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Isabel Moreno, divulgadora: “No podemos dejar que la desinformación sobre el clima campe a sus anchas”

La autora de ‘Atmosfera de bulos’ desmiente algunos de los mitos más peligrosos sobre el cambio climático, y la importancia de plantarle cara

Isabel Moreno, autora de 'Atmósfera de bulos'
Nacho Meneses

Transcurrido ya el primer cuarto de siglo, la lucha contra el cambio climático sigue enfrentada a un enemigo tan invisible como peligroso: la desinformación. Más allá de la inacción política, mitos como que el calentamiento global es solo una variación natural del planeta, que el CO2 no guarda relación con el aumento de las temperaturas o que sus efectos no nos tocarán de cerca siguen circulando con fuerza gracias al empuje y la ubicuidad de las redes sociales.

En este contexto, de poco sirve que las pruebas científicas sobre el impacto humano en el clima sean irrefutables: la persistencia de estos bulos, unido a la facilidad con que se propagan, es en sí misma un obstáculo formidable, lastrando la toma de decisiones y las acciones individuales necesarias para frenar el desastre. Porque la desinformación no solo mina la confianza en la ciencia; también desactiva la urgencia de un cambio radical en la forma en que vivimos y nos relacionamos con nuestro entorno.

Isabel Moreno, meteoróloga en el programa de RTVE Aquí la Tierra, física y divulgadora lucha precisamente contra esta Atmósfera de bulos (Ediciones B, 2025) en su última obra, donde desmonta de forma directa y sencilla algunos de los mitos, falsedades y “verdades a medias” que sobre los peligros del cambio climático perviven en la actualidad, y que abordamos juntos en esta conversación.

Pregunta. ¿Por qué es necesario un libro para luchar contra los bulos en 2025?

Respuesta. Las redes sociales hacen que muchos de estos bulos estén ganando terreno. Escuchamos mensajes que intentan negar o restar importancia al cambio climático, e incluso a veces recurren a verdades a medias que tú necesitas tiempo para poder explicar. Hablamos, por ejemplo, de ese mensaje que niega que el CO2 sea responsable del cambio climático porque solo representa el 0,04 % de la atmósfera.

Claro, cuando mucha gente que no sabe de esto se encuentra con estos mensajes, no sabe dónde está la trampa, y para explicarlo adecuadamente necesitamos mucho más que vídeos de un minuto. Porque ellos necesitan 15 segundos para sembrar la duda, y yo para explicártelo requiero de al menos dos minutos, que hoy en día se considera mucho tiempo. Necesitamos espacios de reflexión como los de Atmósfera de bulos, y estar tranquilos [para poder entenderlo].

P. ¿Qué peligros tiene hoy la desinformación?

R. Es peligrosísimo, y de hecho el propio Foro Económico Mundial considera la desinformación y los bulos como el principal riesgo para la economía de cara a los próximos dos años.

Lo vemos, por ejemplo, con el caso del calor, algo que en España sucede todos los años. Mucha gente nos dice: “¡Pero si aquí siempre ha hecho calor!" Sí, pero no este calor. Si tú crees que es lo de siempre o que los meteorólogos nos dedicamos a asustar a la gente, puede que no tomes medidas para protegerte. Y si eres tú el que no se protege, pues bueno, lo vas a sentir tú; pero si tienes un puesto de responsabilidad, las consecuencias las sufrirán otros. Y estarás jugando con la salud de otras personas.

P. ¿Cuáles son algunos de los bulos más extendidos que se ha encontrado?

R. Se escucha, por ejemplo, que el clima es algo que ha cambiado siempre. Y eso es cierto, pero no lo ha hecho de la forma en la que está cambiando en la actualidad. Pero fíjate que, incluso si esto se debiera a un fenómeno natural, sabiendo lo que puede pasar, ¿no íbamos a hacer nada si sabemos que hay cosas que podemos hacer para mitigar esos efectos?

Luego está el problema de la velocidad con la que suceden esos cambios. Es decir, que se trata tanto de la magnitud como de la velocidad con que ocurren, porque además tenemos constancia de que, así, no había acontecido nunca en la historia de nuestro planeta. El conocimiento que tenemos del pasado nos demuestra la urgencia de actuar contra el cambio climático actual y lo peligroso que es lo que estamos viendo.

P. ¿Realmente es un problema tan grave el que la temperatura global suba un par de grados?

R. Hace ya un par de décadas, se dijo a nivel científico que a partir de los dos grados es cuando se empiezan a poner en marcha determinados procesos que son ya muy difíciles de parar. Digamos que estamos jugando con una canica en una escalera: tú puedes jugar con ella en un escalón, pero llegará un momento en que ¡pum! se baje al escalón de abajo. Y cuando eso suceda, volver arriba será imposible. Ahora estamos viendo cosas que no conocíamos, pero es que sucederán otras que desconocemos aún más: son cambios en cascada.

Cuando se puso sobre la mesa ese límite de dos grados, los pequeños países insulares dijeron: oye, no, porque si la temperatura sube dos grados, el nivel del mar sube tanto y mira lo que pasará con mi país. Así que el compromiso de limitar la subida por debajo de un grado y medio fue una conquista para evitar peores escenarios. Si hablamos de un grado y medio, perdemos una cantidad importantísima de corales en el mundo; pero si sube dos grados casi desaparecerán por completo.

Isabel Moreno, física, meteoróloga y divulgadora sobre el clima.

P. Otro de los mensajes que circulan es que si no somos capaces de saber con certeza el tiempo de dentro de 10 días, ¿cómo se puede predecir el clima de dentro de 100 años?

R. Es una duda razonable que tiene una explicación. A mí me gusta recurrir a una analogía que, sin embargo, no es mía: imagínate que una persona está nadando en una piscina a medio llenar. El tiempo buscaría saber dónde va a impactar esa olita que genera la persona al moverse por el agua, pero el clima buscaría saber a qué altura llega el agua de promedio. Si yo cojo una manguera y me pongo a echar agua, yo sé que el nivel de la piscina va a subir, y voy a poder calcular en cuánto tiempo va a subir y de qué forma, independientemente de dónde golpeen las olitas de ese señor nadando.

Por eso, no puedo saber dónde va a golpear esa olita dentro de 30 minutos, pero si estoy echando agua a ritmo constante o de repente aumento o bajo y yo tengo esos datos, puedo saber dónde va a estar el nivel del agua al cabo de un rato. Por eso podemos saber el clima dentro de 100 años, pero no el tiempo que hará en Algete el 26 de abril de 2134.

P. Por cierto, ¿cómo se relaciona entonces el nivel de dióxido de carbono con el aumento de las temperaturas?

R. Esto se conoce desde 1856. Ese año, Eunice Foote desarrolló un experimento con el que demostró que la temperatura en el interior de unos cilindros de vidrio variaba según las condiciones de CO2 y de vapor de agua en su interior. De ahí, dedujo correctamente que las épocas de mayor CO2 en la atmósfera estaban relacionadas con temperaturas más elevadas. Y sin dejar el siglo XIX ya teníamos los primeros cálculos de cómo cambiaría la temperatura en la Tierra según variasen las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera.

P. Es curioso cómo un gas que representa solo el 0,04 % de la atmósfera influye tanto.

R. Es que ese dato también tiene trampa, porque es un 0,04 % dentro del 0,05 % de gases responsables de modular la temperatura del planeta. Así que, puesto en contexto, resulta que ese CO2 es un montón.

P. ¿De qué manera se puede entender el impacto de la acción humana sobre el clima?

R. Uf, no es fácil de explicar, porque puede hacerse de multitud de formas. En primer lugar, porque ahora tenemos una tecnología muy avanzada y en la que confiamos muchísimo, como los satélites, que nos muestran de dónde sale ese CO2. También pueden elaborarse modelos climáticos por medio de los mejores ordenadores que tenemos en el mundo, que nos muestran cómo hubiera sido el clima si el ser humano no hubiera emitido tanto CO2.

Y, por otro lado, tenemos la huella isotópica: como estamos quemando combustibles fósiles, y esos combustibles tienen una huella, podemos identificarla en la atmósfera. Si tú ahora ves que el CO2 está aumentando en la atmósfera, te darás cuenta de que no se podría explicar sin tener en cuenta los combustibles fósiles. Y puede observarse que está bajando el oxígeno, algo que no podría explicarse sin recurrir a la quema de esos combustibles, porque para quemar necesitas oxígeno. Pero tranquilo, que tampoco nos vamos a quedar sin oxígeno para respirar.

P. ¿Cuál es el factor que es más necesario que la gente comprenda para tomar conciencia de la situación?

R. Que es irreversible: eso es lo más importante. Y que hagamos lo que hagamos, hay cosas que no van a cambiar. Porque lo que estamos viendo ahora respecto al sistema climático es lo mejor que vamos a ver en los próximos años, porque hay una inercia imposible de parar. Los cambios climáticos del pasado se dieron en cientos y miles de años, porque cuando tú empiezas a mover esa máquina, se va poniendo en marcha y no se puede frenar.

En este caso, no es que estemos moviendo la máquina, es que le estamos dando impulso. Incluso si frenamos ahora, esos cambios que se han empezado a generar van a ir en cascada con otros y ese cambio climático va a seguir evolucionando. De lo que se trata, por lo tanto, es de frenar el impulso.

Hay que seguir divulgando y estando presentes en las redes, donde los mensajes de desinformación sobre el cambio climático son numerosísimos. Porque si las abandonamos, el mensaje mayoritario que va a encontrar quien quiera consultar algo de información sobre este tema es el que está negando o diciendo mentiras. No podemos dejar que la desinformación circule a sus anchas, porque el verdadero problema viene cuando alguien que tiene el poder de tomar decisiones se cree de verdad que esto no existe, y no tomará medidas para proteger a la ciudadanía. Ni a la de ahora, ni a la de dentro de unos años.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS
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