cuestionado en profundidad hasta ahora. Pero lo que está en juego no es solo la duración del verano, sino qué tipo de escuela queremos y para quién.

Un tema cuya actualidad y relevancia se refleja en un vídeo publicado recientemente en Tiktok por Carla, una estudiante de primero de Bachillerato que ha acumulado más de 900.000 visitas. En él, afirma que el cansancio y el estrés acumulados le habían llevado a un punto en el que “ya no daba más”:

Para abordar este tema, nos sentamos con Antonio Barbeito, presidente de la Asociación de Academias de Enseñanza de Madrid (Ascade) y CEO y fundador de Mundoestudiante.

Pregunta. ¿Se puede considerar que, en efecto, las vacaciones escolares son demasiado largas?

Respuesta. En mi opinión, creo que las vacaciones tienen una duración más que razonable para que las personas descansen. Pero yo sí que las reduciría, sobre todo en el mes de junio, porque un estudiante al que le haya ido bien ya conoce sus resultados a finales de mayo.

Tenemos que recordar que, históricamente, junio era un mes que tenía bastantes contenidos curriculares, porque la gente que no había aprobado, o que no sabía si iba a aprobar, tenía una presión educativa importante. Pero ahora, con la supresión de la convocatoria de septiembre, esa presión se ha adelantado, y muchos alumnos de múltiples niveles educativos que han sacado buenos resultados siguen yendo a clase en junio a no hacer absolutamente nada; se podría decir que está de cuasivacaciones.

P. ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de acortar o no las vacaciones?

R. Yo sería partidario de que se recortaran las vacaciones si, a cambio, se me facilita un aprendizaje de valor, una propuesta coherente que me pueda interesar para que yo me acerque a esos centros educativos. Entonces, en junio, que es un mes con muy poca exigencia académica, apórtame otro tipo de formaciones: inteligencia artificial, habilidades blandas o directivas, educación financiera, gestión de personas... disciplinas que nunca me enseñas en mi plan educativo.

Luego hay que prestar atención a otros factores que tienen que ver con las instalaciones. Porque si, por ejemplo, te planteas que las clases empiecen en agosto, tienes que tener en cuenta que muchos colegios no disponen de aire acondicionado. Y en España el clima no invita a según qué cosas. Imagínate Córdoba, en agosto, con 43 grados en la calle.

P. Redistribuir las semanas de vacaciones estivales moviendo, por ejemplo, días de descanso al otoño, no variaría el número de días lectivos en España (alrededor de 175), que se mantiene similar al de otros países europeos. Pero ¿podría afectar negativamente en el bienestar emocional de los alumnos?

R. Si el nivel de exigencia académica se mantiene como hasta ahora, no, no afectaría en absoluto, y aunque hubiera quejas en un principio, se acabaría naturalizando con el tiempo. Y no es que lo de la baja exigencia (sobre todo a raíz de la pandemia) lo diga yo; es que lo dicen los informes PISA: en matemáticas y en lectura estamos como en nuestros peores resultados históricos.

Podemos, en cualquier caso, plantearnos si reducir las vacaciones hasta las ocho semanas sería suficiente para que los alumnos descansaran, y para mí eso es una verdad indudable. Pero es que además el tema de las vacaciones tiene que ir ligado con el de los contenidos, porque ambas discusiones no pueden ser independientes. Si yo alargo las vacaciones y soy laxo en los contenidos, al final el resultado es que vamos a ir a peor.

La realidad es que somos menos exigentes en los contenidos de lo que éramos antes, pero las personas que estudian ahora no han conocido otra realidad y para ellos es lo más difícil del mundo. En cualquier caso, objetivamente, por supuesto que una persona se puede recuperar en ocho semanas de ese cansancio y estrés previos. No olvidemos que después tienen las vacaciones de navidad o Semana Santa, como poco.

P. Docentes y sindicatos se muestran reticentes a modificar el calendario por esas mismas condiciones a las que ha hecho referencia (por ejemplo, el nivel de calor en las aulas, o la sobrecarga de trabajo). ¿Qué necesitaría el profesorado para que pudiera apoyar una reforma de este tipo?

R. Es cierto que los profesores no son partidarios de dar clase en verano por todos esos aspectos, pero la realidad de los profesores va más allá. No hay un rol de respeto hacia la profesión educativa. Fíjate lo que sucede, por ejemplo, con los matemáticos, cuya salida principal era la de ser profesores y ahora se han derivado hacia otras profesiones como científico de datos, ciberseguridad y otras disciplinas. En otros países, el profesor tiene otro estatus diferente.

Si no podemos ofrecerle aire acondicionado en agosto, intentemos darle un rol que se asemeje más a la profesión que ocupan, que es formar a las generaciones futuras, y proporcionémosle las herramientas necesarias para que estén donde deben estar, que es un escalón por encima del que ocupan ahora.

P. ¿A qué te refieres?

R. Pues tanto a nivel económico como de reputación. De pequeño podías soñar con ser profesor, pero luego, cuando ejerces la profesión día a día te das cuenta de que no es tan guay, no mola tanto ser docente. Si no fuera por los tres meses de vacaciones, habría carencia de profesores.

Mira, si hace 20 años llamaba tu profesor a casa para decir que te portas mal, se te caía el pelo; pero hoy de verdad que no es así, porque los padres somos infinitamente protectores. Ese rol del profesor como guía y mentor de tus hijos, no existe. Mundoestudiante tiene miles de alumnos, con miles de padres que vienen miles de veces cada mes, y nos trasladan ese feedback un poco regular. El titular es ese: ser profesor en España no mola.

P. ¿Y esas herramientas?

R. Hablamos de qué podemos ofrecerle al docente como proyecto vital. Le podemos enseñar nuevas tecnologías, prepararle para ese mundo cambiante que viene; podemos darle otra formación para que pueda ejercer de mentor para sus estudiantes.

P. Uno de los argumentos a favor de reducir las vacaciones es que facilitaría la conciliación de los padres, que se ven en la disyuntiva de gestionar todo ese tiempo libre de sus hijos durante casi tres meses.

R. Pero también es necesario aumentar la oferta de actividades para los hijos, al menos en determinados sitios. ¿Dónde coloco a mis hijos en verano? Porque no se trata solo de actividades de ocio; también pueden ser, como he mencionado antes, talleres de IA, soft skills... según los distintos rangos de edad. Y si esa oferta es suficiente, no está al alcance de todos o, al menos, no está lo suficientemente informada.

Y ahí es donde entran no solo los profesores que puedan ofrecer algunas de estas actividades; también están los monitores de ocio y tiempo libre, porque hay un montón de gente que hace esos cursos y que luego no tiene manera de encontrar trabajo.

P. De plantearse realizar este cambio, ¿lo implementaría gradualmente o de golpe?

R. Para no generar controversias, yo soy partidario de introducirlo a todos por igual, al menos dentro de una misma etapa educativa. Puede que empezara por introducir esa reducción estival en Primaria, por el tema de la conciliación laboral y familiar, porque al menos coloco a mis hijos en el colegio y que empiecen el 18 de agosto (por ejemplo).

P. ¿Es factible pensar en ese cambio a corto o medio plazo?

R. El problema es que, hoy por hoy, cada actor tiene intereses completamente diferentes: el estudiante quiere divertirse más, el padre quiere conciliar más y la Administración quiere ahorrarse lo que pueda para optimizar sus recursos. Así que no existe un consenso en el que todos se sientan satisfechos. ¿Es posible? Dependerá del plan de estudios que propongas a los estudiantes: si eres capaz de convencerlos de que acortando sus vacaciones van a mejorar sus habilidades en lo que sea, a lo mejor tienes una oportunidad.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS
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